23 mayo, 2008

La lucha por la comida

por Sallie James

Sallie James es analista de política comercial del Cato Institute.

Recientemente, la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos confirmó lo que los consumidores ya habían percibido durante meses: el precio de los alimentos está aumentando a ritmos inusualmente rápidos. Y las fallidas políticas gubernamentales—que protegen a los agricultores domésticos imponiendo restricciones a importaciones más baratas y estimulando la demanda por etanol a base de maíz—se están sumando a las preocupaciones de los consumidores. El gobierno federal puede y debería aprovechar esta oportunidad para aliviar el efecto de los precios más altos en los supermercados, reduciendo los impuestos a los alimentos importados como el arroz, lácteos, y el azúcar y por otro lado, abandonando su desastroso apoyo a los biocombustibles.

Pagando más por la comida

Durante el año 2007, los precios de la comida en Estados Unidos subieron en un 4,9% con aumentos especiales y notorios en productos como la leche, el queso y el pan (Ver tabla 1). Esto fue mayor que la tasa de inflación total para los consumidores urbanos (CPI-U) de 4,1% durante el año a diciembre del 2007 y mucho mayor que el incremento de 2,1% en los precios de la comida en el año 2006. En otras palabras, los precios de los alimentos están aumentando más rápido que los precios al consumidor en general, y a una mayor velocidad que el año pasado. En 7 años, del 2000 al 2006, los precios de la comida aumentaron en un promedio modesto comparativo de 2,5% cada año.

Tabla 1: Aumentos en los precios de los alimentos

(12 meses finalizando en diciembre del 2007)

Producto1 Incremento en el precio (porcentaje)
Leche 19,3
Queso 13,0
Pan 10,5
Carne de aves 6,3
Frutas y vegetales 5,9
Cereales y harinas 5,4
Carnes, aves, mariscos y huevos 4,0
Bebidas alcohólicas 3,8
Carne 5,0
Comida fuera de casa 4,0
Bebidas no alcohólicas 3,5
Carne de cerdo 1,4

Aunque las políticas gubernamentales estadounidenses están claramente contribuyendo a este incremento en los precios, otros factores internacionales también están jugando un papel. El índice de precios alimenticios utilizado por la FAO de las Naciones Unidas aumentó en casi un 40% en el periodo anual desde septiembre del 2006, principalmente debido a los incrementos en los precio de los productos lácteos y de los granos. Esto se compara con un incremento del 9% en el período de 12 meses a diciembre del 2006.2

Las personas más pobres son especialmente las más afectadas por los altos precios en la comida porque aquellos con ingresos menores gastan una mayor proporción (cerca del 50%) de sus ingresos disponibles en comida. Hasta el extremo que preparan sus alimentos en casa, el efecto es más directo ya que ellos están más cerca del origen de la cadena de la oferta (donde existe un menor potencial para absorber los precios más altos). Para esos países con ingresos bajos que son importadores netos de comida, y por lo tanto reciben pocas ganancias por sus productos de los mayores precios de las exportaciones de comida, la situación es aún peor: recientemente la FAO estimó que el costo total de las importaciones alimenticias para este grupo de países en el 2007 sería cerca 25% más alto que en el año anterior.3 Las políticas estadounidenses (y europeas) para biocombustibles que artificialmente están inflando los precios de la comida alrededor del mundo, están afectando a los mas pobres del mundo.

Esta frustración está siendo percibida. Recientemente, los altos precios de la soya han provocado protestas masivas en Indonesia.4 Otros gobiernos como el de Egipto, India, Kenia, Marruecos, Las Filipinas y Vietnam han implementado lo que lamentablemente muy pocos gobiernos reconocen como políticas correctas, y han reducido los aranceles a los alimentos importados (algunos también han restringido las exportaciones).5 China ha introducido recientemente controles de precios para los granos y sus productos como aceites, lácteos, leche y huevos, en un esfuerzo por controlar la inflación.6 La UE recientemente suspendió sus requisitos para terrenos apartados con el fin de reabastecerse de reservas en granos.

