15 marzo, 2008

El presidente Chávez es un caso especial, como lo demostró durante la semana que jugó a la guerra

Diplomacia, comediantes y comandantes

El acuerdo de paz en Santo Domingo ha sido considerado un espectáculo teatral en el que Álvaro Uribe aprovechó para zurrar al adolescente Correa, al oligofrénico Ortega y al mercurial Chávez. El primer acto fue la orden detallada de movilización con tropas, tanques y aviones desde un programa de TV en vivo que The Economist compara con la ligereza de ordenar una pizza a domicilio.

Alberto Müller Rojas


Por Orlando Ochoa Terán

Cuando se trata de comparar a la diplomacia colombiana con la venezolana no podemos evitar la tentación de acudir a las agudas observaciones de José Vicente Rangel antes de que su personalidad política se redujera a un flux, una corbata y un rostro de cera como los de Madame Tusseaud.

JVR solía decir que los venezolanos no teníamos capacidad de respuesta frente a Colombia. “Siempre estamos a la defensiva. Incluso cuando somos víctimas. Nos dejamos acorralar por un vecino que demuestra experiencia y habilidad para retrucar con prontitud y colocarnos en el banquillo”. “Lamentablemente”, se quejaba el Jotavé de entonces, “¿no son evidentes las diferencias con Venezuela?”. Nadie lo acusó de apátrida o traidor.

La nota es pertinente porque Rangel aludía entonces al gobierno de Rafael Caldera y el canciller era el veterano diplomático e intelectual, Miguel Ángel Burelli Rivas. No nos imaginamos como juzgaría Rangel el espectáculo venezolano en Santo Domingo si aún fuera dueño de sus propias ideas.

Pero lo peor está por venir. Quien conozca el temperamento de Uribe sabe que no tendrá paz con la miseria de sus adversarios. Las consecuencias no se harán esperar. La caja de Pandora que abrieron las computadoras de Reyes y Ríos hizo añicos la única actividad clandestina bolivariana que había sido encubierta con cierta competencia, es decir la relación con las FARC, sobre las cuales los medios siempre especularon sin ofrecer pruebas.

“Comédiens commandants”

Es bien sabido que toda revolución tiene mucho de farsa. La Revolución Francesa, no fue la excepción. Cuando los parisinos se levantaron en armas se creó una milicia que mas tarde formaría parte de las fuerzas regulares de Francia. De los distritos Cordeliers y St André des Arcs, zonas de teatros, surgieron comediantes voluntarios. Por esta vía llegaron a ocupar altos rangos en las fuerzas armadas.

Comediantes como Naudet y Grammont fueron promovidos a los rangos de coronel y teniente coronel, respectivamente, en sólo cinco días de revolución.

Fueron tan notorios que en el pueblo los bautizó “comédiens commandants”.

Comediantes y payasos devinieron en comandantes. Alguna vez Naudet, fue acusado de usar la fuerza pública para llenar el teatro durante sus actuaciones. Probablemente fue el primer antecedente histórico de la puesta en escena de Aló, Presidente.

El comediante Dugazon, como comandante, ordenó el redoble de tambores en la ejecución de Luis XVI. Guillaume-Antoine Nourry, conocido como Grammont se codeaba con Danton, Desmoulins y Hérault de Séchelles.

Dufresse renunció al Théâtre Montansier para ser capitán del Ejército y ascender más tarde a general de la Armée Révolutionnaire. El actor y dramaturgo Jean-Marie Collot-d’Herbois llegó a ser presidente del Club Jacobino y miembro del Comité de Seguridad Pública que decidió la ejecución de Maximiliano Robespierre el 9 Thermidor.

Comediantes bolivarianos

Curiosamente la revolución bolivariana ha vivido un proceso inverso. En vez de comediantes devenidos en comandantes, algunos bolivarianos devinieron en comandantes comediantes. No es otra la imagen que proyectó el robusto general en jefe, Rangel Briceño, cuando saltó de la silla a la posición de firme para asumir el rol que le pedía el comandante en jefe.

“Pocas veces, si es que ha ocurrido alguna vez”, reseña la prestigiosa revista The Economist, “un jefe de Estado había detallado una orden de movilización militar tan alegremente, en un programa de televisión en vivo, como si estuviera ordenando una pizza a domicilio”.

Pero el presidente Chávez es un caso especial, como lo demostró durante la semana que jugó a la guerra. Nunca se sabrá con seguridad si siempre fue un comédien commandant o lo es ahora en su papel de comandante en jefe. Quien haya visto a Lucas Rincón actuar el 11 de abril de 2002 y los meses que siguieron no le puede quedar la menor duda de su conversión a comédien commandant. Habilidades histriónicas que rivalizan con dos destacados comédiens commandants, Ramón Rodríguez Chacín y Francisco Arias Cárdenas.

Alberto Müller Rojas es probablemente unos de los prominentes ejemplos de oficiales transformado en comédien commandant de la revolución. La expresión de su rostro cuando se uniforma y el goce que le proporciona su papel de interpretar a un soldado político en la farándula bolivariana es tragicómico. Al ingenio de este comédien commandant se le atribuyen dos de las normas más graciosas del teatro PSUV. La primera exige a sus dirigentes (que incluye al líder): “Desterrar la adulación, el autoelogio y la vanidad”.

La segunda se refiere a los requisitos de ingreso: “solvencia moral, comprobada honestidad”. Por eso la risa del público fue inevitable cuando en el teatro anunciaron los nombres de la dirección nacional del PSUV.

La última actuación de algunos de los comédients commandants de la Revolución Francesa tuvo lugar en un escenario abierto al público que aplaudía frenéticamente mientras la guillotina les separaba la cabeza del cuerpo.

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