09 marzo, 2008

El año del Brasil deseado

Brasil se va a desarrollar. Si 2008 es como 2007. Si 2009 es como 2007. Y si 2010, también. En este caso la economía más grande de la región irá en camino de ser la economía más grande “desarrollada” de la región. No porque en 2007 haya descubierto petróleo. Ni porque haya sido el momento de la explosión de los biocombustibles, sino porque ha sido el año del redescubrimiento de los brasileños de la confianza en sí mismos. Y, por consiguiente, el mundo empezó a confiar en Brasil.

Retrospectivamente, lo sucedido tiene un toque de asombro. Bastaron 12 meses para que la percepción de la economía brasileña en el escenario internacional diera un vuelco del agua al aceite. Si al entrar en 2007 Brasil aparecía al final de la fila del crecimiento económico de América Latina, al frente apenas de Haití –devastado por una guerra–, y parecía ser el patito feo de los BRIC (las grandes economías emergentes: Brasil, Rusia, India y China), en la entrada de 2008 el país vive un optimismo que pasó –señal de madurez– de la euforia a la moderación luego en la primera quincena de enero, gracias a la incertidumbre en el mercado estadounidense.

Los empresarios ven mucha luz en el futuro. Según una encuesta de la Asociación Brasileña de Compañías Abiertas (Abrasca), entidad que reúne a las empresas responsables por el 80% del valor de mercado listado en la Bolsa de São Paulo, Bovespa, y que ya considera la crisis estadounidense, 82% están optimistas con la economía brasileña, principalmente por el buen desempeño de la demanda interna. El resultado, sin embargo, es un poco inferior al 86% del semestre anterior. “La encuesta indica optimismo: la expectativa de crecimiento de la economía y del nivel de empleo sigue alta”, dice Antonio Castro, presidente de Abrasca. “Es un optimismo más moderado, pero los empresarios de cierta forma ya anticiparon la crisis”.

De hecho, los encuestados apuestan a una variación del PIB en torno al 4,5% a 5%, lo cual es muy bueno para el historial brasileño. Y las inversiones siguen al alza, lo que es un indicador de largo plazo, con una Bovespa que mantiene la expectativa de llegar a los 65.000 a 70.000 puntos para fin de año.

La fuerte expansión de las multis brasileñas explica ese buen ánimo. Vale ya es la segunda minera del mundo; la siderúrgica Gerdau continuó su crecimiento internacional comprando Chaparral en Estados Unidos; Embraer batió récord de ventas con su nueva línea de aviones ejecutivos, y el frigorífico JBS Friboi pasó a ser el mayor productor mundial de carnes al comprar la estadounidense Swift. Y ni hablar de los bancos. Bradesco e Itaú ya lideran en todas las Américas (séptimo y noveno según ranking de Economática), llegando cerca de íconos del capitalismo como JPMorgan Chase, Citigroup y Goldman Sachs. ¿Y Petrobras? Después del éxito en aguas profundas, etanol y biocombustibles, la estatal anunció grandes reservas de petróleo y gas en Santos, haciendo que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva hasta soñase con la entrada en la OPEP. Para mejorar aún más esa torta, la cereza es un soñado Mundial en 2014, que además de entusiasmar a una población fanática por el fútbol, suele ser una buena palanca para inversiones en infraestructura.

Entonces, con tan buenas noticias, ¿no llegó finalmente la hora de Brasil? Muchos especialistas creen que sí, que el país tiene grandes chances de volver realidad el desgastado lema de País del Futuro. “A pesar del crecimiento bajo, Brasil crece, no sólo en aspectos puramente económicos, sino en aspectos institucionales, y principalmente en estabilidad económica. “Es un país completamente diferente al que era hace 30 años”, dice Claudio Haddad, director presidente de la escuela de negocios Ibmec São Paulo. “Pero mientras Brasil realmente no aumente su tasa de ahorro y no tenga un stock de capital humano realmente mayor, no sé si tendrá un crecimiento elevado sustentable, en un nivel de 6% a 7 %”.

¿A prueba de balas?
“La economía mundial está en crecimiento y no hay un contagio tan amplio”, dice Roberto Padovani, estratega de inversines senior para América Latina del banco alemán WestLB. Pero también cree que Brasil vive un momento crucial para evaluar los efectos de la desaceleración de EE.UU. Éste, a propósito, es otro punto de consenso, pues la mayoría de los especialistas considera que es hora de poner a prueba el blindaje de la economía brasileña. La directora de Riesgo Soberano de la agencia Standard & Poor’s en Nueva York, Lisa Schineller, cree que hoy Brasil está más preparado para enfrentar turbulencias externas que hace cinco o diez años. La política macroeconómica fue reforzada trayendo beneficios como estabilidad y baja inflación. La consecuencia fue la ampliación de la base de consumidores. “En parte también por la ampliación del crédito y por la Bolsa Família”, dice, lo que a su vez aumenta el potencial de crecimiento.