La creciente demanda por comida, alimento para animales y combustibles, combinada con las estrechas condiciones de oferta, está provocando este fenómeno. Las reservas mundiales de alimentos básicos están en una baja histórica: las reservas de trigo, por ejemplo, están en su menor nivel desde que la FAO empezó a recolectar información en 1980. Súmele a esto la sequía en Australia (uno de los principales exportadores de trigo) y el precio del mismo en un nivel récord, habiéndose duplicado desde principios del 2007. Sin un aumento en la productividad agrícola, esta tendencia va a continuar. El Instituto Internacional de Investigación de Políticas Alimenticias recientemente estimó que los precios globales de cereales serán de entre 10 y 20% más altos para el 2015.7 Los mercados de futuro para las materias primas indican que el mercado espera que los altos precios continúen en el futuro cercano.

En el pasado, los precios de los productos agrícolas básicos se han caracterizado por la volatilidad en una tendencia al descenso, con periodos de bajos precios tradicionalmente más largos que los booms en que los precios se encarecen. Esto debido a que los precios de los productos básicos eran principalmente producto de la demanda: los avances en la tecnología y en la productividad incrementaron los rendimientos agrícolas, con las condiciones climáticas causando fluctuaciones cada vez menores. Mientras la agricultura continúe sujeta a los caprichos del clima y se siga beneficiando de los avances en la productividad, la sequía en Australia y el fin de los subsidios a las exportaciones de lácteos en la UE han contribuido a disminuir la oferta global.

Los hechos en el lado de la demanda sugieren que los recientes incrementos en los precios son más estructurados que los booms cíclicos de la oferta del pasado. Las políticas gubernamentales en los países desarrollados que buscan apoyar a los agricultores creando una demanda artificial por el etanol son grandes culpables. Además, el crecimiento económico en países como China, Brasil y la India, ha creado una gran y creciente clase media que está adquiriendo los hábitos alimenticios de Occidente. Los chinos, por ejemplo, han casi duplicado su consumo de carne de 44 libras per cápita en 1980, a 110 libras per cápita hoy en día.8 Esto, como resultado, ha empujado la demanda de granos alimenticios porque una libra de carne requiere aproximadamente 13 libras de granos para producirse.9 Aunque los altos precios van a estimular a nuevos emprendedores a incrementar la inversión en producción e infraestructura y esto a su vez va a incrementar los rendimientos y corregirá el presente desequilibrio, las acciones gubernamentales están impidiendo la eficiente asignación de recursos que normalmente establecería precios bajos.

Cómo el gobierno estadounidense esta exacerbando los costos de la comida

Parte del dinero extra que los estadounidenses están gastando en comida responsabilidad directa de la acción estatal. Los consumidores han pagado un impuesto alimenticio de $5.000 millones en el 2006, según la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo, porque el gobierno federal apoya a algunos agricultores al mantener precios máximos por sus productos.10 El gobierno estadounidense también restringe la oferta pagándoles a los agricultores para que dejen su tierra sin sembrar como parte del Programa de Conservación de Reserva.

Además de imponer impuestos a los consumidores estadounidenses en el arroz, azúcar y lácteos, y subsidiar a los agricultores para que dejen de producir parte de sus tierras, el gobierno federal ha contribuido a aumentar el precio de los productos básicos al incentivar la industria del etanol. Principalmente derivado del maíz, en Estados Unidos el etanol afecta el precio del maíz directamente al incrementar la demanda, y afecta indirectamente otros productos al disminuir la cantidad de tierra cultivable para otras cosechas. En el último año la oferta de maíz ha aumentado un 24% en el norte de Estados Unidos, principalmente debido a una mayor superficie para la siembra del maíz (la más alta desde 1933). La capacidad para producir etanol ha aumentado alrededor de un 40% en el último año debido a los incentivos gubernamentales. Mientras los agricultores han desviado la producción para satisfacer la emergente demanda por etanol, los terrenos destinados para arroz, algodón y la soya, han decrecido en un 3%, 18% y 16%, respectivamente.11

