La crisis financiera en EE.UU. desembocaría en una mayor injerencia estatal en la economía
A medida que los inversionistas digerían ayer las drásticas medidas emprendidas el domingo por la Fed, que proveyó créditos de emergencia a las firmas de Wall Street y orquestó el rescate de Bear Stearns, la posible respuesta a la crisis financiera estadounidense comenzaba a tomar forma.
El resultado, probablemente, será una mayor intervención estatal en la forma de rescates de empresas, incentivos fiscales y regulación.
Ayer, el Promedio Industrial Dow Jones cerró con un alza de 21,16 puntos, un 0,2%, para terminar la sesión en 11.972,25 unidades. El Dow Jones, sin embargo habría caído de no ser por el aumento de 10,3% en la acción de J.P. Morgan Chase, que se benefició de la creencia generalizada en Wall Street de que adquirió a Bear Stearns a precio de liquidación.
Sin embargo, los temores sobre las repercusiones de la crisis en los mercados de crédito sobre el resto de la economía estadounidense continuaron creciendo. Las bolsas del resto del mundo cayeron con fuerza antes del inicio de la sesión en EE.UU. y sentaron un tono negativo para el resto del día. El dólar también bajó, ubicándose en un momento en su nivel más bajo frente al yen desde agosto de 1995.Entre las grandes firmas de Wall Street, la acción de Lehman Brothers cayó 19,1%, la de UBS perdió 11,2%, la de Morgan Stanley 8% y la de Citigroup 6%.
Se espera que hoy, la Reserva Federal vuelva a recortar la tasa de fondos federales, su tasa de referencia, en entre medio punto y un punto porcentual. La Fed, que ha reducido la tasa en 2,25 puntos porcentuales desde septiembre, espera que el menor costo del crédito estimule la actividad económica y ayude a las alicaídas instituciones financieras.
Más allá de eso, el gobierno estadounidense está considerando medidas adicionales para aliviar al agobiado sector de bienes raíces, donde se originó la crisis. El doble golpe asestado por el descalabro inmobiliario y una contracción del crédito ha frenado el crecimiento económico y ya puede haber llevado a EE.UU. a una recesión. Lawrence Summers, ex secretario del Tesoro de EE.UU., advierte que hay un "riesgo muy real" de que la actual crisis estadounidense se convierta en "el declive económico más serio en una generación".
El objetivo es hacer que los mercados sean menos propensos a las crisis. El riesgo es sofocar la innovación en las finanzas y otros negocios.
Una de las soluciones que considera la Casa Blanca involucra reducir las restricciones impuestas a las gigantes hipotecarias semiestatales Fannie Mae y Freddie Mac, la cuales juegan un papel central en el financiamiento de hipotecas. Ambas entidades operan con elevados requisitos de capital y el plan del gobierno disminuiría tales requerimientos, de modo que estas empresas tengan más dinero para comprar hipotecas a los bancos desesperados por liquidez.
La velocidad y virulencia de los problemas financieros ha sido impresionante. Los dolores de cabeza tienen su origen en el intento de Washington por encontrar formas de que los estadounidenses de bajos recursos compraran casas, para así acumular patrimonio e involucrarse más a fondo en sus vecindarios.
No obstante, los instrumentos creados por las compañías hipotecarias incluían ciertas cláusulas, como el reajuste de las tasas de interés cada cinco años, y el no tener que dar una cuota inicial, que los compradores no entendieron a cabalidad. Cuando esas hipotecas de alto riesgo, o subprime, fueron incluidas en paquetes de valores y vendidas a una cadena de instituciones financieras interconectadas, los riesgos no se hicieron patentes para inversionistas que se consideraban mucho más sofisticados.
En esencia, los riesgos estaban ocultos, es decir "una falta de transparencia" en la jerga de los economistas. La ironía es que EE.UU. y el FMI han advertido desde la década de los 80 a los países en desarrollo sobre esta clase de riesgos. Si los riesgos económicos no son transparentes para los inversionistas, están destinados a estallar y arrastrar consigo a una economía. Eso es lo que ha sucedido repetidamente en América Latina y en Asia y Rusia a finales de los años 90.
Ahora EE.UU. debe resolver interrogantes difíciles. ¿Quién debería ser rescatado? ¿Quién corre con los costos? ¿Cuál es el papel del banco central? ¿Cómo deberían regularse los mercados para evitar que se repitan estos problemas?
Con el gobierno republicano y el Congreso demócrata a menudo en desacuerdo, son los tecnócratas de la Reserva Federal quienes han tomado el liderazgo. Desde agosto, la Fed ha mostrado una disposición cada vez más abierta a asumir deuda riesgosa en su balance con el fin de descongelar los mercados de crédito.
Su decisión de proveer fondos temporales a Bear Stearns el viernes y luego asumir US$30.000 millones de sus valores menos líquidos cruzó un límite crítico al apuntalar a una firma concreta. Esto va claramente en contra de décadas de política de la Fed de intentar no favorecer a una compañía o mercado en particular.
Ben Bernanke, el presidente de la Fed, es un economista pragmático. Como académico ha estudiado a fondo la Gran Depresión de los años 30 y concluido que podría haberse prevenido si la Fed hubiera mostrado un mayor liderazgo.
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