La oposición a la peronista Cristina Fernández de Kirchner
protagonizó este jueves por la noche masivas manifestaciones en Buenos
Aires y en otras ciudades argentinas en contra de la reforma judicial anunciada por el Gobierno
de este país, entre otras reclamaciones. Desde al año pasado ciudadanos
desconocidos, algunos identificados con partidos políticos de derecha,
vienen organizando por las redes sociales protestas nocturnas contra el
Ejecutivo pero la de esta noche fue la primera en la que participaron
todos los líderes de los principales partidos de la fragmentada
oposición, desde la Unión Cívica Radical (UCR) hasta el peronismo
antikirchnerista, de la conservadora Propuesta Republicana (PRO) al
Frente Amplio Progresista (FAP). Eso sí, los políticos iban mezclados
entre la gente, sin sobresalir.
Una larga columna de manifestantes se extendía como un río caudaloso por kilómetros en Buenos Aires, desde la esquina de las avenidas Santa Fe y Callao, en el aristocrático barrio de Recoleta, hasta el Congreso de la Nación, pasando por el Obelisco y la Plaza de Mayo. La protesta iba a llegar solo hasta esta última plaza, donde está la Casa Rosada (sede presidencial de Argentina), pero los manifestantes decidieron continuar hasta el Congreso donde se estaba debatiendo la reforma con la que Fernández quiere “democratizar” la justicia. “¡Ladrones, ladrones!”, iban gritando los manifestantes.
En los últimos años la sociedad argentina se ha polarizado entre kirchneristas y antikircheneristas, hasta el punto de que esta división ha ocasionado discusiones entre amigos y familiares. Sin embargo, una reciente encuesta publicada por el periódico La Nación indica que el 45% de los argentinos no se define ni a favor ni en contra del Gobierno. Son los votantes que le propinaron una derrota al kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2009, los que dieron la aplastante reelección a Fernández en 2011 y los que decidirán los comicios legislativos de agosto y octubre próximos.
Minutos antes de que llegaran los manifestantes al Parlamento, el Senado aprobó uno de los seis proyectos de la reforma judicial, aquel que busca limitar las medidas judiciales cautelares contra decisiones del Estado. El miércoles, la cámara alta también había votado dos iniciativas más, una de ellas a favor de la elección democrática de los integrantes del Consejo de la Magistratura, órgano que selecciona y destituye a los jueces. Hasta ahora los integrantes de ese cuerpo son elegidos por el Congreso, el Ejecutivo, asociaciones de magistrados y abogados y los rectores de universidades públicas. La Cámara de Diputados, mientras tanto, había aprobado los otros tres proyectos que completan la reforma judicial.
La manifestación había sido convocada a las ocho de la noche en toda Argentina. Uno de los puntos de encuentro en Buenos Aires era la esquina de Santa Fe y Callao, donde a esa hora solo se escuchaba el cacerolazo, mientras una señora elegante llevaba un cartel casero que pedía “Oposición unida” y un joven con boina, típica del campo argentino, apresuraba el paso. Unas mujeres llevaban la foto de una víctima de la inseguridad, otra portaba uno de los tantos carteles que decían “2015 sin Cristina”. Ese año se celebrarán elecciones presidenciales y los manifestantes procuraban mostrar este jueves que no estaban a favor de un golpe de Estado, como sugerían algunos kirchneristas, sino por un recambio democrático.
“¡Argentina, Argentina!”, gritaban los manifestantes en Santa Fe con Montevideo, mientras dos adolescentes pobres cumplían allí su tarea de todas las noches: revolver la basura para buscar cartones y papeles y venderlos después a intermediarios que los colocan en fábricas para su reciclado. “Está bien que protesten”, dijo Nahuel, de 16 años, que de día sigue yendo a la escuela secundaria en Lomas de Zamora, un municipio de la periferia sur de Buenos Aires. “Se tiene que terminar con la injusticia”, se quejó Nahuel, que dice que este año podrá votar por primera vez y lo hará por el PRO de Mauricio Macri, el alcalde porteño que provee a los cartoneros como este adolescente de autobuses para ir y venir a la capital a hacer su trabajo. No había pobres como Nahuel en la manifestación. Más bien había clases altas y medias, como la mujer rubia que pasó al lado con un cartel que decía “Trabajo digno”, lo que ni Fernández ni Macri le han dado a este joven bonaerense.