El boom del etanol ha tenido serios efectos en el resto de la economía rural. El creciente uso de cereales, azúcar, oleaginosa, y de aceites vegetales para producir etanol y biodiesel está incrementando los precios de los cultivos, y, a través de mayores precios para alimentar a los animales, está aumentando indirectamente el costo de la producción ganadera. Como lo demuestra la Tabla 1, los precios de la carne avícola, de la carne de res, y de los huevos, se han aumentado más de un 5 % este año. (El precio de la carne de cerdo ha subido a un ritmo relativamente más lento porque la producción ha sido bastante alta comparada a la demanda, aunque se espera que los productores reduzcan la producción durante el 2008 por las pérdidas debido al incremento en costos de alimentación).12 Los precios agrícolas en los principales estados productores de maíz, como Iowa, Nebraska y Dakota del Sur, aumentaron más de un 20% durante el último año.13

Para estar claros, un incremento en los precios de las materias primas significa que se desencadenaron menos pagos por parte de los contribuyentes por concepto de subsidios agrícolas. La Oficina de Presupuesto del Congreso estadounidense predijo en enero del 2008 que los altos precios agrícolas reducirían los pagos a los agricultores durante los años fiscales 2008-18 en un promedio de $7.000 ú $8.000 millones por año, comparado con los recientes picos de más de $20.000 millones.14 Pero lo que estos precios altos le ayudan a los contribuyentes por un lado, se lo quitan por el otro ya que el gobierno debe pagar altos precios por la comida que compra para los almuerzos escolares y otros programas de seguridad social como las tarjetas de comida (sujeto en alguna manera a los precios de la comida). Más importante aún, estas políticas establecen un impuesto oculto a la comida e incrementan los precios que las familias estadounidenses pagan en los supermercados.

Y también tenemos los subsidios a los biocombustibles: El Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible recientemente estimó que los subsidios en Estados Unidos para los biocombustibles costarán cerca de $93.000 millones entre los años 2006-12.15 Y para asegurar que el etanol barato de Brasil no llegue al mercado norteamericano y afecte a los productores y destilerías domésticos, el gobierne le impone un tributo de $0,54 por galón al etanol importado.16

Desafortunadamente para los consumidores, la obsesión de los políticos con el etanol todavía no parece acabar. La nueva ley de energía firmada por el presidente Bush en diciembre del 2007 demanda casi el doble del uso de etanol para el 2008, pasando de 4.700 millones de galones en el 2007 a 9.000 millones este año. Además, exige un incremento 5 veces mayor en la mezcla de etanol, mezclando 36.000 millones de galones al año hasta el 2022. La UE también se unió recientemente a la fiesta, firmando un acuerdo en marzo del 2007 para utilizar fuentes renovables (principalmente colza—o aceite de carola) para un 20% de la producción de energía, y biocombustibles para un 10% del combustible utilizado en el sector transporte para el 2020. Ninguna de estas tendencias es el consuelo que los consumidores están buscando.

Aunque los altos precios actuales son el reflejo de amplios eventos mundiales, los consumidores estadounidenses deberían recordar que gracias al gobierno federal han pagado tradicionalmente el doble del precio mundial por los productos lácteos y casi el triple del precio mundial del azúcar. Porque las políticas estadounidenses que protegen al mercado doméstico en estos productos de la competencia en importaciones, los consumidores locales seguirán pagando altos precios en estos productos incluso si en el resto del mundo los precios de los productos básicos caen. '

En lugar de estar empeorando el daño ya hecho a los consumidores con los altos precios mundiales, el gobierno federal debería abandonar las protecciones a sus agricultores y su búsqueda por una política de biocombustibles trastornada cuyos beneficios ambientales resultan espurios en el mejor de los casos. Los políticos que se esfuerzan por “estimular” la economía al poner dinero en las manos de los consumidores, deberían empezar por reducir los impuestos a los productos importados como los lácteos, el azúcar, el arroz y el etanol.

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