Un circo en la selva colombiana
Las narcoguerrillas comunistas de las FARC, de acuerdo con Hugo Chávez, montaron un gran circo mediático para liberar a tres inocentes secuestrados en las selvas colombianas desde hace varios años. Pero otros terroristas más oportunos les aguaron la fiesta con el asesinato de Benazir Bhutto en Pakistán.
La publicidad, pues, será menor. En todo caso, ¿qué objetivos perseguían los protagonistas de este espectáculo obsceno, basado en explotar los sufrimientos de las víctimas y de sus familiares colombianos?
Comencemos por Hugo Chávez.
El venezolano buscaba proyectar su imagen y consolidar su condición de líder. Forma parte de su psicopatía narcisista, pero también de su estrategia. Planteó la operación como un triunfo político colectivo. Así que, rápidamente, les pidió a sus aliados que designaran a personas de cierto rango que demostraran su poder de convocatoria. Chávez, como todos los capos, cobra con intereses los recursos que entrega.
Argentina envió al ex presidente Néstor Kirchner y al canciller Jorge Taiana; Cuba, a Germán Sánchez, embajador en Caracas, conocido por los venezolanos como el Virrey; Ecuador escogió a Gustavo Larrea, ex ministro del Interior; Brasil, a Marco Aurelio García, un hombre muy cercano a Lula y a Castro, y Bolivia, al viceministro Sacha Llorenti. Junto a ellos, despistado, viajaría el embajador francés Hadelin de la Tour-du-Pin.
Para las FARC, la liberación de las dos mujeres y del niño nacido en cautiverio conlleva seis objetivos:
- Demostrar flexibilidad y mejorar su incómoda imagen de asesinos y narcotraficantes.
- Obligar al odiado gobierno de Uribe a reconocerles cierta legitimidad.
- La admisión, aunque sea provisional, de "zonas de despeje".
- La introducción en el conflicto de factores internacionales que les son favorables.
- Respaldar y complacer a Hugo Chávez, el más valioso de sus cómplices.
- Y, acaso, dar un paso hacia la táctica que les propone el venezolano: respaldar a un candidato afín en las elecciones del 2010, como ya apuntó recientemente Raúl Reyes, la cabeza política de las FARC.
Lo que nadie puede explicarse es qué hace Nicolás Sarkozy en un barrio tan peligroso y en compañía tan poco recomendable. Sarkozy debe saber que el Consejo de la Unión Europea declaró terroristas a las FARC, una nutrida banda integrada por miles de personas dedicadas a la extorsión, el narcotráfico, los secuestros y los asesinatos, cuyo objetivo –y serio agravante– es crear un manicomio colectivista de corte soviético cuando consiga ocupar el Palacio de Nariño.
¿Dónde está la coherencia de una diplomacia que recientemente advertía sobre la peligrosidad de Irán y hoy se interna en la selva colombiana de la mano del gran aliado de Ahmadinejad en el mundo?
Uno, claro, se alegra por la liberación de los rehenes y por sus familiares, pero sin olvidar ni un momento que esta operación montada por Chávez y por las FARC no está dirigida a fomentar la paz en Colombia, sino a debilitar aún más la precaria estabilidad del gobierno legítimo de Uribe, y a contribuir a la demolición de la frágil democracia que subsiste en el torturado país.
Uno que conoce la fauna de la región y no se hace ilusiones también puede entender el comportamiento irresponsable de Brasil, Argentina, Ecuador y Bolivia, pero Francia debe ser mucho más que una desordenada y caótica república gobernada con la punta de una banana. Francia debería ser otra cosa.
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