02 enero, 2008

Cerrar acuerdos comerciales y proteger la relación con China: las prioridades de Bush


WASHINGTON — El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, comienza hoy su último año de gobierno determinado a llevar a término los proyectos que quedan en su agenda comercial, incluyendo el controversial pacto con Colombia. Pero quizás, el punto más importante sea bloquear las iniciativas que reducirían el comercio con China.

En el comienzo de un año electoral, el escepticismo sobre el libre comercio está creciendo en el país, enturbiando las luchas por el control de la Casa Blanca y el Congreso. También nubla buena parte de lo que Bush quiere hacer en los próximos 12 meses.

Buena parte de la ansiedad se concentra en la competencia que representa China, que después de Canadá, es el segundo socio comercial de EE.UU. Los demócratas de la Cámara de Representantes ya se preparan para presentar proyectos de ley que legislen sobre temas como la falsificación, seguridad de productos y manipulación de divisas, entre otros.

EE.UU. está presionando a China en varios frentes para que tome medidas en esos campos, incluyendo las negociaciones directas y la legislación frente a la Organización Mundial de Comercio, pero su estrategia enfrentará una difícil prueba política en Washington.

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"Estamos entrando en un período difícil", explica Karan Bhatia, que hasta hace poco fue uno de los principales negociadores del gobierno estadounidense. Según él, la presión política es comprensible pero advierte que la legislación es la peor de las opciones entre las alternativas para tratar con China.

El inminente debate de China podría opacar los intentos de Bush por asegurar nuevos pactos comerciales que abran mercados. Está haciendo lobby al Congreso controlado por los demócratas para que aprueben tres acuerdos con Panamá, Colombia y Corea del Sur.

El acuerdo panameño ha estado en el congelador desde que un legislador del país, acusado en EE.UU. del asesinato de un soldado estadounidense en 1992, fue escogido para liderar el Congreso. El acuerdo con Corea está plagado de preguntas sobre si abrirá completamente ese mercado a los autos y la carne estadounidense. A su vez, Colombia lucha contra las dudas que tienen los legisladores por la violencia que enfrentan los sindicatos en ese país.

Los estrategas políticos sugieren que una alternativa sería llegar a un acuerdo bajo el cual los líderes demócratas aprobarían los acuerdos a cambio del apoyo de la Casa Blanca a la expansión de la ayuda federal a los trabajadores que perderán sus empleos por la competencia extranjera. Eso permitiría que ambas partes obtuvieran una victoria política. Pero sin tener un acuerdo inmediato, los pactos se defenderán por sí mismos, siendo el de Colombia el que, aparentemente, se movería primero.

Fuera de EE.UU., Bush aún trata de resucitar la Ronda de Doha de comercio global. La Casa Blanca preferiría cerrar un acuerdo antes que Bush deje su cargo, con la esperanza de pulir su legado. Pero el acuerdo se encuentra estancado en disputas sobre el recorte de subsidios agrícolas y el desmantelamiento de barreras a los bienes manufacturados.

En el caso de China, el gobierno busca el "compromiso" en vez del conflicto, prefiriendo responder a las quejas a través del diálogo y las negociaciones, como los foros económicos de alto nivel supervisados por el secretario del Tesoro Henry Paulson. Allá donde el diálogo no ha progresado rápidamente, el gobierno ha lanzado quejas formales ante la OMC y recientemente llegó a un acuerdo en un caso en el que Beijing accedió a revocar subsidios a la exportación que EE.UU. consideraba injustos. Otras quejas ante la OMC alegan que China no está protegiendo la propiedad intelectual estadounidense, no permite el comercio justo de las autopartes y niega el acceso a los mercados chinos a una serie de productos estadounidenses.

El gobierno de EE.UU. muestra las quejas a la OMC como evidencia de una relación más madura entre los países. La representante comercial de EE.UU., Susan Schwab, dice que los casos son "una forma de compromiso", tal como lo puso en un discurso reciente, que ayuda a "prevenir guerras comerciales, en vez de alimentarlas".

Los críticos del gobierno tienen razones de sobra para sus quejas. El déficit comercial de EE.UU. con China va camino de exceder los US$250.000 millones en 2007. Eso eclipsaría el récord anterior de US$233.000 millones alcanzado en 2006. Sin embargo, las conversaciones recientes en Beijing entre EE.UU. y China sólo se tradujeron en logros modestos y poco o ningún avance en temas como el del tipo de cambio.

Bhatia advierte que un endurecimiento de las políticas de EE.UU. podría fortalecer a los nacionalistas chinos que quieren desacelerar la integración del país a la economía global. "Unas malas leyes podrían devolver la relación al pasado y socavar un esfuerzo de décadas por incorporarlos al sistema comercial mundial", dijo.

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