por Lorenzo Bernaldo de Quirós
Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.
Buenos Aires, 25 de marzo de 2008, la clase media de la ciudad se manifiesta cacerola en mano. Los productores agrícolas han decidido cortar los suministros de carne y de grano ante la decisión del gobierno de elevar las retenciones fiscales a la exportación hasta el 44 por 100. ¡Sorpresa…! La gente no protesta contra el campo sino contra el gobierno. La Administración de la Sra. Kirchner se enfrenta a la rebelión de una sociedad civil harta de las arbitrariedades del poder, de los excesos de un Estado “clectocrático” que vampiriza a los sectores productivos de la población para beneficiar a su clientela política y a una nomenclatura que usa el poder en beneficio propio. En la Argentina de 2008 no existe nada parecido a un gobierno que respete las reglas del juego, sino un aparato depredador populista, muy parecido en el fondo al creado por Hugo Chávez en Venezuela, atemperado por el alma porteña.
La guerra de los peronistas contra el campo es histórica. El sector más productivo, competitivo y abierto de la economía argentina ha sido ordeñado de manera sistemática por el peronismo para financiar sus sueños autárquicos y sus objetivos políticos. En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, el general Perón esquilmó la industria agropecuaria para poner en marcha un programa de sustitución de importaciones y de redistribución de la renta que sentó las bases de la decadencia económica del país. El justicialismo, una ideología reaccionaria, de raíz fascista ha convertido a uno de los estados más ricos del mundo en las primeras décadas del siglo XX en una república bananera. Ha contaminado y pervertido de tal modo la Argentina que nadie ha logrado romper la dinámica decadente que asola el país desde hace medio siglo.
En estos momentos la situación de la República fundada por Sarmiento, Mitre y Alberdi es dramática. Se ha transformado en un sistema monopartidista en el cual las únicas alternativas posibles se plantean dentro del justicialismo. No existe una oposición al régimen peronista que, como el Movimiento Nacional o el PRI de los años gloriosos, lo engloba todo. En la práctica, el pluralismo político es puramente formal, no existe, y el social se ve asfixiado por una maquinaria de poder que, como en los regímenes totalitarios, no duda en utilizar la violencia para acallar a sus críticos. Hace una semana, la marcha pacífica de las cacerolas contra la arbitrariedad fiscal del gobierno fue liquidada por los piqueteros, por los matones a sueldo del poder ante la pasividad olímpica de las fuerzas policiales. El Estado no protege a todos los ciudadanos, sino sólo a quienes le rinden pleitesía.
La Sra. Kirchner ha acusado a los huelguistas de representar los intereses de las clases favorecidas frente al hambre del pueblo con la finalidad de mantener unos beneficios extraordinarios. Esta tesis es falsa. De la totalidad del valor obtenido de la facturación agraria, el 58 por 100 se emplea en cubrir los gastos de producción, cosecha y transporte; el 39 por 100 se lo lleva el fisco y el 3 por 100 queda para los empresarios del sector. Cuando se vende una tonelada del oro verde, la soja, el Estado se lleva 235 dólares y el productor 20 dólares. Esto significa que el gobierno se apropia del grueso de la riqueza generada por la empresa privada que arriesga su dinero y emplea su esfuerzo para lograr un rendimiento mediocre. En consecuencia, si se mantiene el régimen actual, los productores carecerán de incentivos para desarrollar su actividad, el Estado ingresará menos y, por supuesto, los precios de los alimentos subirán al reducirse la oferta… elemental lógica económica.
La decisión gubernamental de exprimir a los agricultores no responde sólo a criterios ideológicos, sino también a una estrategia económica surrealista. El gobierno peronista está inmerso en un programa descomunal de gasto público improductivo, de subvenciones a una clientela que demanda dinero fresco y lo obtiene sangrando a quienes crean la riqueza; la energía ayer, hoy y mañana, el agro siempre…Como los malos cazadores, los peronistas disparan a todo lo que se mueve. Una economía que ha crecido a una media del 8 por 100 desde 2003 y ha obtenido unos ingresos fiscales extraordinarios debería tener un superávit fiscal, al menos, similar al chileno, del 8 por 100 del PIB. Por el contrario, el peronismo reinante se ha lanzado a orgía gastadora que es insostenible en un escenario económico normal, esto es, cuando se acabe y/o se desaceleren los precios mundiales de las materias primas. En el interim, el impulso fiscal del gabinete ha alimentado la inflación que según las cifras oficiales se sitúa en los contornos del 10 por 100 y, en términos reales, está alrededor del 20-25 por 100 según el grueso de los analistas independientes, públicos y privados.
Lo peor de la Argentina no es su situación coyuntural sino estructural. Los gabinetes del Sr. y de la Sra. Kirchner no han introducido medida alguna que permita sostener el crecimiento económico cuando la coyuntura internacional se deteriore o se modere. Esto implica que, antes o después, el país volverá a introducirse en una crisis profunda y dolorosa. Sin embargo, eso no garantiza una reacción contra la política que provocó ese resultado. Los argentinos parecen hipnotizados y/o drogados por un partido, movimiento o lo que sea que tiene una capacidad infinita para inyectarles la dosis letárgica necesaria para que nada cambie. Es increíble que una sociedad culta, sofisticada y, en muchos casos, moderna vote una opción tosca, vieja y con tintes totalitarios. Este comportamiento tendría una explicación que supera los límites de este artículo; dilucidar ese enigma, quizá pertenezca a otra disciplina, amada por los argentinos, el psicoanálisis.
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