Sobre el supuesto aislamiento de Brasil en relación a la crisis internacional, Schineller cree que eso no es posible en una economía tan integrada al escenario internacional. Incluso aunque las exportaciones no representen una gran parte del PIB. “Los buenos fundamentos ayudan al país a atravesar la crisis con el crecimiento del mercado interno”, dice. “Pero si la crisis realmente llega a representar un choque global, el impacto indirecto puede ser más fuerte que lo esperado, pues afectaría a Brasil por el lado del comercio internacional, derribando el precio de los commodities, y por el lado del flujo de capitales simultáneamente.”

Para el ex-director del Banco Central y economista jefe de la Confederación Nacional de Comercio, Carlos Thadeu de Freitas, el escenario brasileño sigue positivo. “La inflación está bajo control, las exportaciones brasileñas no dependen tanto de Estados Unidos, la deuda externa cayó”, enumera. El economista resalta, sin embargo, que eso no haría del país un ente totalmente despegado del escenario internacional. “Nadie está 100% despegado de esa crisis. Sin embargo,“a pesar de ello, la liquidez aún es favorable y está ‘empozada’ en los países con alto retorno para la inversión financiera, como Brasil.”

Christian Travassos, economista de la Federación del Comercio de Río, observa que a pesar que la crisis dificulta cualquier previsión es posible mantener el optimismo al verificar la trayectoria de la economía brasileña. “El mercado no es apenas el momento”, dice. “Brasil salió de un riesgo-país de 2.000 puntos a 230 puntos en cinco años y eso muestra una trayectoria bastante positiva”.

Las cáscaras de banana
Naturalmente, para garantizar el ciclo de desarrollo sustentable le faltan a Brasil algunas reformas. Una de las más urgentes sería la del sistema tributario: pesado, confuso y caro para la inversión, con una carga superior a 37% del PIB. La derrota del CPMF, la contribución sobre movimientos financieros, en el Congreso, a fines del año pasado, costó unos US$ 20.000 millones en ingresos para el gobierno. “A corto plazo, si consiguiésemos simplificar el sistema tributario ya sería un gran avance”, dice Carlos Thadeu.

Una debilidad nada menor es que Brasil sigue con un déficit grave en el sector de infraestructura. Y hoy, infraestructura remite enseguida al PAC, el ambicioso Programa de Aceleración del Crecimiento, lanzado con bombos por el gobierno de Lula y que prevé miles de millones en inversiones gubernamentales y privadas. Lamentablemente, el PAC aún choca en la realidad. “El gobierno piensa que es apenas un tema de dinero, pero el problema es que la mayoría de los proyectos listados en el PAC no pasa de ideas”, dice el profesor Paulo Fernando Fleury, del Centro de Logística del Coppead-UFRJ, en Rio. “Aún es necesario hacer los proyectos de ingeniería, presentarlos al Tribunal de Cuentas de la Nación, licitar las obras, someterlas a la fiscalización ambiental … ¡Es un desafío burocrático enorme!”. Según Fleury, una manera en que las tan necesarias obras de infraestructura despeguen sería simplemente tener proyectos de ingeniería listos antes de anunciar públicamente los planes. “Hay un grupo en el BNDES (banco estatal de fomento) que estudia una línea de financiamiento para crear un banco de proyectos en ese sentido.”

Otra traba es el confuso marco regulador: Agencias reguladoras, tribunales de cuentas, gobiernos estatales, municipales, Ministerio Público. Nunca se sabe de dónde puede venir el embargo de una obra importante. “Hay superposición de funciones y lo previsible es mero ejercicio de futurología”, critica Fleury.

A pesar del alza de precios de los últimos meses de 2007, Miguel Ribeiro, de Anefac, cree que la inflación no es una gran amenaza. “El Banco Central tiene instrumentos para contenerla y las inversiones previstas en la economía ampliarán la capacidad de producción y reequilibrarán la oferta, impidiendo la inflación de demanda, incluso con alta en el consumo interno”, dice Ribeiro. Para él, la posibilidad de una crisis de energía es más preocupante. “La crisis de energía perjudicaría al mercado interno en el momento en que el internacional se retrae”, explica. “Eso retiraría el soporte que podría mantener estable el crecimiento brasileño a pesar de las turbulencias subprime.”

¿Y cómo queda Brasil en relación con los BRIC? Para Travassos, Brasil posee la ventaja de tener una democracia más madura y consolidada. “Los otros BRIC tienen la ventaja de una carga tributaria menor”, compara Antonio Castro, de Abrasca. Según Padovani, de WestLB, Brasil tiene un crecimiento en bases más sólidas que China e India, pero esos países tienen la mano de obra más barata. Además de los años de escolaridad promedio en Brasil aún son bajos. “La educación es el gran talón de Aquiles”, dice Haddad. Es verdad que estos son trabas al avance, pero todos concuerdan en que Brasil va por el rumbo correcto y que el País del Futuro, por fin, puede volverse País del Presente.

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