06 mayo, 2013

Chile: Fin al lucro – por Rolf Lüders

odioallucroAl cambiar el verdadero sentido de la palabra lucro, cargarla de emociones y darle un significado peyorativo, se está atacando – y en forma muy efectiva – la vena yugular de nuestro modelo.
Hay politicos de izquierda y centro insuperables para inventar eslóganes y para luego lograr que la población los haga suyos. Sucedió hace años, primero con los momios, luego con la alegría, y se repite ahora con el fin al lucro. Al cambiar el verdadero sentido de la palabra lucro, cargarla de emoción y darle un significado peyorativo, se está atacando comunicacionalmente y en forma muy efectiva a la vena yugular de nuestro modelo.


El lucro es definido como la ganancia, beneficio, utilidad, logro o provecho que se consigue en un asunto o negocio. Punto. De acuerdo con esta definición y en estricto rigor, tal logro no tiene por qué ser monetario, como sucede de hecho en el caso de algunas organizaciones cooperativas, universidades, colegios y fundaciones, sin perjuicio de que en nuestra legislación generalmente lo sea. Sin embargo, algunos están logrando cambiar radicalmente su sentido y el lucro está pasando a ser en Chile una expresión casi grosera, sinónimo de ganancias excesivas, de usura y de abuso.
El fin de las organizaciones es producir bienes y servicios, incentivados por las ganancias o logros a obtener, sujetas a las restricciones imperantes. Reconociendo el poder de los incentivos mencionados, materiales o no, en las modernas economías sociales de mercado y particularmente en la chilena, el Estado vela por maximizar la competencia, para asegurar así que las organizaciones cumplan sus objetivos sociales, al mismo tiempo que las ganancias, de ser materiales, sean normales. Si no es posible generar competencia, las autoridades recurren a otros medios de regulación – tales  como fijaciones de precios, licitaciones, etc. – para lograr los mismos objetivos.
Así, el lucro o la ganancia – entendida en su verdadero significado y legitimada principalmente por la competencia – es en el modelo chileno el instrumento que  incentiva la creación de nuevas organizaciones, incluyendo aquellas del área social.  Además, fomenta la  innovación y permite asignar en forma descentralizada y en principio óptima, los recursos de que dispone el país. Más importante, posibilita tener un sistema en que cada ciudadano pueda realizar su proyecto personal en un ambiente de plena libertad, cosa que a menudo -desafortunadamente- sólo valoramos cuando el entorno nos lo impide. Estos proyectos no tienen por qué privilegiar lo material, como tampoco lo tienen que hacer las organizaciones en que se realizan.
La grave tergiversación del concepto del lucro en Chile es obra de unos pocos que pretenden modificar radicalmente nuestro modelo. Para ello aprovecharon hábilmente algunos lamentables abusos de connotación pública. Estos y otros que existen o puedan surgir, se pueden y deben evitar a futuro, pero jamás se debe perder de vista que son nimios, comparados con aquellos que se producen a diario bajo regímenes totalitarios. Por esto, los que apreciamos los beneficios en una democracia representativa y de una economía social de mercado que la sustenta, debemos hacer, cada uno en su ámbito, un especial esfuerzo -que no será trivial- para volver a darle al lucro su verdadero sentido, que no tiene absolutamente nada que ver con ganancias excesivas, usura o abuso.

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