Esta vez, la retórica anticomercial en EE.UU. podría hacerse realidad
Por Bob Davis
The Wall Street Journal
WASHINGTON—Desde John F. Kennedy, al menos, los candidatos a la presidencia de Estados Unidos han atacado al libre comercio durante sus campañas pero lo han promocionado una vez que llegan a la Casa Blanca. Algunos líderes empresariales esperan que pase lo mismo si Barack Obama gana los comicios presidenciales.
Pero es mejor que no cuenten con ello.
El senador Obama, quien va a la cabeza en las elecciones primarias del Partido Demócrata, y su rival, Hillary Clinton, han expresado cierto apoyo a la liberalización comercial durante sus carreras. Sin embargo, una coalición de activistas contra el libre comercio y líderes sindicales también han aprovechado la larga temporada de primarias para conseguir compromisos de los dos candidatos sobre una lista muy detallada de asuntos comerciales, dificultando un repentino cambio de curso.
Ambos senadores demócratas han dicho en público que son partidarios de volver a redactar el Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (Nafta) con Canadá y México —si es que EE.UU. no lo abandona—, reconfigurar los tribunales de arbitraje del Nafta, oponerse a los tratados de libre comercio negociados por el presidente Bush, designar a China como un manipulador del tipo de cambio y examinar si los compromisos de la Organización Mundial de Comercio afectan temas tan diversos como las reglas de contenido local o los subsidios a las universidades.
Aunque sólo Clinton ha dicho que haría una pausa en los tratados comerciales, es probable que si Obama llega a la Casa Blanca haga lo mismo, teniendo en cuenta los compromisos que ha asumido.
Obama "quiere las políticas comerciales correctas", dice su asesor en economía internacional Daniel Tarullo, ex miembro del equipo económico durante la presidencia de Bill Clinton. "Necesitamos remediar los defectos de los tratados pasados y del entorno internacional", especialmente la política cambiaria de China.
El legislador del estado de Illinois hace hincapié en que cualquier tratado comercial debe contener cláusulas para proteger los derechos de los trabajadores para organizarse y negociar en forma colectiva. Las violaciones a estas normas podrían ser castigadas mediante sanciones comerciales.
Su propuesta difiere significativamente de lo que ocurre en la actualidad. Pocos tratados comerciales cubren temas laborales; el Nafta lo hace, pero la probabilidad de calcular los daños bajo el acuerdo es remota.
Las nuevas cláusulas "pueden ayudar a presionar a los países para que sigan mejorando las condiciones de los trabajadores", argumentó Obama en su libro. La audacia de la esperanza, una postura que repite regularmente en su campaña. Pero sus discursos no incluyen las dudas que expresa en su libro. Los cambios "no eliminarán la gran brecha entre los trabajadores en Estados Unidos y los trabajadores en Honduras, Indonesia, Mozambique o Bangladesh", escribió.
A algunas empresas les preocupa que los requisitos sean tan altos que imposibilitarían que EE.UU. firme acuerdos con países en desarrollo como Egipto, Pakistán e India que tienen mercados en crecimiento, pero malas condiciones laborales.
En los temas comerciales, hay poca distinción entre los dos candidatos demócratas. Pero hay una diferencia notable con el presunto candidato republicano a la presidencia, John McCain, quien ha dicho que "el libre comercio es lo mejor que le puede pasar a este país".
En términos estrictamente económicos, llama la atención que el libre comercio se convierta en un tema controversial en EE.UU. Gracias a la debilidad del dólar, las exportaciones estadounidenses crecen y el déficit comercial, aparte de las importaciones de petróleo, se achica. Pero el respaldo se ha reducido durante una década mientras los estadounidenses culpan al libre comercio por la pérdida de empleos y el estancamiento de los salarios.
El cambio en el Partido Demócrata hace menos probable que Obama y Clinton puedan cambiar sus posturas en caso de ganar la presidencia. Durante los últimos 50 años, los candidatos presidenciales han obtenido votos con promesas en temas comerciales y a veces han tomado medidas proteccionistas en sectores específicos. Pero todos gobernaron como defensores del libre comercio. En parte, lo hicieron porque creían que la economía estadounidense estaba mejor. En parte porque creían que abrir el mercado de EE.UU. a aliados constituía una poderosa arma de la política exterior.
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