por Manuel F. Ayau
Manuel F. Ayau Cordón es Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.
Solamente hay una manera de aumentar los salarios y es incrementando la demanda por trabajadores. Entonces, ¿por qué quienes dicen querer beneficiar a los pobres rehúsan ver la pobreza causada por el impuesto sobre la renta?
El razonamiento es sencillo: toda inversión de capital en nuevas empresas fracasa si no consigue personal. Para conseguirlo, tienen que sacarlo de donde está, ofreciendo mejores condiciones. Eso obliga a los patronos que no quieren perder a sus trabajadores a igualar las nuevas ofertas. Una sola empresa no hace la diferencia, pero la suma de muchas sí empuja para arriba los salarios de todo el país.
Eso sucedió en países donde los trabajadores agrícolas pobres fueron atraídos por mejores empleos industriales, donde el aporte de su trabajo es de mayor valor para la sociedad y por eso les pagan más. Su tarea en el campo quedó relegada a los tractores agrícolas en los que los dueños de fincas se vieron obligados a invertir capital, para poder producir más con menos trabajadores, pero mejor pagados para conservarlos. Fue el aumento de esa demanda de trabajadores de parte de la industria lo que elevó los salarios en el campo, donde para poder pagar más sin aumentar costos y precios tuvieron que invertir en capital para aumentar el rendimiento de la mano de obra. Pero fueron las inversiones en la industria lo que aumentó la demanda de trabajadores y forzó el alza de todos los salarios.
La inversión requerida por cada plaza varía según el trabajo, pero sólo se invierte para ganar dinero, aumentando el rendimiento al capital invertido. Y como hoy ya se puede invertir vía la Internet en cualquier parte, la competencia por los capitales es mundial: si rinde más en Irlanda, el empleo se creará allá. Así vemos cómo emigran los capitales dentro de Estados Unidos de los estados con impuestos sobre la renta, como California y Nueva York, a otros que no lo tienen, como Oregon, Alabama y Florida.
Como lo que atrae las inversiones son las ganancias, ¿no es absurdo ponerle un impuesto de 30% a esas ganancias? Resulta que los más perjudicados por esos impuestos que “pagan los ricos” son los pobres que no los pagan de su bolsillo sino con sus oportunidades de empleo o ganando menos. Por su parte, los ricos no sacrifican consumo para pagar el impuesto sobre la renta, sino que reducen sus inversiones.
Cuando aumenta la inversión aumenta también el rendimiento, por lo que el gobierno también se beneficia. Pero si desalienta la inversión estará sacrificando ingresos que podría emplear en beneficio de los pobres.
Hay una verdad lógica: apartando la inflación, los salarios sólo suben cuando aumenta la demanda de trabajadores. Pero cuando el gobierno contrata a un funcionario público, ese sueldo tiene que extraerse al sector privado por medio de impuestos. Así, esa plaza burocrática implica el sacrificio de la que se hubiera creado en el sector privado. Es una mera sustitución, con la diferencia que las plazas del sector privado son para producir y las del sector público, generalmente, para consumir.
El impuesto sobre la renta daña a los pobres, pero lamentablemente es un caso ideológico, en el que la razón y la lógica no se toman en cuenta. Basta hacer creer la tesis errónea de que tales impuestos los pagan los ricos y que el gobierno lo gasta en lo
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