24 abril, 2013

LA DERECHA; ES PUÑO SI VE



La derecha: ese puño sí se ve
 
René Avilés Fabila

Donde aparezca la fantasmal izquierda, reaparece la derecha, la que sí es real y crece en experiencia y organización. Apenas la vemos salir a las calles o vociferar, pero es una masa con frecuencia silenciosa y eficaz. La notamos discreta y se halla en todos los sitios, hasta en la izquierda. 

No se dejen engañar por el PAN, cuyos dirigentes actuales son patéticos, sino por esas grandes masas que Vicente Fox consiguió arrastrar. Lo más grave del asunto es que la izquierda visible no es más que un populismo ramplón y un sinfín de palabras de infinita pobreza y nula inteligencia. 


Nada quedó del pensamiento más avanzado. Por ejemplo, en Paraguay, luego de experimentar con un sacerdote progresista, Fernando Lugo, cayó en las manos conservadoras del millonario Horacio Cartes, que jamás ha ocultado sus simpatías por el mundo al que pertenece: el empresarial, y de paso por los negocios turbios. 


En Venezuela, con o sin pajarito, el chavismo está a la baja. Veremos cuánto resiste Maduro y qué hace Capriles en un país deprimido, que padece, como en el tiempo de Felipe Calderón, la sospecha de fraude. Al menos, la votación del primero fue escasa, ganó por unos pocos sufragios. 


En Bolivia, Evo Morales sueña con eliminar a las trasnacionales. Es una aspiración que tarde o temprano fastidiará a los bolivianos que son pobres y quieren mejores condiciones de vida, como en Cuba.

Como si lo que sucede en América Latina fuese poca cosa, en la Francia donde socialistas y comunistas fueron poderosos, hoy la patria está en peligro, como decían en tiempos de la Revolución. 


Por lo pronto, la derecha parisina, la que en 1968 se exhibió con timidez, ahora sale a las calles, hace procesiones religiosas y muestra su rechazo de modo contundente al matrimonio gay. Una bofetada al presidente Francois Hollande.

Puede consolarnos el hecho de que en México no ganó ni la derecha representada por el PAN ni la izquierda que aparentan el PRD y Morena. El triunfo se lo llevó el centro y hasta planes y proyectos les arrebató a unos y otros. 


Vemos a Rosario Robles disfrazada de chamula repartiendo cobijas y canastas básicas, en tanto que más de un derechista acendrado ocupa cargos en el gobierno de Peña Nieto. 


México comenzó su camino lento y seguro hacia la derecha desde el día en que Lázaro Cárdenas concluyó su gobierno, luego de crear algunos de los mayores mitos nacionales.

A los viejos marxistas les gusta pensar que las teorías con las que crecieron hablaban de flujo y reflujo, lo que indica un movimiento que si bien no está entre nosotros, puede regresar. Pero sus nuevos pasos son todos erráticos. 


Ahora el modelo a seguir está en los que supusimos fatigados países europeos. Más de uno es monarquía, pero les encanta ahora hablar de Estado de bienestar. Sin embargo, esa tesitura política está más cerca de las dádivas que de la propuesta de una sociedad sin clases.

A ninguna persona seria se le ocurriría pensar que el modelo es la Venezuela de Maduro o la Cuba de los hermanos Castro. Hay jóvenes y pequeños sectores que así lo creen, pero no habitan en esos territorios. Piensan en una sociedad de consumo, en una economía de libre empresa. 


La severidad del comunismo cubano o la locura de un socialismo bolivariano devoto de Cristo son francamente perversiones políticas. Las acciones de apariencia radical las llevan a cabo sólo los caudillos. 


En el resto de América Latina se piensa más en una economía de mercado, que es lo que prevalece en México y nadie, pero nadie, quiere alterar el rumbo.

En este contexto universal, la derecha se acomoda y busca la forma de no parecer tan cruel, desea un capitalismo contrario al salvajismo que le conocemos bien, lo quieren con rostro humano y para eso conceden paliativos que dudo tengan buenos resultados. La derecha aprende. En México fue apabullada, pero dentro de los demás partidos es una realidad.

La mejor filosofía mexicana se la escuché hace muchos ayeres a un amigo de Augusto Monterroso, en su casa, cuando el comunismo parecía sólido y más de la mitad del planeta vivía bajo el marxismo: Seamos capitalistas, vivamos bien, como señores, disfrutemos del dinero. Ah, pero si llega el socialismo, como en Cuba, pues seamos comunistas. 


Todos estábamos bien servidos y ninguno vivía mal, aceptamos de buen grado la propuesta con apariencia de broma. Creo que la mayoría de los latinoamericanos, para no ir hasta Europa, estaría de acuerdo. Simpatizan con propuestas de apariencia diferente, pero en el fondo quieren lo mismo: conservar el establishment. 


El planeta ha envejecido, no quiere más grandes revoluciones, salvo las tecnológicas que producen tranquilidad, coadyuvan en los negocios y dan la placidez de permanecer horas y horas ante pantallas enajenantes de todos tamaños.

Si la izquierda logra resucitar y recuperar algunos de sus principales objetivos, no serán hazañas como la que impulsaron Lenin, Mao Tse-tung, Ho Chi-min, Ernesto Guevara y Fidel Castro, serán baldes de pintura en fachadas resquebrajadas. 


Las utopías no existen más y las ideologías se han desprestigiado en pésimas aplicaciones. 


El nuevo hombre se extravió en los grandes centros comerciales. 


Es feliz en el consumismo y en consecuencia le teme al comunismo que por donde quiera fue espantable.

En tal contexto, la derecha se relame los bigotes ante apetitosos ratones.

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