En Santa Fe y Uruguay, a pocos metros de la iglesia de San Nicolás de Bari, la misma que fue incendiada por los peronistas en su enfrentamiento contra los católicos antiperonistas en 1955, había cinco monjas, una en silla de ruedas, con sus cacerolas. Su antiguo arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, el ahora papa Francisco, había mantenido una mala relación con los Kirchner.
“Cristina Kirchner tirana”, “Basta de korruptos” y “Justicia independiente” decían unos carteles. “No a la re-reelección”, se refería otro a una eventual reforma constitucional para que se permita que Fernández se vuelva a postular en 2015. La jefa de Estado ha descartado cambios de la Carta Magna, pero algunos de sus seguidores los piden.
Varios manifestantes llevaban impresos carteles con el lema de la marcha “Basta #18A”, por la fecha elegida. En el Obelisco, Esther, jubilada de 74 años de Belgrano, un barrio porteño de clase media alta, explicaba a qué le decía basta: “A este gobierno, que se termine cuando corresponda. A la corrupción, a la impunidad, a los que están matando (por la inseguridad). No queremos una dictadura sino democracia con división de los tres poderes. Nadie quiere ser Cuba o Venezuela”. Más de un kirchnerista ha descalificado estas manifestaciones opositoras porque dice que son de una clase acomodada que protesta porque los controles de capitales le impidió desde 2011 seguir comprando dólares para ahorrarlos (los argentinos llevan décadas acumulando en esa moneda) y porque está en contra de la asignación por hijo para trabajadores en paro o en la informalidad. “No me dejan comprar dólares cuando ellos se los roban”, se quejó Esther. “No me parece bien la asignación por hijo, hay que darles trabajo y que no vivan de ayudas sociales”, añadió la jubilada. Cuando se le comentó que a la inmensa mayoría de los beneficiarios de esas subvenciones no les alcanza con ese dinero y también trabaja, Esther viró su posición: “No estoy en contra de la asignación sino del populismo”.
“Salario familiar para todos”, decía el cartel que había impreso Andrea Díaz, empleada bancaria de 40 años, madre soltera de un niño de diez y vecina de Chacarita, un barrio de clase media. Andrea estaba apostada en la puerta del Congreso. Era la primera vez que iba a una manifestación opositora y lo hizo porque desde hace seis años ya no cobra la asignación por hijo y ha empezado a pagar el impuesto a la renta. Andrea dice que no es que gane más sino que las asignaciones y los impuestos no se han ajustado por la elevada inflación que comenzó en 2007. “Pido lo que pide la CGT (Confederación General del Trabajo)”, planteó Andrea, poco antes de que cientos de jóvenes rompieran el cerco del Palacio del Congreso y se apostaran en sus escalinatas.
El que estaba entusiasmado con la rebeldía de aquellos manifestantes, que casi se enfrentan con la Policía, era el diputado socialista Roy Cortina, del FAP. Cortina decía que entre 200.000 y 300.000 argentinos se habían manifestado en todo el país, incluidas las ciudades de La Plata (donde se sumó el enfado por las inundaciones que dejaron más de 50 muertos hace pocas semanas), Córdoba, Rosario, Mendoza, Mar del Plata, Santa Fe, Tucumán y Salta. “Hay una agenda pendiente y los actos de corrupción fueron la gota que derramó el vaso”, decía Cortina. “Acá hay clase media, media baja, cansada de la inflación y la inseguridad”, justificaba el diputado su presencia en una manifestación que ha dejado de ser propiedad del PRO y otros grupos de derecha, como las primeras de 2012. Lo que no acepta Cortina es la reclamación de que toda la oposición se una: “No me voy a juntar con Macri sino con los que tengan un sentido progresista”.
