01 noviembre, 2007

¿Feliz día de la ONU?

Irán, que ha amenazado con "borrar a Israel del mapa", es vicepresidente de la Comisión de Desarme de la ONU.

Mientras los burócratas de la ONU, que cobran de más y trabajan de menos, descorchan champán y se dan un banquete de canapés y gambas en Turtle Bay para celebrar el día de la ONU, es importante que el mundo recuerde a aquellos a quienes la organización ha fallado o que han sufrido bajo su mando.

Entre ellos están el millón de tutsis masacrados por los hutus en el genocidio de Ruanda de 1994 mientras que las fuerzas de pacificación de la ONU se quedaron mirando; los 10.000 bosnios musulmanes masacrados en Srebrenica por los serbios mientras estaban bajo la protección de tropas holandesas en un "refugio" de la ONU; los más de 200.000 habitantes de Darfur asesinados por las milicias Yanyauid, patrocinadas por Sudán, mientras la ONU debatía si era o no un acto del genocidio, y el régimen de Jartum apacentaba en la Comisión de Derechos Humanos; los millones de iraquíes que sufrieron bajo la bota brutal del régimen baasista mientras que Sadam Hussein saqueaba el Programa Petróleo por Alimentos; los millones de habitantes de Zimbabwe y Birmania que continúan sufriendo en las manos de brutales regímenes tiránicos mientras que Naciones Unidas hace la vista gorda; y los centenares de refugiados violados por los cascos azules de la ONU en el Congo y el sur de Sudán.

Los fracasos de la ONU, desde su incapacidad (y desgana) para detener la limpieza étnica en África y los Balcanes hasta los generalizados abusos de los cascos azules de la ONU por todo el mundo, son innumerables. La inoperancia, la incompetencia e incluso una abyecta falta de humanidad han sido demasiado a menudo el sello distintivo de las operaciones de Naciones Unidas, que con frecuencia ha demostrado una cruel indiferencia al sufrimiento humano.

Como Anne Bayefsky –editora de la magnífica web sobre la ONU Eye on the UN– ha enumerado, apenas si hay algún departamento de la organización mundial que no esté contaminado por el tufo de despotismo y de los estados patrocinadores del terrorismo. La lista es una auténtica casa de los horrores y convierte en una farsa los supuestos compromisos de Naciones Unidas con los derechos humanos:

  • Libia acaba de ser elegida por un período de 2 años como miembro del Consejo de Seguridad.
  • Zimbabwe se sienta en el Consejo Ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA), al igual que Sudán, aunque millones de personas en el África meridional corren el riesgo de morir de hambre debido a la política represiva del régimen de Mugabe.
  • Corea del Norte, la nación más pobre y menos libre del planeta, se sienta en la Comisión de Desarrollo Social.
  • Siria es vicepresidente del Comité General de la Agencia Internacional de Energía Atómica y del Primer Comité de Desarme y Seguridad Internacional de la Asamblea General.
  • Irán, que ha amenazado con "borrar a Israel del mapa", es vicepresidente de la Comisión de Desarme.
  • Birmania es vicepresidente del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
  • Sudán, con su amplia experiencia en el apoyo de masacres en Darfur, se sienta en el Comité Ejecutivo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
  • El Consejo de Derechos Humanos, boicoteado por Estados Unidos, incluye a China, Rusia, Arabia Saudí, Pakistán y Cuba entre sus miembros.
  • El viceministro del Interior de Teherán es miembro del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de dicho Consejo de Derechos Humanos.

La ONU también se ha ganado una sólida reputación como institución plagada de corrupción y dominada por una sórdida cultura política de mirar hacia otro lado. Las diversas investigaciones del escándalo mayúsculo del Programa Petróleo por alimentos sirvieron para abrir la caja de Pandora. Más recientemente, Naciones Unidas se ha visto sacudida por otro importante escándalo de corrupción, esta vez relacionado con el aprovisionamiento para las operaciones de paz de la ONU. No obstante, en ninguno de los casos se ha sancionado a los funcionarios corruptos. Aún estamos esperando alguna verdadera reforma en materia de burocracia y su cultura corrupta.

