04 mayo, 2013

El Aprendiz de Tirano

Llegar al poder no era un medio para ayudar a su pueblo. Era un fin en sí mismo para convertirse en el heredero, en el único capaz de alzar la voz en un país donde el silencio es conveniente, donde el ejemplo está en una dictadora que por más de medio siglo mantiene a una nación caribeña secuestrada bajo el estigma del miedo y la pesadilla del racionamiento
En una accidentada carrera, ayudado por las muletas de interpretaciones insólitas de “iluminadas” y de acomodaticias resultas de árbitros “imparciales”, pudo ser candidato siendo presidente, y abusar sin escrúpulos, elemento ausente de la composición orgánica de los de su especie, del latifundio radioeléctrico que construyó su mentor en casi tres lustros de férrea autocracia.


Pero con todo lo antes señalado, apenas consiguió que le adjudicaran una pírrica ventaja, un exiguo diferencial de menos de dos puntos porcentuales. El heredero había despilfarrado millón y medio de votos en seis meses, y como algo más trágico, había logrado por primera vez que medio millón de consistentes simpatizantes de su causa cruzaran el río para demostrarle su rechazo.
Todo fue muy de prisa. Y el mismo candidato, carente de carisma, de discurso y de imagen propia, quien necesitó acompañar su foto en todas las piezas de propaganda con el rostro del líder hoy difunto, ahora aceleraba su entronización, ignorando que para ser proclamado vencedor no debe quedar duda de los resultados.
Prometió a los invitados extranjeros revisar todos los resquicios de la voluntad popular depositados en las cajas que más nunca nadie vio, y contando de nuevo con esa suerte de intérpretes convenientes, desestimó el valor del “comprobante”, elemento que con su solo nombre explica su naturaleza y propósito. Si esos “papelitos” son inocuos ¿por qué la ley te castiga si rompes o te comes uno de ellos?
Le entregaron todos los símbolos y signos del poder civil, del poder militar, pero eso no lo invistió de autoridad real, porque hasta a los suyos les quedó el amargo sabor de la victoria dudosa, de la trampa encubierta, del penoso papel de truncar la rendición de cuentas de un proceso donde todos esperamos transparencia.
Hoy vive una tragedia. Persigue a su propia sombra. Se rodea de policías pero no sabe lo que busca. Por eso jorungan los teléfonos de los empleados públicos en una cacería de brujas que emula a la Inquisición en tiempos digitales. Redes Sociales son auditadas, fotos, avatares y demás elementos que evidencian la lamentable paranoia de quienes lejos de proyectarse como vencedores, reconocen con sus miedos la presencia de la derrota, el frío del rechazo y el calor de una protesta que inteligentemente se encuentra controlada por un verdadero líder.
Eso es lo que lo enloquece. Que el libreto cubiche no resultó como se lo entregaron. No pueden infiltrar a nadie buscando la tragedia porque nadie salió. No pueden tapar el ensordecedor ruido de las cacerolas de los hogares humildes con los millones de bolívares que queman cada noche de nuestro dinero en cohetes insípidos, porque la cacerola no suena por su material sino por la rabia con la que la tocan, y esa infinita molestia del pueblo de a pie lo está descomponiendo poco a poco.
Comienza una persecución, rapaz y artera, como todos sus actos, donde malogran a estudiantes para sembrar el miedo, proyectando el suyo propio y encarcelando a quienes son capaces de denunciar ante el mundo la vergonzosa entrega de nuestra soberanía a un gobierno desapegado de la democracia y alejado del respeto por los derechos humanos.
Esto es lo que intenta el aprendiz de tirano, ese que no conoce su propia geografía, que no puede estructurar dos minutos de ideas propias sin caer en contradicciones o en el ridículo de los barbarismos lingüísticos, ese que persigue a los periodistas que desnudaron su disfraz de vocero en la adversidad de su líder, que demostraron su reiterada mentira al llenarse la boca con los relatos de un moribundo supuestamente trotando o en reuniones maratónicas tratando temas de economía, ese que no es capaz de reconocer que no son burgueses quienes lo adversan y que gran parte del pueblo lo repudia por su animoso deseo de engañarnos todos los días.
Pero el aprendiz de tirano no sabe que para ser tirano hace falta algunos ingredientes que él no tiene consigo. Una imagen propia que nadie logra fabricarle, un discurso vehemente que no puede dibujar, aliados incondicionales que no encuentra en su entorno y una causa nacional que nunca tuvo y que ahora trata de reciclar de quien fuera su maestro de un curso que evidentemente reprobó.
El pretorianismo de su antecesor no deja espacio para su propia impronta porque aunque se vista de verde oliva y luzca las charreteras que le regalaron es un civil, sin ascendencia alguna entre una casta que no lo ve como uno de ellos aunque les juren que es el líder reencarnado.
No importa a cuántos encierre en las mazmorras de una incipiente dictadura, no importa si convierte el ejercicio de la oposición democrática en la clandestinidad, el verdadero prisionero está en otro sitio, rodeado de un pasado que lo castró y de un futuro que es una camisa de fuerza por los compromisos que contrajo para llegar a donde pensó que era el final de una carrera sin saber que es solo el principio de su propia pesadilla.
Esta versión tropicalizada del clásico de Goethe nos trae a un Fausto que vendió su alma a Mefistófeles para tenerlo todo y que no podrá complacer a su Margarita porque al libro se le acaban las páginas rápidamente.
Venezuela es un país libre y nadie lo condenará al oscurantismo de la barbarie emulando los episodios más tristes de regímenes despóticos como los representados recientemente. Ahora, tal vez entendamos los lazos de amistad con los “hermanos” pueblos de Bielorrusia, Irán, Siria y de la inefable Cuba castrista.
La lucha apenas comienza y quien quiera gobernarnos primero debe demostrar que ganó ese derecho en buena lid. Las cartas están echadas. Y les recuerdo que “oposición” es una palabra que define acción. No hay oposición pasiva. Y no permitiremos que este aprendiz obtenga el grado de tirano. Si quiere gobernar, demuestre que ganó, respete a todos por igual y conceda a todos los derechos consagrados en nuestra Carta Magna. o como dice el juramento, la Patria lo condenará.
Amanecerá y veremos….

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