El insólito
espaldarazo del Presidente Enrique Peña Nieto a su Secretaria de
Desarrollo Social, Rosario Robles, la semana pasada, es un reforzamiento
a él mismo. ¿Puede permitir que a los cuatro meses del inicio de su
Gobierno, tenga que destituir a quien encargó de uno de los programas
más ambiciosos en su administración? Difícil. No podría darse el lujo de
perder a Robles, o a cualquier miembro de su Gabinete, en el arranque
mismo de su gestión, que significaría que la narrativa de Gobierno
eficiente que ha construido, tiene pies de barro. El problema es que
defenderla le significa dilapidar un capital político no presupuestado.
Que el PAN haya atrapado a seis funcionarios de la Secretaría de
Desarrollo Social en Veracruz en juntas de planeación para utilizar
programas sociales con fines electorales, fue un golpe directo a Robles
que no ha podido darle la vuelta al temporal, e indirecto a Peña Nieto,
que se expuso el viernes pasado con una innecesaria, por personal y
vehemente, defensa de su Secretaria. El cese de funcionarios y
suspensión del delegado no es suficiente para persuadir que no estaba
enterada de lo que estaban haciendo.
Curarse en salud, la contamina de ineficiencia. No se enteró lo que
hacían sus manos y nadie tampoco en su oficina, la alertó de las
irregularidades que se cocinaban en el Golfo. Si no sabe de cosas tan
importantes, por el impacto en el Gobierno al cual representa, ¿cuántas
otras también ignora? Desde un punto de vista de cinismo político,
hubiera sido mejor que estuviera enterada, qué ignorante. De cualquier
forma, por omisión o comisión, lo está pagando y, de paso, arrastraó al
Presidente a su primera crisis política en esta joven administración.
Peña Nieto le tiene gran estima a Robles, quien llevaba varios años
trabajando temas sociales para el Gobierno del Estado de México y otros
gobiernos priistas, recomendada por Peña Nieto. Aunque formada en la
izquierda, su corazón se pintó tricolor en 2003 por razones de
sobrevivencia, cuando traicionó sus principios y generó algunos de los
rencores que hoy encuentran, en sus deficiencias, cajas de resonancia.
Robles era presidenta del PRD cuando Andrés Manuel López Obrador
contendió por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal en 2000, cuya
campaña financió con los recursos de su mecenas argentino Carlos
Ahumada. López Obrador persiguió años después a Ahumada en el contexto
de la sucesión presidencial en 2006, pues al eliminarlo, se puede
argumentar, cortaría el flujo financiero para Cuauhtémoc Cárdenas, quien
era su rival por la candidatura. Si en el camino caía Robles, sería un
daño colateral, pues el costo sería menor que el beneficio.
Cuando Ahumada se sentía acosado por López Obrador y Robles,
financieramente ahogada en el PRD, viajaron a Londres para cenar con el
ex Presidente Carlos Salinas, donde le pidió ayuda. Salinas se la dio a
través de los gobernadores del Estado de México, Arturo Montiel, y
Guerrero, René Juárez, que le la fondearon para afrontar sus deudas. Con
ese acto, Robles traicionó al PRD al pactar con el enemigo histórico
del partido, con quien a partir de ahí estableció nexos al igual que con
el priismo mexiquense, antes incluso que dejara el PRD en 2004.
Robles soportó largos años de pesadilla por su relación con Ahumada,
pero parecía haber vencido las adversidades hasta que, política
finalmente, regresó a la política. Nombrarla Secretaria de Desarrollo
Social, con el lastre en su biografía, no le importó a Peña Nieto, quien
le encargó la Cruzada contra el hambre. Hoy, en unos cuantos días,
todas las viejas facturas se le han vuelto a cobrar con las
irregularidades en Veracruz, que la convirtieron de activo a lastre para
el Gobierno de Peña Nieto que, además de enfrentar el conflicto en esa
entidad, entró en choque con los partidos de oposición y puso a
tambalear el Pacto por México, y futuras reformas.
La defensa de Peña Nieto a Robles la enmarcó como si fueran meramente
críticas a la secretaria. El líder del PAN, Gustavo Madero, le reviró:
no son críticas, es una denuncia, que es muy distinto. La denuncia es de
una ilegalidad que no está dispuesta a aceptar la oposición por el
precio que les han pagado por el Pacto. Si el Presidente quiere
salvarla, tendrá que elevar la oferta de concesiones al PAN y al PRD a
cambio de la cabeza de Robles. La política es así. Ella era la más
vulnerable en el Gabinete peñista y ahora se ven las consecuencias de un
nombramiento, al final de cuentas, no perfectamente analizado.
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