Las locuras de un dictador
Una virtud de las democracias es que
no son propensas a iniciar guerras. Esto se debe a que los líderes democráticos
deben su posición al voto popular, y el pueblo no es amigo de iniciar
conflictos que cuestan caro, tanto en vidas como en prosperidad. Los
dictadores, no tienen ese tipo de inconvenientes: creen que al pueblo no le
deben nada, y que más bien sus súbditos deben estar agradecidos y mostrar
obediencia hacia ellos. Ese es el caso de Corea del Norte, un país donde a
pesar de la pobreza extrema en la que vive gran parte de su población, la
dictadura hereditaria prefiere gastar en su presupuesto militar que en la
educación y la salud de sus habitantes.
Kim Jong Un, el joven y
recientemente entronizado líder de Corea del Norte aparentemente necesita
demostrar fortaleza tanto para consolidar su poder internamente como para
presionar a la comunidad internacional a ablandar las sanciones que existen
contra su país por su programa nuclear. Entre las escaladas retóricas,
Corea del Norte ha amenazado con atacar Guam, Hawai, Japón y Corea del Sur, ha
solicitado que las misiones diplomáticas existentes en Pyongyang se retiren del
país porque ya no puede garantizarles la seguridad y ha anunciado la intención
de reactivar un reactor nuclear. También ha prohibido el acceso a los
surcoreanos a la zona industrial de Kaesong.
El nivel de beligerancia verbal
mostrado por Corea del Norte tiene preocupada a la comunidad internacional,
pero sobre todo a Corea del Sur cuya población sería la mayor damnificada si
estallara una guerra. Solo el régimen conoce las verdaderas intenciones de esta
escalada y hasta donde están dispuestos a llegar, pero China, la mayor potencia
militar de la región, cuyo gobierno comunista es aliado de Corea del Norte,
puede y debe jugar un papel protagónico para desinflar un potencial conflicto y
reducir la tensión en la región.
Un conflicto bélico no beneficia a
los principales actores. No beneficia a la población de Corea del Norte que
encima de la pobreza en la que vive, tendría que sufrir los tormentos de una
guerra; no beneficia a Corea del Sur porque su población y sus ciudades serían
las primeras víctimas de ataques con misiles; y no beneficia a la dictadura
norcoreana que posiblemente terminaría perdiendo las riendas del poder.
Esperemos que la sensatez se imponga
y que todas las amenazas no pasen de retórica.
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