A su lado estaba Mario Cafiero, dirigente del izquierdista Proyecto Sur: “Vine porque hay que acompañar a los ciudadanos en demanda de democracia, justicia independiente, el no a la impunidad. Es cierto que el PRO quiso apropiarse de estas marchas, pero lo exceden totalmente. Esto no es antipopular y si lo fuera, con tanta gente hay, tendríamos un problema”. Cafiero opinó que la imposibilidad de comprar dólares para ahorro “es un problema del Gobierno, que había dejado fugar antes millones”, y defendió la asignación por hijo, pero abogó por que se pase “del asistencialismo a la cultura del trabajo”.
Una larga columna de manifestantes se extendía como un río caudaloso por kilómetros en Buenos Aires, desde la esquina de las avenidas Santa Fe y Callao, en el aristocrático barrio de Recoleta, hasta el Congreso de la Nación, pasando por el Obelisco y la Plaza de Mayo. La protesta iba a llegar solo hasta esta última plaza, donde está la Casa Rosada (sede presidencial de Argentina), pero los manifestantes decidieron continuar hasta el Congreso donde se estaba debatiendo la reforma con la que Fernández quiere “democratizar” la justicia. “¡Ladrones, ladrones!”, iban gritando los manifestantes.
En los últimos años la sociedad argentina se ha polarizado entre kirchneristas y antikircheneristas, hasta el punto de que esta división ha ocasionado discusiones entre amigos y familiares. Sin embargo, una reciente encuesta publicada por el periódico La Nación indica que el 45% de los argentinos no se define ni a favor ni en contra del Gobierno. Son los votantes que le propinaron una derrota al kirchnerismo en las elecciones legislativas de 2009, los que dieron la aplastante reelección a Fernández en 2011 y los que decidirán los comicios legislativos de agosto y octubre próximos.
Minutos antes de que llegaran los manifestantes al Parlamento, el Senado aprobó uno de los seis proyectos de la reforma judicial, aquel que busca limitar las medidas judiciales cautelares contra decisiones del Estado. El miércoles, la cámara alta también había votado dos iniciativas más, una de ellas a favor de la elección democrática de los integrantes del Consejo de la Magistratura, órgano que selecciona y destituye a los jueces. Hasta ahora los integrantes de ese cuerpo son elegidos por el Congreso, el Ejecutivo, asociaciones de magistrados y abogados y los rectores de universidades públicas. La Cámara de Diputados, mientras tanto, había aprobado los otros tres proyectos que completan la reforma judicial.
La manifestación había sido convocada a las ocho de la noche en toda Argentina. Uno de los puntos de encuentro en Buenos Aires era la esquina de Santa Fe y Callao, donde a esa hora solo se escuchaba el cacerolazo, mientras una señora elegante llevaba un cartel casero que pedía “Oposición unida” y un joven con boina, típica del campo argentino, apresuraba el paso. Unas mujeres llevaban la foto de una víctima de la inseguridad, otra portaba uno de los tantos carteles que decían “2015 sin Cristina”. Ese año se celebrarán elecciones presidenciales y los manifestantes procuraban mostrar este jueves que no estaban a favor de un golpe de Estado, como sugerían algunos kirchneristas, sino por un recambio democrático.
“¡Argentina, Argentina!”, gritaban los manifestantes en Santa Fe con Montevideo, mientras dos adolescentes pobres cumplían allí su tarea de todas las noches: revolver la basura para buscar cartones y papeles y venderlos después a intermediarios que los colocan en fábricas para su reciclado. “Está bien que protesten”, dijo Nahuel, de 16 años, que de día sigue yendo a la escuela secundaria en Lomas de Zamora, un municipio de la periferia sur de Buenos Aires. “Se tiene que terminar con la injusticia”, se quejó Nahuel, que dice que este año podrá votar por primera vez y lo hará por el PRO de Mauricio Macri, el alcalde porteño que provee a los cartoneros como este adolescente de autobuses para ir y venir a la capital a hacer su trabajo. No había pobres como Nahuel en la manifestación. Más bien había clases altas y medias, como la mujer rubia que pasó al lado con un cartel que decía “Trabajo digno”, lo que ni Fernández ni Macri le han dado a este joven bonaerense.
En Santa Fe y Uruguay, a pocos metros de la iglesia de San Nicolás de Bari, la misma que fue incendiada por los peronistas en su enfrentamiento contra los católicos antiperonistas en 1955, había cinco monjas, una en silla de ruedas, con sus cacerolas. Su antiguo arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, el ahora papa Francisco, había mantenido una mala relación con los Kirchner.
