05 abril, 2013

¿Quiénes son los malos?

'Nosotros, los mercados' 

Para una buena parte de nuestros vecinos, si esta crisis tiene un culpable, éste vive en la City y trabaja en un hedge fund. No es una persona concreta. Ni siquiera tiene nombre. Es un ente. Es el "malvado especulador". El trabajador de la industria financiera que, armado de complejísimos derivados, se dedicó a amasar una gran fortuna, sin importarle el daño que a los demás, a los miembros de la economía real, podían estar causando sus movimientos de miles de millones de dólares, sus posiciones cortas y su agresiva forma de entender el "capitalismo salvaje".

 
Daniel Lacalle lleva desde el año 2005 interpretando este papel. Y no sólo no se avergüenza, sino que ha decidido abrir las ventanas de un mundo tan apasionante como desconocido para contarle a todo aquel que le quiera escuchar sin prejuicios cómo son ellos, "los mercados".
Con el mismo lenguaje sencillo y claro que le ha valido ser uno de los columnistas económicos más seguidos del país, Lacalle se pone a la tarea de desmontar uno a uno todos los mitos que rodean a su actividad:
  • ni son peligrosos vaqueros al margen de la ley (de hecho, soportan una de las legislaciones más intrusivas y extensas de cualquier mercado);
     
  • ni atacan por capricho a los países o valores débiles (más bien se defienden de decisiones políticas que hacen peligrar sus inversiones);
     
  • ni se forran mientras el resto de los mortales ve desaparecer sus ahorros (el número de despedidos en la City y la retirada de dinero de los fondos han alcanzado récords desde que empezó la crisis).
En realidad, Lacalle nos enseña algo que ya intuíamos. Que esos malvados especuladores que los políticos quieren demonizar son, simplemente, inversores que intentan proteger su dinero y el de sus clientes. Que lo hacen en un entorno enormemente competitivo, en el que la mayor parte del sueldo depende de la capacidad de trabajo y la inteligencia de cada cual. Que no sólo no tienen manía a tal país o cual empresa, sino que están deseando encontrar valores con potencial de crecimiento. O que cuando hacen apuestas a la baja son los primeros en pagar las consecuencias si les sale mal la cosa.
Afortunadamente, para nosotros, para él mismo y para la difusión de conceptos financieros básicos (algo de lo que está muy necesitado este país), Lacalle se aplica a su tarea pedagógica con un estilo que atrapa al lector desde la primera página. Es difícil soltar el pequeño volumen, dividido en 40 mini-capítulos de 6-7 páginas cada uno, que se leen como se bebe un vaso de agua y que nos van descubriendo a los no iniciados cómo es ese mundo de dinero, ambición, trabajo, riesgo y extrema competencia.
Según avanzamos en la lectura, es fácil que uno vaya percatándose de que esas historias que nos han contado en los últimos años tienen muchos agujeros. Desde que comenzó esta crisis se ha tejido un relato de héroes y villanos en el que los esforzados políticos luchaban a brazo partido contra los especuladores para mantener a flote el Estado del Bienestar, a los más necesitados o el honor nacional. Lacalle reta también esta visión y se pregunta: ¿quiénes son los malos, los que luchan por mantener el valor de sus inversiones y de las de sus clientes o quienes mienten en la elaboración de los presupuestos? ¿Los que tienen el sueldo ligado a sus resultados o los que se marchan tras haber empobrecido a un país con pensiones de lujo y un puesto en una empresa pública? ¿Quién es más especulador que un Gobierno que presenta unas estimaciones de PIB y déficit que sabe que no va a cumplir? ¿Quién puede exigir compromisos de inversión a largo plazo cuando todas las decisiones políticas que toma son a corto plazo? Definitivamente, esta historia no es como nos la han contado.

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