14 marzo, 2008

Argentina: La fábula de los créditos a la producción

Por Roberto Cachanosky
Economía Para Todos

Por más que el Gobierno pretenda que el mercado se inunde con una oferta crediticia barata, la realidad indica que no están dadas las condiciones para que eso ocurra.

En su momento, el ex presidente Néstor Kirchner criticó a los bancos por no otorgar préstamos hipotecarios e inventó los famosos créditos para inquilinos, un anuncio que quedó en las tapas de los diarios ya que poco o nada tuvo de efectivo. Es más, la flamante presidenta del Banco Nación, Mercedes Marcó del Pont, acaba de cambiar las condiciones de esa línea de crédito, lo que la volvió más cara. El oficialismo volvió ahora a la carga con los créditos para la producción, señalando a los bancos como los responsables de otorgar créditos para el consumo e ignorar a los productores. Como resultado, de nuevo el Banco Nación salió con una línea de créditos para este rubro que habrá que ver cuánto tiene de real y en cuánto de puro anuncio queda.

También será cuestión de ver la transparencia con que se otorgarán esos créditos a tasas de interés menores a la inflación real, porque bueno es recordar que la demanda aumenta cuando un producto es muy barato. Y si la oferta no alcanza para abastecer a toda la demanda, habrá que utilizar algún criterio arbitrario para decidir quién sí y quién no se beneficia con el regalito.

¿Qué haría yo, si fuera banquero, para decidir si otorgo o no créditos para la producción, como le gusta decir al Gobierno? En primer lugar, vería cómo está compuesto mi fondeo o, si se prefiere, cómo está compuesto mi pasivo que, en definitiva, refleja el plazo de los depósitos de mis clientes.

¿Qué nos dicen los datos que informa el Banco Central? Que del total de los depósitos en pesos que tienen los bancos, al 29 de febrero último, el 51,8% estaba en cajas de ahorro y en cuentas corrientes. Dicho en palabras más técnicas: algo más de la mitad de mi pasivo como banquero está a la vista o potencialmente me vence todos los días. ¿Qué otro dato tengo? Que el resto de mis depósitos en pesos están a plazo fijo y que, de ellos, el 52% es a no más de 60 días. Pregunta elemental: ¿cómo hago para prestar a cinco años cuando la mitad de mis fondos tienen vencimiento diario y más de la mitad del resto vence a los 60 días? Porque en caso de tener una corrida financiera tendría créditos a cobrar a cinco años y pasivos a pagar al otro día.

Todo sistema financiero con encaje fraccionario funciona en base a la confianza. Es decir, como banquero parto del supuesto de que no vendrán todos mis clientes al mismo tiempo a retirar sus depósitos, ya que si así ocurriera tendría que rescatar rápidamente mis créditos y eso no es tan fácil. Teniendo en cuenta la historia de corridas financieras de la Argentina, tomar precauciones a la hora de disponer de liquidez para los pagos en ventanilla no es algo que esté fuera de toda lógica.

Muy bien, ¿cómo puedo prestar a cinco años dinero que me colocaron con vencimientos tan cortos? El mecanismo consistiría en otorgar los préstamos y venderlos en el mercado. Esto es, pasarle los créditos a alguien que quiera comprarlos para yo recuperar liquidez. Para ello, tengo que encontrar inversores que estén dispuestos a comprarme la cartera de créditos que les otorgué, por poner un ejemplo que desea el Gobierno, a los productores.

Supongamos que hay fondos que están dispuestos a comprar esos créditos a cinco años. ¿Qué tasa de interés me cobrarán los compradores por adquirir esa cartera de créditos a la producción? La lógica más elemental es que me pedirán una tasa que incluya, entre otras cosas, las expectativas inflacionarias. Si alguien compra un crédito que tiene que esperar cinco años para cobrarlo, pretenderá que lo que reciba una vez transcurrido ese lapso le permitirá adquirir la misma cantidad de bienes y servicios que puede adquirir hoy. Esto no es otra cosa que prestar dinero cubriéndose contra la inflación, es decir, lograr que el poder adquisitivo del dinero que presto se mantenga en el tiempo. Dejando de lado las fantasías del INDEK, sabemos que la inflación está en el orden del 25% anual. Por lo tanto, la tasa que pedirían quienes estuvieran dispuestos a comprar una cartera de créditos sería una tasa de interés que cubra el 25% de inflación esperada. Como podemos ver, de movida, la tasa de interés nominal se dispara por causa de la inflación. Si a esto le agregamos la inseguridad jurídica que reina en Argentina, la tasa de interés sube todavía más.

Otro dato a tener en cuenta es el siguiente: cualquier inversor dirá que su costo de oportunidad son los bonos que entrega el Gobierno, por lo que antes de comprar una cartera de créditos tendrá en cuenta esa otra opción. De manera que el piso a la tasa de interés también lo pone el Estado con el festival de bonos que está haciendo.

Por otro lado, vale la pena recordar que el ahorro interno en la Argentina es muy escaso y el Estado es un gran demandante de crédito. Basta ver el stock de deuda del Banco Central para advertir que el endeudamiento público no se quedó en los 90 sino que tiene plena vigencia. Es más, en la actualidad, el stock de deuda pública es mayor al que había en diciembre de 2001 cuando se declaró el default, lo que confirma nuevamente que mucho se despotrica contra la década pasada, pero mucho se copia de esos años en el rubro endeudamiento estatal.

Evidentemente, el Gobierno no ha terminado de comprender que la Argentina carece de una moneda en el estricto sentido de la palabra. Lo que tenemos son unos vales para hacer transacciones de corto plazo. Sin embargo, esos vales no sirven como unidad de cuenta y, mucho menos, como reserva de valor, condiciones indispensables para que una mercadería sea considerada moneda. Considerando la inflación que tenemos, el peso argentino se parece más a una barra de hielo que va derritiéndose que a una verdadera moneda. Y sin una moneda verdadera es imposible que haya crédito de largo plazo y, aún menos, crédito a tasas pagables.

Esta es la realidad con la que convivimos, más allá de las fábulas del INDEK sobre la inflación. Por lo tanto, tanto los anuncios de la presidenta del Banco Nación como las exigencias de Cristina Fernández de Kirchner se encuadran dentro de la fábula y esos tan mentados créditos difícilmente puedan pasar de un simple ejercicio de ciencia ficción, salvo que se utilicen fondos de las jubilaciones para inventar créditos baratos, con lo cual quienes pagarán la fiesta serán los futuros jubilados, lo cual haría que el Gobierno redistribuya ingresos y patrimonios a lo Robin Hood.

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