Los fracasos de la ONU son polifacéticos y no se pueden atribuir a una sola causa. En parte son debidos a la falta de liderazgo por parte de su Secretaría General y de muchos de sus estados miembros, combinado con mala administración y falta de disciplina así como ineficacia ampliamente generalizada y una cultura de la corrupción profundamente arraigada.

También se debe a una completa carencia de claridad moral en la escena internacional, una completa falta de interés en hacer frente a los actos de genocidio o totalitarismo, unidos a la buena voluntad de dar cabida a tiranos y dictadores. Esto ha conducido a una pérdida de fe en la capacidad de la ONU para defender hasta su propia Carta Universal de Derechos Humanos o de proteger a la gente más vulnerable del mundo, incluyendo a las víctimas de la limpieza étnica y a refugiados que buscan protección bajo la bandera de Naciones Unidas.

La mejor forma de describir a la ONU hoy en día es como un paciente enfermo que está esperando una transfusión de sangre; la organización mundial cada vez está menos preparada para las exigencias del siglo XXI y se dedica a labrar el camino hacia su propia irrelevancia.

Fundada en 1945 con las nobles ambiciones de fomentar la paz, la prosperidad y la seguridad en el mundo, Naciones Unidas puede mostrar pocos éxito significativos. Sus dos supuestos mejores momentos –la defensa de Corea del Sur en la guerra con su vecino del norte y la liberación de Kuwait, atacado por Irak– fueron en ambos casos operaciones lideradas por Estados Unidos y que habrían tenido lugar incluso si no hubiera existido la ONU.

Sin la presencia de la potencia más grande del mundo, la ONU sería un cuerpo impotente, falto de legitimidad y económicamente paralizado.

Estados Unidos ha sido el mayor contribuyente presupuestario de la ONU desde su fundación, donando anualmente 5.300 millones de dólares a la organización mundial. Estados Unidos suministra el 22% del presupuesto anual regular para el funcionamiento de la ONU, más que las contribuciones combinadas de Francia, Alemania, China, Canadá y Rusia.

Estados Unidos paga el 41,5% (1.120 millones de dólares) del presupuesto para el Programa Mundial de Alimentos, el 24% del presupuesto de la ACNUR y el 9,4% del presupuesto de UNICEF. Estados Unidos es el mayor contribuyente del mundo de las operaciones de pacificación de la ONU, financiando el 27% de su presupuesto total (870 millones de dólares al año). Entre 2001 y 2005, Estados Unidos entregó 3.590 millones de dólares para operaciones internacionales de pacificación auspiciadas por la ONU.

Estados Unidos tendrá que evitar a la ONU cuando ésta obstruya los intereses de Estados Unidos o sea incapaz de actuar. Estados Unidos deberá trabajar más enérgicamente con organizaciones como la OTAN y liderar coaliciones con países dispuestos a ocuparse de amenazas específicas contra la seguridad internacional, así como a hacer frente a crisis humanitarias. Al mismo tiempo, Estados Unidos, junto con aliados próximos, debe fundar más organizaciones fuera del sistema de la ONU para atender asuntos globales. Debe, por ejemplo, buscar la creación de una nueva organización de derechos humanos fuera de la ONU que estaría compuesta solamente por estados democráticos que acaten los principios básicos de libertad y autonomía individual.

Naciones Unidas debería tener que competir en un mercado global de instituciones internacionales. La posición privilegiada de la ONU como organización dominante mundial en áreas como las de derechos humanos, ayuda humanitaria y desarrollo internacional debe verse cada vez más disputada por otras organizaciones multilaterales o coaliciones ad hoc.

El que la ONU siga el camino de su predecesora, la Liga de Naciones, y se hunda en el abismo de la historia como un enorme fracaso dependerá de su voluntad por reformarse así como de su capacidad para enfrentarse a los retos de hoy, sea la amenaza del terrorismo global, de las acciones agresivas de un régimen dictatorial o de la masacre total de un grupo étnico a manos de otro. El terrorismo, la tiranía, y el genocidio siguen siendo los tres grandes males de nuestro tiempo y la ONU será juzgada por cómo responde a ellos. Si Naciones Unidas no está a la altura de la misión, entonces más pronto que tarde llegará la hora de que se retire y deje paso a un sucesor.

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