24 abril, 2013

Siria: armas para los buenos

Siria: armas para los buenos

Por Alvaro Vargas Llosa
Mientras los rebeldes sirios no puedan obtener baterías antiaéreas y armas para contrarrestar el armamento pesado, especialmente los tanques, de Bachar Al Asad, no habrá forma de acabar con su régimen. ¿Qué espera Occidente para permitirlo?
 El mes que viene expirará el embargo de armas europeo contra Siria. Dos países, el Reino Unido y Francia, se inclinan por no prorrogarlo y por tanto permitir a los rebeldes, los grandes perjudicados por esta prohibición, adquirir el armamento necesario. Los demás países son renuentes. No entienden que Asad tiene armas tanto porque sus fuerzas regulares ya las poseían como porque Rusia e Irán le suministran lo que va faltando. Tampoco entienden que su preocupación principal, o sea el riesgo de que las armas que provea Occidente caigan en manos de los grupos yihadistas, especialmente Al Nusra, aconseja exactamente lo contrario de lo que la comunidad occidental está haciendo: los aliados de Al Qaeda tienen lo que necesitan y los buenos, que en Siria quiere decir los menos malos, están muy limitados. El embargo no sólo afecta la lucha contra Asad sino también el peso relativo de buenos y malos en la resistencia.
 
Esta semana la Unión Europea levantó el embargo petrolero para permitir que la oposición, que controla buena parte de las áreas con recursos naturales, pueda vender crudo y financiar su guerra. El problema es que en muchas de las áreas con petróleo (que no es que abunde en Siria) o con agricultura son los insurgentes malos, no los buenos, quienes cortan el bacalo. De hecho ha habido enfrentamientos entre Al Nusra y parte del Ejército Sirio Libre, como la Brigada Faruk, en algunos lugares. En la provincia de Deir ezZor, así como en Hasaka y en Raqqa, son los yihadistas los que controlan una parte nada desdeñable de los recursos. Para desalojarlos, al Consejo Militar Supremo, formado en diciembre a fin de unificar y ordenar el mando de las fuerzas rebeldes, le urge reforzarse. De lo contrario, el levantamiento del embargo petrolero va a beneficiar a Al Nusra más que a nadie.
 Hasta ahora, lo que han conseguido los buenos, o sea los menos malos, ha provenido principalmente de Qatar y Arabia Saudí. Estados Unidos y Europa les han suministrado ayuda no letal (el fin de semana pasado Washington decidió aumentarla). Si se levantase el embargo de armas y los rebeldes fiables obtuviesen acceso a baterías antiaéreas y antitanque, el control de la lucha contra Asad podría pasar a manos del Consejo Supremo Militar, lo que a su vez  fortalecería su capacidad de arrebatar a los yihadistas las áreas ricas en recursos.
Esto importa porque, apoderándose de los yacimientos petroleros y zonas de producción agrícola ahora bajo control de Al Nusra y compañía, el Consejo Supremo Militar podría conseguir una fuente de financiación permanente que hiciese viable el gran objetivo: atraer a algunas decenas de miles de desertores del ejército de Asad a los que les pagaría sueldos y equiparía adecuadamente. En otras palabras: montar algo parecido a un ejército regular para enfrentarse al de Damasco.
No es poca la autoridad moral que tienen Londres y París para proponer el levantamiento de armas. Fueron quienes, en contra de buena parte de Europa y ante el temor de Estados Unidos a involucrarse, llevaron la voz cantante en Libia, junto a Qatar y otros países árabes. Aunque el resultado no ha sido ideal por la proliferación de grupos armados que todavía existe allí, lo cierto es que el yihadismo no se ha apoderado de aquel país. En cualquier caso, el islamismo terrorista ya está instalado en Siria y dejar las cosas como están facilita mucho el trabajo de los fanáticos que responden directamente a Al Qaeda y a su líder, Al Zawahiri, y quieren convertir a Siria en un nuevo Afganistán. Su equipamiento y determinación les ha conferido el protagonismo de la lucha contra Asad (son responsables de 600 atentados, incluyendo muchos dentro de la capital), mientras que los rebeldes aliados a Occidente y de los árabes moderados se ven impotentes para romper el empate maldito con el régimen.

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