21 abril, 2013

La caótica situación en Caracas

Editorial

Hugo Chávez pasó 14 años arruinando a Venezuela y parece que el caos empeorará después de las reñidas elecciones del domingo. Su heredero, el líder sindical Nicolás Maduro, se proclamó victorioso con 50,7% de los votos, pero el estrecho margen se traduce como un repudio al chavismo, considerando todos los obstáculos que fueron lanzados contra la oposición.
El candidato rival, Henrique Capriles, está exigiendo un recuento completo y se ha negado a aceptar la derrota, con todo su derecho. Estados Unidos, la Unión Europea e incluso la izquierdista Organización de Estados Americanos se pronunciaron a favor de Capriles. En un principio, Maduro dijo que aceptaría un reconteo de votos, pero el lunes, el Consejo Nacional Electoral lo declaró como ganador. También hay reportes de que cajas de votos que supuestamente deberían estar bajo la vigilancia de la Guardia Nacional han empezado a desaparecer.


Es notable que Capriles haya terminando con un déficit de 235.000 votos en el conteo oficial dado que Chávez había ordenado el cierre de casi todas las estaciones de radio y televisión independientes. Capriles fue vetado en todos los medios estatales y la mayoría de las pocas estaciones privadas que aún existen. Eso significó que tenía que presentarse en persona para ser escuchado. Maduro, por el contrario, disfrutó de horas al día en la televisión.
Capriles también estaba compitiendo contra un ejército de funcionarios cubanos que estaban a la mano para defender sus inversiones en su cliente político y rico en petróleo. La Habana, que recibe al menos US$4.000 millones al año en petróleo subsidiado de Venezuela, ahora gestiona todos los sistemas de información y control de documentos del gobierno.
Por años, Chávez se reusó a permitir una auditoría de los registros de votantes, haciendo imposible saber cuántas personas no ciudadanas tenían tarjetas de identificación electoral. El Ministerio de Hacienda extiende favores a los aliados políticos y la petrolera estatal controla la suerte de miles de trabajadores. Muchos venezolanos han dicho que no creen que el voto sea secreto.
Chávez edificó su éxito político en el culto a la personalidad, algo que Maduro no ha podido igualar. El discípulo trató de atraer el voto de simpatía por Chávez, quien murió en marzo de cáncer, incluso asegurando que el dictador fallecido se le había aparecido en forma de pajarito.
Pero Maduro también tiene que defender la debilitada economía venezolana, la cual está plagada de corrupción y una tasa de inflación anual de más de 30%. Los precios del petróleo han estado cayendo y la moneda nacional, el Bolívar, se negocia a casi cuatro veces menos que la tasa oficial. Esto a pesar de una devaluación oficial en marzo.
Para cerrar, la impugnación del voto significa que incluso si llega a la fuerza al palacio presidencial, es poco probable que Maduro tenga legitimidad democrática. Capriles es ahora un símbolo nacional de resistencia y el lunes les pidió a sus seguidores que salgan a las calles a protestar la declaración de victoria de Maduro.
Los cubanos y los chavistas sin duda están anticipando que sus tácticas de fuerza van a prevalecer de nuevo y que las protestas se desvanecerán. Y tal vez eso suceda. Pero algunas veces los países se han levantado en protestas pacíficas masivas para reclamar sus democracias cuando un dictador trata de robárselas. Esa fue la lección de Filipinas en 1986 con Corazón Aquino y de la revolución naranja de Ucrania en 2004, entre otras. La única forma en la que Venezuela pondrá fin al chavismo es con un levantamiento popular semejante.

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