por Jim Powell
Jim Powell es académico titular del Cato Institute y autor de FDR’s Folley, Bully Boy: The Truth About Theodore Roosevelt’s Legacy y Greatest Emancipations.
La historia de la libertad deja en claro que las personas que ganan
su libertad generalmente son aquellas que luchan por ella con
dedicación, de manera inteligente y por mucho tiempo. Esto se debe a que
los individuos que tienen poder nunca renuncian al mismo de manera
voluntaria.
Pocos defensores de la libertad fueron más tenaces que la pequeña Harriet Tubman,
la esclava afroamericana convertida en abolicionista que murió el 10 de
marzo de 1913 cuando tenía alrededor de 92 años. Escapó de la libertad,
luego se reportó que volvió a la Confederación diecinueve veces,
arriesgándose a ser capturada mientras “dirigía” a aproximadamente 300
esclavos hacia la libertad. Aunque era analfabeta, llegó a conocer la
región del Atlántico Medio y el Noreste tan bien que pudo tomar rutas
zig-zag , dificultando que sus perseguidores adivinen dónde podrían
interceptarla. Ella fue resistente, también, soportando condiciones
brutales y siempre portando una pistola.
Nació de padres esclavos, y creció en una plantación en Dorchester,
Maryland, junto con siete hermanos. Varias veces fue golpeada por sus
amos. Una herida profunda en su frente marcó el punto dónde ella fue
golpeada lo suficientemente duro como para causarle desmayos recurrentes
por el resto de su vida. En una ocasión, cuando estaba trabajando cerca
de una vía, una mujer blanca solidaria se detuvo y ofreció ayudarla de
cualquier manera que pudiese. Tubman tomó nota de eso.
Luego, su amo vendió a dos de sus hermanas y ellas probablemente fueron
condenadas a una cadena de presos en el profundo sur de EE.UU. Tubman
nunca las volvió a ver. Esto la convenció de que debía intentar escapar.
En septiembre de 1849, luego de que todos estaban dormidos, Tubman
escapó y encontró su camino hacia la casa de la mujer amigable. La mujer
le dio comida y direcciones a otros que ayudarían en el Ferrocarril Subterráneo,
la red informal de voluntarios que fue organizada de manera espontánea
luego de la guerra revolucionaria en EE.UU. El Ferrocarril Subterráneo
desafió tanto las leyes del Norte como las del Sur. Por la noche, lejos
de las vías que eran patrulladas, Tubman intentó seguir la Estrella del
Norte y avanzó cientos de millas en medio de bosques densos, tanteando
su camino entre árboles.
Tubman llegó a Filadelfia en diciembre. Ella recordaba: “Miré mis manos
para ver si era la misma persona ahora que era libre. Había una gloria
sobre todo. El sol vino como el oro a través de los árboles y del campo,
y sentí como si estuviese en el cielo”.
Encontró un trabajo cocinando y limpiando en la cocina de un hotel. Hizo
eso por alrededor de un año, ahorrando dinero. También habló con
personas en el Comité de Vigilancia de Filadelfia que ayudaba a los
esclavos escapados. Se enteró que su hermana —una esclava con niños— iba
a ser vendida y separada de su esposo, que era un negro libre. Tubman
decidió regresar a Maryland y guiarlos hacia la libertad. Ese fue su
inicio como “guía” en el Ferrocarril Subterráneo.
Luego en 1850, la Ley de Esclavo Fugitivo apoderó a los cazadores de
esclavos sureños para capturar a los supuestos fugitivos sin un juicio
con juzgado y Tubman empezó a llevar esclavos a cientos de millas al
norte —a través de la frontera canadiense. Conoció al orador
abolicionista Frederick Douglass, cuya casa de tres
pisos en Rochester, N.Y., fue la última parada para muchos esclavos en
el Ferrocarril Subterráneo antes de que abordaran un barco a vapor para
cruzar el Lago Ontario.
Para cuando Tubman inició su misión épica, el Ferrocarril Subterráneo se
había expandido dramáticamente de sus orígenes humildes en la década de
1780s. El historiador John Hope Franklin citó cálculos de que en su
pico hasta 3.200 personas participaron, ayudando a los esclavos fugados
de una u otra forma —donando dinero, proveyendo alimentos, escondiendo
esclavos en un pajar, llevándolos a través de los ríos, entre otras
cosas. Tubman fue considerada como la guía sobresaliente, personalmente
acompañando tal vez a más esclavos fugados que cualquier otro ser
humano. Cuando ella apareció en una plantación, evaluando secretamente
“pasajeros” potenciales para su próximo viaje, se esparció el rumor
rápidamente en las habitaciones de los esclavos —“¡Moisés está aquí!”
Luego, en el Norte, los registros abolicionistas le atribuyeron sus
nuevos pasajeros arribados a “Moisés”.
Durante la Guerra Civil, Tubman sirvió como exploradora y espía. Por
ejemplo, fue la exploradora para la Redada del Río Combahee (1863) que
liberaron alrededor de 750 esclavos en Carolina del Sur.
Los impresionantes logros de Tubman atestiguaron la importancia de los
afroamericanos que se auto-ayudaron, así como de aquellos que ayudaron a
todos los demás. Mientras más esclavos condujo hacia la libertad, más
rápido se esparcía la palabra de que en realidad era posible ser libre, y
de esta forma, más esclavos tomaron la iniciativa de liberarse.
Eventualmente, la debilidad fatal del sistema de esclavos fue la
determinación de multitudes de hacer algo por cuenta propia.
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