¿Es preciso reeditar Bretton Woods? A problemas globales, soluciones globales
Harry Dexter White (izq.) y John Maynard Keynes (der.), precursores de los acuerdos de Bretton Woods Foto: archivo
Dos devastadoras guerras mundiales en poco más de 20 años decían bien poco en favor del ser humano. Había que cambiar el curso de los acontecimientos. No se podían repetir los errores del pasado, de ahí que resultara preciso levantar puentes que fomentaran las relaciones comerciales internacionales, encauzaran la reconstrucción y aportaran estabilidad financiera. Además, ahora se cumplen 75 años del New Deal de Roosevelt.
El objetivo era la multilateralidad, un concepto precursor de la actual globalización, como medio pacificador con el que evitar un tercer conflicto.
Por eso, en 1944, antes incluso del final oficial de la Segunda Guerra Mundial, 44 países se reunieron en Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos), para articular un sistema que lograra dichos fines. Las conversiones estuvieron lideradas por el estadounidense Harry Dexter White y el inglés John Maynard Keynes y fructificaron en los denominados Acuerdos de Bretton Woods.
Distinto contenido, mismo fondo
Seis décadas después, este precedente es recordado con motivo de la crisis financiera actual y el riesgo que supone la extrema debilidad del dólar. Si los problemas son globales, si los activos derivados de las hipotecas de alto riesgo o basura -subprime- se han colado en los bancos de medio mundo y sus debilidades repercuten en las entidades del otro medio, ¿no será necesario adoptar un acuerdo global, al estilo del diseñado en Bretton Woods, para solucionar la situación y sentar las bases para un futuro más estable?
"Me parece prematuro aludir a un acuerdo de este tipo. Especialmente si lo contemplamos en términos de un ajuste sólo del tipo de cambio. La situación es mucho más compleja, con mercados globales e integración económica. Pero sí que veo factible la posibilidad de una mayor coordinación internacional para enfrentarse a la actual crisis financiera", asegura José Luis Martínez Campuzano, estratega en España de Citi.
En efecto, lo acontecido en 1944 respondió a unas características muy definidas. El comercio internacional estaba parado, el patrón-oro había pasado a mejor vida y era preciso sentar las bases para que la maquinaria económica mundial reemprendiera su marcha. Estos objetivos condujeron al establecimiento de un sistema de tipos de cambio fijos que tenía al dólar como piedra angular y a la creación de tres instituciones: el Fondo Monetario Internacional (FMI), encargado de la estabilidad financiera y cambiaria; el Banco Internacional para la Reconstrucción y Desarrollo (BIRD) o Banco Mundial, que quedó encargado de promover las tareas de reparaciones y ayudas económicas; y el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) -ahora Organización Mundial del Comercio-, bajo cuya batuta comenzaron unas rondas de negociación para dar forma al comercio internacional. Todo ello perseguía un fin: "Resolver el problema de los años treinta", tal como expuso Gregory Millman en su libro "Especuladores internacionales: los nuevos vándalos".
Una situación, por tanto, muy diferente a la actual. Ahora bien, una cosa es que los contenidos hayan cambiado y otra muy distinta que el fondo no sea válido. "Es importante que cada país sepa lo que debe hacer en su beneficio, pero también cómo podemos colaborar entre nosotros", asegura el secretario adjunto del Tesoro estadounidense, Robert Kimmit, que esta semana ha estado en España.
Es más, teniendo en cuenta la tendencia bajista del dólar, que constituye una seria amenaza para la estabilidad financiera mundial, y los abultados desequilibrios comerciales globales, sería conveniente que alguien tomara cartas en el asunto. Si Bretton Woods parece un precedente demasiado lejano, hay otros ejemplos más próximos. Como indica José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, "la situación actual se parece más a los acuerdos del Hotel Plaza de Nueva York en 1985". Entonces, los responsables de las principales potencias mundiales adoptaron acuerdos para mejorar la eficiencia del mercado de divisas -en ese momento el dólar estaba sobrevalorado- y reequilibrar las balanzas por cuenta corriente mundiales.
Un esfuerzo similar sería aconsejable ahora, sobre todo por la conveniencia de aportar luz sobre los opacos activos bancarios. Ya ha habido algún movimiento en esa dirección, como el acuerdo alcanzado por los principales bancos centrales del mundo en diciembre. Pero hace falta más. "El lugar para coordinar políticas es el G-7 -el grupo de los siete países más desarrollados del mundo-", indica José Carlos Díez. Este selecto foro celebrará su próxima reunión los días 14 y 15 de abril. Será una buena ocasión para comprobar si, como en 1944, las principales potencias están a la altura de la realmente grave situación actual.
En busca de los nuevos White y Keynes del siglo XXI
Las conversaciones de 1944 contaron con dos padres intelectuales: el estadounidense Harry Dexter White y el inglés John Maynard Keynes. Aunque el primero imprimió una huella mayor en los acuerdos finales, Keynes era el economista del momento y uno de los más grandes de la historia. ¿Hay alguien preparado ahora para ser los nuevos 'White y Keynes'? Parece difícil.
"Es impensable una figura como la de Keynes en la actualidad. Sólo Bernanke tiene prestigio académico, pero no es ni comparable con el de Keynes en 1944", indica José Carlos Díez, de Intermoney. Para José Luis Martínez, de Citi, "el FMI -con su director gerente Dominique Strauss-Kahn a la cabeza- debería asumir un rol más importante para enfrentarnos a la crisis".
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