por Mary Anastasia O'Grady
Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
A la tierna edad de 23 años, Yon Goicoechea podría ser, en esto las opiniones varían, la peor pesadilla del presidente venezolano Hugo Chávez.
Goicoechea es el secretario general saliente del movimiento estudiantil en Venezuela. Bajo su liderazgo, cientos de miles de jóvenes se han unido para confrontar el poder sin restricciones del mandatario. Es la primera vez en una década de mandato de Chávez que una fuerza contraria, legítima ante los ojos de la sociedad, ha podido retar exitosamente la autoridad presidencial.
El primer golpe maestro de los universitarios se produjo en la primavera del año pasado, cuando lanzaron protestas en contra de la decisión gubernamental de no renovar la licencia de un canal de televisión. La licencia no fue renovada pero el grupo se fortaleció. En junio, empezaron seis meses de demostraciones, una de ellas con unas 200.000 personas, para generar oposición al referéndum de una enmienda constitucional que le habría dado a Chávez poderes dictatoriales. Cuando Chávez perdió en el referéndum, muchos observadores lo atribuyeron a esas marchas y a la vigilancia estudiantil en las urnas, lo que redujo el fraude.
En una entrevista conmigo en Washington la semana pasada, Goicoechea—que tiene cara de niño—se sentó en un sofá en sus blue jeans y una camisa arrugada, e insistió en que los cambiantes vientos políticos tienen poco que ver con él. "Hemos generado una consciencia en la juventud que no depende de mí. Podría estar muerto o viviendo en otro país y eso se mantendría. Ya ganamos el futuro".
La revelación hace dos semanas de que Chávez colabora con el grupo terrorista colombiano conocido como las FARC, le dio escalofríos a los demócratas en todo el hemisferio. Sin embargo, Chávez se mantendrá en el poder hasta que los propios venezolanos decidan que se tiene que ir. Eso probablemente no ocurrirá sino hasta que el electorado tenga una opción que no sea un regreso al sistema corrupto que imperaba antes de que Chávez tomara el poder. Esta es la razón por la que Goicoechea, a pesar de su modestia, atrae tanta atención de sus compatriotas.
Chávez ganó las presidenciales en 1998 debido en gran medida a que los venezolanos estaban hartos de la clase política y económica gobernante. Durante 40 años de una llamada democracia, los partidos tradicionales habían manipulado la ley para garantizar sus privilegios y vaciar las arcas del Estado. Cuando los votantes apostaron por Chávez, pareció más un rechazo del status quo, que la aceptación de las ideas del recién llegado.
Nadie entiende mejor esta realidad que Goicoechea, quien cree que el país necesita una nueva dirección. "Los chavistas no se equivocan al quejarse de la exclusión", me dijo. "Negar que estos problemas existen es negar que hay un presidente Chávez y es negar que él es un producto de lo que había antes de él".
Esto puede parecer obvio, pero hasta ahora no han sido las palabras de la mayoría de la oposición venezolana. En cambio, el debate político ha sido mayormente acerca del poder. Goicoechea tiene una postura diferente, haciendo hincapié en la reconciliación. Habla sobre la necesidad de entender las quejas de quienes están fuera del sistema político y buscar un terreno común que permita encontrar soluciones. El líder estudiantil dice que dos ideales mantienen unido al movimiento: la libertad y la democracia, ambos de los cuales, agrega, han estado ausentes en Venezuela durante mucho tiempo. "Populismo no es democracia", dice.
Le pregunté si quería restaurar las instituciones del país. "No, queremos construir instituciones. Decir que estamos restaurando instituciones, sería decir que teníamos una democracia antes de la llegada de Chávez, y no lo creo. Quizá teníamos una Corte Suprema independiente, pero los pobres no tenían acceso", señala.
Goicoechea ve el actual estado de las cosas como la continuación del pasado con actores diferentes. "Chávez dice que su gobierno sirve a las clases de menores ingresos, pero la realidad es que el sistema sigue sirviendo sólo a las clases media y alta". Eso hace eco en el pueblo.
Asegurar el acceso a las instituciones legales para que todos los venezolanos tengan garantizada la protección del Estado es, para Goicoechea, el camino a la "justicia social". Como ejemplo, cita a Petare, un barrio muy pobre de Caracas. "La protección de los derechos de propiedad privada no existe ahí", dice. "Nadie posee su propia tierra, a pesar de que las leyes dicen que uno se gana ese derecho en caso de vivir allí cierto número de años. Vamos a tener una verdadera revolución cuando tengamos instituciones liberales fuertes que defiendan los derechos del pueblo".
Quizá sea un signo de la efectividad de Goicoechea que haya recibido "todo tipo de amenazas" contra su persona y su familia. El año pasado él y un grupo de estudiantes fueron el blanco de una pequeña explosión en un foro público. Un asistente al mismo evento que estaba en desacuerdo con sus ideas, se puso detrás de él y cuando volteó le pegó en la nariz. "No es importante que me rompieran la nariz", dice, pero el incidente resalta el problema de la intolerancia. Agrega que tener un perfil alto lo protege, pero la gente ordinaria no disfruta esa protección. Para ellos, la violencia y la intimidación significan que no puede expresarse.
Este es el motivo por el cual el movimiento estudiantil es tan importante. No pretende proveer una alternativa política, pero su masa crítica y organización le da voz a muchos que han temido expresar sus desacuerdos con el chavismo. Esto es un paso adelante importante hacia lo que muchos jóvenes venezolanos esperan que algún día sea una sociedad libre.
Entonces, ¿qué sigue en la agenda estudiantil? Un tema que enarbolarán este año es la regla gubernamental que descalifica a 400 venezolanos, adversarios del chavismo, para postularse en las elecciones de noviembre. Esto, apunta Goicoechea, es una violación de los derechos políticos de todos los venezolanos. Él insiste que los estudiantes no están tratando de derrocar al presidente y que ellos respetan la presidencia. "Pero el presidente de Venezuela no es más que yo. Él debe respetar que nosotros también somos ciudadanos".
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