por Hernán Büchi
Hernan Büchi fue Ministro de Hacienda de Chile.
Las cifras de la economía chilena siguen alertadoras. La estimación
de crecimiento del 2012 alcanza el 5,6% y el Imacec (Indicador Mensual
de Actividad Económica) de enero sorprendió con un 6,7%. El desempleo de
enero (6%) no se veía desde antes de la crisis asiática.
Existen, sin embargo, señales menos tranquilizadoras. El déficit en cuenta corriente creciente, que el Banco Central estima en 3,8% el 2012 y proyecta en 4,6% para 2013. El mercado laboral muestra signos de tensión por falta de trabajadores disponibles.
El crecimiento de tendencia basado en inversiones y aumentos de productividad,
es menor a las cifras observadas. El espacio de recuperación disponible
luego de la crisis del 2008-2009 ya se agota, de modo que esa
diferencia es una señal de alerta. Todo ello deberá ser considerado en
las decisiones de política económica.
Conviene destacar en este momento otra faceta que incide de forma
importante en el mejor desempeño de la economía chilena y de
Latinoamérica, que son los mejores términos de intercambio, debidos al
auge de las materias primas.
Los precios de alimentos, energía y metales han alcanzado niveles
impensados. El cobre es de los más favorecidos y su alza ha permeado
todos los sectores y niveles, explicando nuestro mayor bienestar.
Las materias primas directas o con alguna elaboración explican el 98%
de las exportaciones de Venezuela, el 89% en Perú, el 86% en Colombia,
el 76% en Argentina, el 66% en Chile y el 59% en Brasil.
Es por ello que aún cuando las políticas no han sido favorables
—Venezuela o Argentina—, el desempeño económico ha sido menos negativo
de lo esperado. Imaginemos un gobierno como el del ex Presidente Chávez
con el precio piso de US$10 a que llegó el petróleo en los 90 y no con
más de US$100 como hoy; o a la Argentina de los Kirchner con los precios
agrícolas de esos mismos años.
Detrás de este cambio favorable, aún en momentos en que los países desarrollados flaquean, está el avance de China.
Ha pasado a ser un importante socio comercial, recibe el 23% de las
exportaciones chilenas, o influye en los precios de tal manera, que sin
exportarle nos beneficia. Venezuela sigue teniendo a EE.UU. como su
principal cliente, el 50% de sus ventas, pero sin la demanda china de
energía el precio sería muy inferior.
China, con el 20% de la población mundial y sólo el 7% de la tierra
arable, el 7% de las reservas de metales y el 2% de las de petróleo,
seguirá siendo un factor positivo para Latinoamérica y para Chile en
particular.
Pero no olvidemos que lo mismo se decía de Alemania y Japón en los 60
y a comienzos de los 70, en el auge de su recuperación. El precio del
cobre estuvo también en ese momento a niveles insospechados, pero la
bonanza pasó y no la aprovechamos.
En el futuro ello puede repetirse, sea porque la tecnología cambia o
porque China entra en un proceso de desarrollo menos intenso en materias
primas. También puede suceder que dicho país llegue a un punto muerto,
como Japón desde inicios de los 90.
La clave para que esto último no ocurra está en la capacidad de
evolucionar de su sistema político. Ya antes se pensó que EE.UU. sería
dejado atrás por Rusia, Alemania o Japón, así como se piensa hoy que lo
hará China.
Sin embargo, la institucionalidad política americana, que hace más de
doscientos años se basa en que las personas son quienes buscan su
felicidad y donde el gobierno es limitado en poderes y alcance, le ha
dado una ventaja de certeza y flexibilidad no igualada.
China vivió el mes pasado la última etapa de una transición política,
un nuevo gobierno definirá el rumbo en los próximos años, dirigiendo a
una población más rica, más informada y mucho más exigente.
Debe superar la coyuntura económica de debilidad vivida en los
últimos semestres y transitar de una economía exportadora, donde el
mercado externo es su referencia para producir e innovar, a una con
mayor peso de la demanda interna, que la burocracia interfiere hoy en
demasía.
Japón no fue capaz de hacer esta transición y ello muestra lo difícil
de la tarea. Además de los desafíos económicos, la nueva dirigencia
requiere dejar atrás la corrupción —incluso con muertes no explicadas—, que han empañado al círculo de poder, todo ello en un contexto de mayor transparencia.
Esperamos que el nuevo gobierno sea exitoso. Eso nos dará un tiempo
mayor de bonanza, pero en ello no tenemos nada que decir. Lo que sí
podemos hacer es aprovechar al máximo nuestra buena fortuna para estar
en el mejor pie posible el día en que ella termine.
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