La situación de Latinoamérica seguirá dependiendo de factores exógenos. Hay que aprovechar estos momentos de bonanza para continuar con las reformas estructurales.
Hace pocas semanas, en todos los foros de inversión se discutía si los EE.UU. iban a entrar o no en recesión en 2008. Si bien no hemos visto aún dos trimestres consecutivos de caída del Producto Interno Bruto americano, la sensación en la calle es claramente recesiva. Los últimos datos de desempleo han sido negativos y se espera que puedan empeorar aún más antes de cierre del ejercicio. El consumo está decreciendo y las
Estuve invitado a una mesa coloquio hace unos días en el programa de Andrés Oppenheimer sobre cómo afectara esta crisis la región y voy a intentar plasmarles las conclusiones a las que se llegaron. En el mismo estábamos cinco economistas de muy distinto perfil, pero todos muy involucrados con la región desde hace muchos años. Había un representante del Banco Mundial, uno de la Cepal, el Subsecretario de Hacienda de México y un exfuncionario del BID. Todos coincidimos en que, afortunadamente, América Latina está mucho mejor preparada que en otras ocasiones para superar esta crisis económica. Si bien va a estar muy dependiente de cómo evolucione el crecimiento de Asia y su repercusión en el precio de las materias primas. Toda la región se ha visto claramente beneficiada de los incrementos de precios de los commodities, por la alta demanda generada principalmente en China e India. Tanto los granos como la soya y el maíz, los minerales y el petróleo han subido a niveles históricos y están permitiendo la reducción de deuda, la inversión en infraestructuras y, en algunos casos, crear un fondo de reserva para épocas de vacas flacas.
Asia también se está viendo afectada por la recesión americana, y puede recortarle en un par de puntos su crecimiento. A pesar de ello, se sigue esperando que China e India crezcan por encima del 8% en 2008 y 2009 (más el primero que el segundo). De no ser así, y la crisis fuese mucho más grave para ellos, ahí comenzaría a afectar seriamente a Latinoamérica. Inicialmente se piensa que la demanda interna que se está generando en los principales países asiáticos, tanto por la creación de clases medias con poder creciente de consumo, como en el caso de China, por la gran inversión generada por las Olimpiadas y por la Expo universal del año siguiente, van a ser suficientes para poder mantener las actuales tasas de crecimiento de sus economías. El gran riesgo que existe, tanto en Estados Unidos como en Europa y Asia, es que se descontrole la inflación, en un momento en el que están decreciendo las economías. Ya se está volviendo a hablar del fantasma que afectó las primeras crisis del petróleo de la década de los 70, la estanflación, que se definía como periodos de alta inflación con aumento del desempleo.
La Reserva Federal ha sido rápida y clara en luchar contra la crisis, desde que empezaron a tener señales de la misma. Los últimos comentarios de su presidente llevan a pensar que, en la próxima reunión, volverán a bajar el precio del dinero en tres cuartos de punto y ya hay bancos de inversión que pronostican una baja adicional antes del verano de 50 puntos básicos adicionales, pudiendo llevar los intereses hasta el 1,75%. Probablemente los dejen ahí por cierto tiempo.
En Europa han sido reacios a intervenir, ya que el mandato principal del Banco Central Europeo es el de luchar contra la inflación y no preocuparse del crecimiento, como en los Estados Unidos. Pero la fuerte devaluación del dólar hace pensar que van a tener fuerte presión de los países exportadores europeos, principalmente Alemania, para que les ayude a volver a ser competitivos.
La situación de Latinoamérica seguirá dependiendo, en gran medida, de factores exógenos y hay que aprovechar estos momentos de bonanza para continuar con las reformas estructurales que les lleven a ser competitivos en productos de valor añadido. Si bien la historia ha demostrado que los ciclos alcistas de los commodities duran más de diez años, no es menos cierto que una caída abrupta de la demanda de Oriente afectaría los precios y consecuentemente toda la región.
El mayor riesgo que se vive, hoy en día, es que nos envolvamos en una espiral armamentista que lleve a gastar dinero en aviones y tanques antes que en educación, sanidad e infraestructuras. Si pasa esto, se perderá la mejor oportunidad que hemos tenido para poner las bases a un crecimiento sostenido, reducir la deuda y, sobre todo, reducir la tasa de pobreza en toda la región.
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