“Cristina Kirchner tirana”, “Basta de korruptos” y “Justicia independiente” decían unos carteles. “No a la re-reelección”, se refería otro a una eventual reforma constitucional para que se permita que Fernández se vuelva a postular en 2015. La jefa de Estado ha descartado cambios de la Carta Magna, pero algunos de sus seguidores los piden.
Varios manifestantes llevaban impresos carteles con el lema de la marcha “Basta #18A”, por la fecha elegida. En el Obelisco, Esther, jubilada de 74 años de Belgrano, un barrio porteño de clase media alta, explicaba a qué le decía basta: “A este gobierno, que se termine cuando corresponda. A la corrupción, a la impunidad, a los que están matando (por la inseguridad). No queremos una dictadura sino democracia con división de los tres poderes. Nadie quiere ser Cuba o Venezuela”. Más de un kirchnerista ha descalificado estas manifestaciones opositoras porque dice que son de una clase acomodada que protesta porque los controles de capitales le impidió desde 2011 seguir comprando dólares para ahorrarlos (los argentinos llevan décadas acumulando en esa moneda) y porque está en contra de la asignación por hijo para trabajadores en paro o en la informalidad. “No me dejan comprar dólares cuando ellos se los roban”, se quejó Esther. “No me parece bien la asignación por hijo, hay que darles trabajo y que no vivan de ayudas sociales”, añadió la jubilada. Cuando se le comentó que a la inmensa mayoría de los beneficiarios de esas subvenciones no les alcanza con ese dinero y también trabaja, Esther viró su posición: “No estoy en contra de la asignación sino del populismo”.
“Salario familiar para todos”, decía el cartel que había impreso Andrea Díaz, empleada bancaria de 40 años, madre soltera de un niño de diez y vecina de Chacarita, un barrio de clase media. Andrea estaba apostada en la puerta del Congreso. Era la primera vez que iba a una manifestación opositora y lo hizo porque desde hace seis años ya no cobra la asignación por hijo y ha empezado a pagar el impuesto a la renta. Andrea dice que no es que gane más sino que las asignaciones y los impuestos no se han ajustado por la elevada inflación que comenzó en 2007. “Pido lo que pide la CGT (Confederación General del Trabajo)”, planteó Andrea, poco antes de que cientos de jóvenes rompieran el cerco del Palacio del Congreso y se apostaran en sus escalinatas.
El que estaba entusiasmado con la rebeldía de aquellos manifestantes, que casi se enfrentan con la Policía, era el diputado socialista Roy Cortina, del FAP. Cortina decía que entre 200.000 y 300.000 argentinos se habían manifestado en todo el país, incluidas las ciudades de La Plata (donde se sumó el enfado por las inundaciones que dejaron más de 50 muertos hace pocas semanas), Córdoba, Rosario, Mendoza, Mar del Plata, Santa Fe, Tucumán y Salta. “Hay una agenda pendiente y los actos de corrupción fueron la gota que derramó el vaso”, decía Cortina. “Acá hay clase media, media baja, cansada de la inflación y la inseguridad”, justificaba el diputado su presencia en una manifestación que ha dejado de ser propiedad del PRO y otros grupos de derecha, como las primeras de 2012. Lo que no acepta Cortina es la reclamación de que toda la oposición se una: “No me voy a juntar con Macri sino con los que tengan un sentido progresista”.
A su lado estaba Mario Cafiero, dirigente del izquierdista Proyecto Sur: “Vine porque hay que acompañar a los ciudadanos en demanda de democracia, justicia independiente, el no a la impunidad. Es cierto que el PRO quiso apropiarse de estas marchas, pero lo exceden totalmente. Esto no es antipopular y si lo fuera, con tanta gente hay, tendríamos un problema”. Cafiero opinó que la imposibilidad de comprar dólares para ahorro “es un problema del Gobierno, que había dejado fugar antes millones”, y defendió la asignación por hijo, pero abogó por que se pase “del asistencialismo a la cultura del trabajo”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario