07 junio, 2013

Cuidado, la República Popular China y su gobierno no son como se pintan (I)

Ángel Verdugo
Las transformaciones sufridas desde el 1 de octubre de 1949 son dignas de estudio por su extensión y profundidad. 
Cuidado, la República Popular China y su gobierno  no son como se pintan (I)
La visita de Estado de Xi Jinping (secretario general del Comité Central del Partido Comunista Chino, presidente de la Comisión Militar Central, y Presidente de la República Popular China), como parte de una gira por América Latina y Estados Unidos, ha generado aquí —entre no pocos funcionarios y políticos encumbrados—, una visión equivocada que raya en la ingenuidad, del verdadero carácter del gobierno que aquél encabeza y del país que gobierna.

Las transformaciones sufridas por la República Popular China desde el 1 de octubre de 1949 —cuando el presidente Mao proclamó su fundación en la tribuna principal de la Plaza de Tian’anmen—, son dignas de estudio por su extensión y profundidad.
La instauración del socialismo “con características chinas” representó, desde aquella fecha, una fuente permanente de conflictos políticos e ideológicos con la extinta URSS. Primero con Stalin y después con Kruschev, las diferencias entre ambos países se agudizaron a tal grado, que el rompimiento teórico e incluso los enfrentamientos armados durante los años 70, fueron algo normal.
Cada uno intentaba presentarse como el heredero fiel de las ideas de Marx y Lenin; esta pretensión llevó a la República Popular China y al Partido Comunista Chino, a equiparar el “Revisionismo Soviético” de Kruschev con el Imperialismo Yanqui y a considerarlos sus enemigos, así como también de los movimientos revolucionarios del mundo.
La URSS —desde la fundación de la RP China—, intentó verla como “hermano menor” y a su Partido Comunista, como una organización cuya visión y vía para hacer la revolución era eminentemente “campesina” y al presidente Mao como un campesino; intelectual, pero campesino.
Las cosas no mejoraron en los años siguientes; después de varios desastres económicos y políticos (El Gran Salto adelante, la hambruna de 1958 a 1962 y la Revolución Cultural Proletaria entre otros, productos todos ellos de la visión ya desquiciada del presidente Mao), las condiciones materiales rayaban en una miseria que amenazaba la estabilidad política y militar de la región.
A la muerte del moderado y “hacedor” de cosas, Zhou Enlai, en febrero de 1976 y del presidente Mao en septiembre de ese mismo año, y después de varias purgas en el seno del Partido Comunista, Deng Xiao Ping logró hacerse del control total del partido y el gobierno. Este poder le permitió, además de poner orden —tal y como aprendió de su mentor, Zhou Enlai—, empezar a caminar por una ruta diferente, alejada de los excesos ideológicos del presidente Mao.
La economía, para fines de los años 70, era un desastre total; éste, aunado a la responsabilidad de gobernar un país de casi mil millones de habitantes con un alto porcentaje de ellos en la peor de las miserias, obligaba a concretar cambios urgentes y profundos.
Había que dejar la pureza ideológica y el celo revolucionario de lado para, con el poder dictatorial ya en sus manos, tomar medidas efectivas; drásticas, pero efectivas en la esfera económica. Es en este punto, obligado a dar resultados para evitar un estallido de proporciones inimaginables, cuando da el gran giro de 180 grados sintetizado en la hoy famosa frase: “No importa el color del gato, con tal de que cace ratones”.
El miércoles concluiremos este apretadísimo recorrido por la historia de la República Popular China, desde 1949 a la fecha; espero poder demostrar, que China no es como la pintan.

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