por Doug Bandow
Doug Bandow es Académico Titular del Cato Institute.
No se puede comprar amor, se dice, pero no es porque Washington no lo
ha intentado. EE.UU. parece creer que la única manera de demostrar
amistad con otros gobiernos es o defenderlos o subsidiarlos.
Desafortunadamente, la segunda de estas estrategias rara vez funciona.
Es hora de que Washington deje de entregar ayuda externa —especialmente a naciones más ricas como Israel.
Israel no necesita ayuda externa —es una nación rica con un floreciente
sector de alta tecnología. Las debilidades en otras áreas de la economía
son en gran parte auto-infligidas mediante prácticas económicas
colectivistas. Además, Israel es un súper poder militar en su región.
Tal vez, las transferencias deberían ir en la dirección contraria. Sin
embargo, el senado está considerando legislación para extender los
$9.000 millones en garantías de préstamos y para proveer más apoyo
militar. En lugar de reflejar lazos más estrechos, no obstante, el
dinero extra es señal de una redada financiera en año electoral. Los
políticos israelíes disfrutan tener más dinero estadounidense para
gastar mientras que los políticos estadounidenses gozan de gastar más
dinero de los estadounidenses para obtener más votos.
Aún así algunos israelíes dudan de que la “ayuda” estadounidense sea tan buena para su nación. El año pasado, Yarden Gazit
del Jerusalem Institute for Market Studies escribió un estudio que
advertía “a muchas personas que no aprecian los costos reales de la
ayuda estadounidense a Israel”. Su análisis sugiere que una muestra de
verdadera amistad con Israel sería dejar al país libre.
Washington ha provisto más de $110.000 millones en ayuda externa a lo
largo de los años, sin contar las garantías de préstamos. El año pasado,
calculó Gazit, el respaldo estadounidense constituyó 1,5 por ciento del
PIB de Israel, 4 por ciento del presupuesto del gobierno y 24 por
ciento de los desembolsos para la defensa. Desde 2008, toda la ayuda
externa ha sido para las fuerzas armadas, pero el dinero es fungible.
Israel recibe $3.000 millones al año, tres cuartos de este dinero debe
ser utilizado para la compra de armas estadounidenses. Gazit señaló:
“Mientras que a primera vista, tres mil millones de la asistencia anual
parece totalmente ventajoso, una mirada más detenida revela múltiples
desventajas”. El dinero de EE.UU. viene con condiciones, sobre todo el
requisito de que Israel compre armas estadounidenses, lo cual eleva el
costo de las compras por parte del gobierno israelí. Gazit estimó que el
“regalo” de EE.UU. podría costar alrededor de $600 millones. Eso es un
quinto de la “ayuda externa” nominal. Ese dinero, al menos, es
principalmente un subsidio a los productores estadounidenses de armas.
Washington también relaciona la ayuda entre Israel y Egipto. Egipto
tradicionalmente recibe dos tercios de lo que sea que Israel recibe. La
transformación a través del Río Nilo podría deshacer ese arreglo,
especialmente si Cairo abandona la paz con Israel, pero hasta ahora esa
relación continúa.
Jordania, también, recibe cuantiosos subsidios de EE.UU. —alrededor de
$700 millones el año pasado. Aunque las transferencias a Egipto y
Jordania son una mezcla de respaldo económico y militar, nuevamente, el
dinero es fungible. Y esto significa que la ayuda estadounidense libera
recursos para el uso egipcio y jordano en sus fuerzas armadas. Mientras
que el peligro de que cualquiera de estos dos países ataque a Israel
sigue siendo mínimo, Gazit señaló que Israel “debe estar preparado para
cualquier posibilidad —incluso una de muy poca probabilidad— de una
guerra defensiva ya sea en la frontera con Egipto o en la frontera con
Jordania”.
De manera que mientras más dinero da EE.UU. a Egipto y Jordania, más
tendrá que gastar Israel en sus fuerzas armadas. Gazit agregó: “Con la
desventaja comparativa de Israel en términos de población relativa (más
de diez egipcios por cada israelí), mantener una ventaja cualitativa en
equipos y armas es crítica”. Gazit citó al investigador Erez Raphaeli al
afirmar que cada dólar extra que recibe Egipto requiere un gasto
israelí de $1,30 a $1,40 para mantener el balance militar. De esta
forma, se quejó Gazit, “No solo que la asistencia estadounidense no
provee a Israel una ventaja económica, requiere que Israel gaste
cantidades adicionales de sus propias reservas de seguridad interna”.
Hay otro problema con la ayuda estadounidense. Mientras que la
cooperación bilateral en defensa ha ayudado a fortalecer la industria
israelí de armas, las condiciones de la ayuda estadounidense hacen lo
contrario. Como en algunos casos el gobierno israelí tiene que optar por
las armas estadounidenses aún cuando los productos domésticos sean
mejores, más baratos o ambas cosas, los productores israelís que son
eficientes pierden contratos con el gobierno y sus consecuentes
economías de escala. Las empresas israelíes también tienen que comprar
materia prima estadounidense, que aumenta el costo de las armas
israelíes en los mercados mundiales.
Además, indica Gazit: “Debido a la reputación de Israel como un poder
militar, cualquier elección de compra de Israel instantáneamente
aumentará la demanda de ese producto en el mercado internacional. Cuando
un país extranjero contempla la compra de un fabricante israelí de
armas, la pregunta de si las mismas fuerzas armadas de Israel utilizan
ese producto muchas veces juega un papel en la decisión”. Por lo tanto,
si el gobierno israelí compra armas estadounidenses, las empresas
israelíes podrían perder contratos en el extranjero.
Washington incluso usa su propio peso para limitar las ventas israelíes
de armas en el extranjero. Por ejemplo, en 2000 el congreso amenazó con
reducir la ayuda externa si Israel vendía armas a China. “La asistencia
estadounidense coloca presión sobre Israel en esta cuestión, con la
resultante pérdida económica”, dice Gazit.
Otro impacto de la ayuda externa sobre Israel es el mismo que en otros
lugares —desincentiva la eficiencia. El pago garantizado, sin importar
las necesidades de defensa de Israel “deja el sistema sin incentivo
alguno para volverse más eficiente”, advierte Gazit. El ex primer
ministro Ehud Olmert argumentó que Israel podría
reducir su gasto en las fuerzas armadas sin daño alguno para su defensa
pero que el dinero estadounidense reduce la presión para hacerlo.
Tal vez es todavía peor cómo la “ayuda” estadounidense infla todavía más
el Estado, ya obeso, de Israel. La “ayuda” de gobierno a gobierno ha
hecho crecer al Estado dominante, despilfarrador y regulador alrededor
del mundo. Israel no es distinto.
Gazit explica:
Sin esta ayuda, el gobierno se vería obligado a reducir el tamaño del sector público,
mediante cortes en el presupuesto de defensa, una reestructuración y
mayor eficiencia en otros marcos. Esto destinaría muchos más recursos
hacia el sector privado, que estaría motivado a buscar soluciones
creativas y orientadas hacia el crecimiento, involucrando personal,
financiamiento así como también tierras y otros recursos que actualmente
están en manos del Estado.
Promover un Estado más grande y menos eficiente naturalmente reduce la
fortaleza económica de Israel, que es necesaria para mantener una
defensa efectiva. De manera más general, argumenta él, “la dependencia
del Estado israelí del contribuyente estadounidense es un ejemplo
negativo que sirve para promover una cultura de dependencia”.
Gazit se preocupa acerca del intangible daño moral para la sociedad
israelí. Reconoce que las presiones sobre el presupuesto en EE.UU.
eventualmente podrían afectar la ayuda financiera hacia Israel. En ese
momento los cortes unilaterales a la ayuda serían vistos como un
compromiso debilitado con Israel, aunque” si la misma medida fuese el
resultado de un acuerdo entre los dos países, siguiendo la iniciativa de
Israel, la situación de Israel no se vería perjudicada”. En general, él
predice que “el daño económico y estratégico para Israel como resultado
de la ayuda estadounidense solo aumentará”.
Los problemas financieros a los que se enfrenta EE.UU. solo empeorarán
durante los próximos años. En lugar de continuar prestando para
subsidiar a otros países, el Tío Sam necesita admitir que está quebrado y
dejar de regalar dinero que no tiene. Una España altamente endeudada
acaba de anunciar que dará por terminada la ayuda para el desarrollo
hacia América Latina.
Washington debería hacer lo mismo, incluyendo a Israel. Lejos de
perjudicar a Israel, acabar con la “ayuda” le estaría haciendo un favor a
este aliado de EE.UU. Es probable que Israel logre su potencial total
solamente después de que termine su inusual dependencia de Washington.
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