17 abril, 2013

Perú: Eugenio D’Medina afirma: “Hay un giro hacia el plan inicial de Ollanta Humala” – Diario Correo



Los rumores de salida del ministro Luis Miguel Castilla sumados al intento del Gobierno por retomar la actividad empresarial del Estado y el soterrado intento de instaurar la reelección conyugal generan el temor de que la vuelta a la “Gran Transformación” no está muy lejana. Eugenio D’Medina, economista, politólogo y director de la Escuela de Posgrado de la Universidad Wiener, quien acaba de publicar un libro sobre la viabilidad del liberalismo en América Latina, nos alcanza sus reflexiones sobre esta situación.

Correo: Dejando de lado aspectos legales, ¿qué opina de la reciente oferta de Petroperú para comprar los activos de Repsol (La Pampilla y grifos)?
Eugenio D’ Medina: Como economista debo decir que estamos ante un reverdecer de un modelo económico caduco, a pesar del apogeo que pueda tener en los países de la órbita chavista. Y esto revela una desconfianza hacia el sector privado. En lo político, me hace recordar al presidente Humala diciendo “nosotros hemos iniciado la Gran Transformación”. Estoy percibiendo que luego de 18 meses de enamorar a los empresarios, hay un giro hacia el plan inicial. Puede tener que ver con la fortaleza que está alcanzando en las encuestas y que lo independiza de apoyos como los de los “garantes” Vargas Llosa y Toledo.
C: ¿Ya no necesita padrinos?
ED: Puede estar haciendo ese cálculo. Lo que pasa es que se ha conseguido una buena madrina en su esposa. De hecho, Nadine debe ser más conocida que Vargas Llosa o su hijo. Todo esto revela que nunca hubo el famoso “giro a la derecha” de Humala.
C: Uno de los argumentos del ministro de Energía es que quieren ampliar la red de grifos de Petroperú para “controlar” que los precios de los combustibles no se disparen.
ED: ¿Una intervención “romántica” del Estado en beneficio del consumidor? ¡Pamplinas! Eso se puede manejar de muchas otras maneras. La privatización de los grifos en los 90, junto con la de la CPT fue el signo más claro de la modernidad del mercado frente al viejo orden de una economía planificada que comenzó con Juan Velasco y se mantuvo durante los 80. Pero más preocupante que ver al Estado embarcarse en un mal negocio es este sesgo de cambio en la política…
C: Que es justo el tema de su reciente libro “El Hilo Conductor”. ¿Por qué, a pesar de los evidentes signos de desarrollo y bienestar que trae la aplicación de políticas liberales, esta no cala en la gente?
ED: Esa es la pregunta clave y lo que dice se hace patente cuando la gente le exige al Estado que le suministre agua y desagüe en lugar de demandar la privatización; o cuando se apoya una iniciativa como la del Servicio Militar Obligatorio. No hay un trasvase hacia las ideas, no cala el mensaje. La respuesta que encontré en mi investigación es que carecemos de un entramado de confianza.
C: ¿Confianza en qué?
ED: En absolutamente todo. La gente desconfía del Estado, pero también del sector privado y hasta del colega de trabajo. Una democracia liberal requiere de un compromiso político por mantener una economía de mercado sana y vigorosa. Cuando eso no sucede, se genera un conflicto social y cuando este llega a un nivel demasiado fuerte, se rompe el vínculo entre la democracia liberal y la base social que la sostiene y la gente comienza a optar por regímenes totalitarios o autocráticos, como sucede en Venezuela o Argentina. Eso termina por borrar el discurso liberal y por eso nunca terminamos de despegar. Por eso, en el Perú, seguimos estancados en las reformas de primera generación. No podemos privatizar el agua o la educación.
C: ¿Nuestra democracia es débil?
ED: Un pilar de una democracia liberal es un sistema judicial sólido y creíble. Otro es la división de poderes. Otro es la verdadera libertad de expresión, que solo se puede dar en una sociedad abierta. ¿Lo somos? No lo creo. Aquí el trabajador no puede discrepar con su jefe, el alumno no puede hacerlo con el maestro, el Primer Ministro no puede discrepar con la Primera Dama. La mejor política es quedarse callado. Somos una sociedad cerrada. Aquí hemos implantado la toma de carreteras como mecanismo extrainstitucional para solucionar conflictos y cuando se quiere utilizar un mecanismo de la democracia como la revocatoria nos dicen que atentamos contra la institucionalidad. El actual debate sobre la “reelección conyugal” nos desnuda como un país de letra chica. Se llega al poder con unas reglas de juego y luego se saca una interpretación conveniente para saltarse las normas. Eso mella la democracia porque afecta la confianza. Los argentinos celebran más el primer gol de Maradona a Inglaterra en 1986, ese que hizo con la mano, que el segundo, que es el mejor gol de la historia de los mundiales porque en su mentalidad, que es la nuestra, la pillería y la sacada de vuelta es un valor. En cambio en Inglaterra, una casa de apuestas le pagó tanto a los que apostaron por el triunfo de Argentina como por el empate. Perdieron dinero, pero eso responde a otro tipo de cultura. Nuestras democracias son solo forma y no sustancia.
C: En su libro sostiene que nuestra sociedad solo ha desarrollado pobladores y no ciudadanos. ¿Podría explicar mejor estas categorías?
ED: Un poblador es alguien con DNI. La ciudadanía te la da tu capacidad de interesarte por los problemas de la polis, del país. Eso se vio claramente en la revocatoria donde el “No” triunfó porque muchos prefirieron “evitarse la molestia” de tener que votar nuevamente. Y eso te demuestra que puedes encontrar pobladores tanto en La Planicie como en los conos. El ciudadano defiende sus derechos pero también se pone a pensar en qué esperan los demás de él: que no orine en la calle, que no pinte paredes, que no me estacione en la vereda, que no abandone a mis hijos, etc. Son los ciudadanos los que sostienen las democracias liberales.
C: ¿Y los liberales tienen responsabilidad en esta situación?
ED: Muchísima. Aquí se conforman con pontificar sobre los valores de la libertad, pero poco se preocupan por inculcarle a la gente que es la libertad la que les ha permitido progresar; que no deben reclamar más Estado sino más libertad. Por eso mi libro lo dedico a los liberales que todavía no saben que lo son, porque con los otros es muy difícil construir propuestas políticas. La gente más pobre es a la que el Estado más le arrebata.
C: ¿Y por qué la gente reclama siempre más Estado?
ED: Porque hemos sido educados bajo patrones de desconfianza hacia lo privado. Nuestra educación, pública o privada, está infestada del pensamiento socialista. Aunque estudies en el Markham o la Pacífico. Se nos enseña que la riqueza es mala y que la pobreza es un valor en sí mismo.

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