Ricardo Valenzuela
Hace un par de años publiqué un escrito pretendiendo diferenciar los conceptos de República y Democracia, mismo que casi provoca mi linchamiento. Iniciaba mi profano escrito afirmando, al igual que Franklin 200 años atrás, los EU no son una democracia sino una República Federal. Pero lo que más enrabiaba a mis potenciales verdugos, era mi agresiva afirmación de que México “sufría la misma enfermedad.” No somos una democracia sino, como lo declara nuestra constitución, una República Federal. Y federalismo y democracia son conceptos muy distintos.
Jefferson fue inclusive más lejos describiendo el nuevo país como una República Comercial. ¿Por qué? En una época en que la humanidad era dominada por monarquías, instituciones militares y las iglesias. Un mundo en el cual el comercio era una actividad asignada a la gente común puesto que, para nobles, militares y religiosos, el trabajo era una actividad denigrante desarrollada por los plebeyos, Jefferson dibujaba un país que, como lo dictara la Declaración de Independencia; “Dios creó a todos los hombres iguales,” ofreciera oportunidades para todos, de igualdad ante la ley y sin castas.
Pero ¿Qué pensaban esos legendarios personajes de la democracia? Veamos:
“Democracia son dos lobos y un cordero votando que habrá para cenar. Libertad es un cordero bien armado respondiendo al voto”. Benjamín Franklin. “La democracia termina cuando se toma el producto de quienes trabajan para entregarlo a quienes no lo hacen.” Jefferson. “Democracia es un desperdicio, extenuación y siempre termina suicidándose.” John Adams. “Democracia es una forma vil de gobierno, espectáculo de turbulencia, incompatible con la libertad y propiedad, siempre ha tenido corta vida y muere violentamente.” James Madison
Oscar Wilde la definía como: “La opresión y saqueo de la gente, por la gente y para la gente.”
Pero ¿Por qué repito esta impopular perorata? Por un simple motivo. Estamos terminando un año cuajado por turbulencias de proporciones apocalípticas el cual, en gran parte, es producto del cincelado de un Cuasimodo cortesía de esa tribu de escultores políticos embriagados con el elixir de esa bella palabra: Democracia. No hay café político, diario, discurso, mensaje de nuestros redentores en que no echen por enfrente la mágica palabra: Democracia.
Pareciera ser que sustituimos la segunda avenida de Jesucristo por la de la sacrosanta democracia. Los demagogos ya no hablan de injusticias y redenciones, ahora hablan de la democracia y su mágica solución a todos los problemas sociales. Y aunque “cierto concepto” democrático es precondición necesaria para orientarnos hacia la justicia social, es sólo una pequeña pieza de una nave mucho más compleja, completa y no el atómico motor.
El verdadero capitalismo—no contra el que rabian los enyerbados progresistas—y la democracia se han convertido en enemigos. El capitalismo tradicional de los siglos XVIII Y XIX, producto de la “rebelión de las masas” exigiendo oportunidad, estuvo siempre asociado con monarquías, o, con el voto basado en censos de propiedad y educación. Cuando, en los inicios del siglo XX, el voto se hizo absoluto y universal, el mundo inició un proceso que lo ha llevado al socialismo global cuajado con demagogia que lo aprisiona y amenaza con destruirlo.
Fue cuando la democracia sentó sus bases en las expropiaciones vía impuestos intolerables, regulaciones y grandes limitaciones a los derechos de propiedad. El voto universal y absoluto ha producido algo que ya se acepta con naturaleza y es la más grave agresión a los sistemas económicos; la redistribución de la riqueza cuando, a través de medios gansteriles, se oprime al productivo para subsidiar al no productivo. Produjo también la economía de la política….la casta de burocracia profesional a la que hay que rezar en los altares de las antesalas.
La democracia abrió una amplia avenida para el control de las economías de parte del Estado suprimiendo la marcha natural de los mercados y, más grave, la supresión de las libertades personales. En el experimento político que fuera la admiración del mundo, los EU, los documentos que protegen los derechos de los individuos limitando al gobierno: La Constitución y La Declaración de Independencia, no mencionan la palabra democracia y aun así, educadores, políticos, lideres describen al país como democracia y, con ropajes semejantes a los de Juana de Arco, se han dado a promover este nuevo socialismo por todo el mundo con resultados muy a la vista.
La democracia ha provocado, como lo afirmaba Jefferson, la opresión de las minorías de parte de las mayorías. El mandato de la plebe está provocando, en muchos países, el inicio de un periodo similar al fallecimiento del Imperio Romano y en otros—Venezuela, Bolivia, Ecuador—el festín de los hambrientos lobos ante un cordero acobardado e indefenso. Emerge también una novedosa forma de gobierno estilo Porfirio Díaz cibernético. China y Rusia señalan el camino a través del cual cada día abren más la compuerta de la libertad económica, pero bajo dos diferentes y férreas dictaduras.
Cuando Kessinger le preguntara al legendario Lee Kwan Yew, el padre de ese milagro llamado Singapur. Sr. Presidente ¿usted piensa que en el corto plazo seremos testigos de la democracia en China? El viejo sabio deja escapar sonora carcajada y responde: “Mi querido Dr. ¿Cómo se le puede ocurrir que más de mil millones de analfabetas dicten el futuro de ese gran país?”
Pero al final de este dramático año y el inicio del 2008, este el proceso que el mundo está caminando y el gran experimento que fueran los EU, es tal vez el mejor ejemplo. Mientras China crece 12% anual y Rusia anuncia el 9%, los EU se conforman con sus raquíticos 2 a 3% mientras sus “insensatos programas sociales, sus gastos bélicos y la insaciable burocracia, consumen ya el 50% de su PIB.
En América Latina nos babeamos por la democracia y nos surte a los Chávez, Morales, Correas, Ortegas portando una nueva etiqueta, “dictadores democráticos.” En el mundo árabe el concepto les parece extraterrestre y lo rechazan con la pasión que promueve la emergencia de guerreros suicidas en masivas líneas de producción. Pero ¿y México? Parece ser que el desobedecer la constitución federalista a favor de la democracia parlanchina, nos está llevando por un sendero peligroso……muy peligroso.
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