26 mayo, 2008

Los cantos de sirena del Estado
Robert Higgs

Oakland, California (AIPE)- El Estado es la más destructiva institución concebida por los humanos, un incendio que puede ser controlado por muy poco tiempo, antes que se propaguen las llamas por todas partes. Lo que promueve el crecimiento del Estado debilita la defensa de los individuos y nada promueve más el crecimiento del Estado que una emergencia nacional.

La actividad fundamental del Estado es el robo, aunque le dan otro nombre –impuestos-, bajo la excusa de que se trata de una obligación, inclusive moral.

Todos los gobiernos son oligarquías, ya que apenas un pequeño grupo de personas toman las riendas y deciden cómo usar el poder. Detrás de ellos, un grupo más grande constituye la coalición que los apoya. Ese otro grupo goza de privilegios legales, subsidios, cargos, concesiones exclusivas, licencias y transferencias de riqueza, a costa de las masas. Así utilizan la fuerza, incluyendo la policía y el ejército, para explotar a los demás, obligándolos a respetar las leyes que imponen.

Los rituales democráticos, tales como las elecciones, disfrazan el expolio y le hacen creer a las masas que el gobierno las está beneficiando. Pero, ¿algo que no se logra sin hacer uso de la violencia puede realmente ser de beneficio para todos?

A pesar del encanto ideológico que los altos funcionarios y los intelectuales estatistas utilizan para desplumar a la gente, a veces la gente se resiste y apoya a políticos que prometen aligerar las cargas, evaden impuestos y regulaciones, operan en la economía informal, violan las prohibiciones o emigran.

Esa reacción de la gente establece un cierto límite y la política puede verse como la pelea para arrimar ese lindero, en una u otra dirección. Mientras que las “emergencias nacionales” ayudan a la clase política a debilitar a quienes se oponen a la expansión del gobierno.

Casi cualquier guerra sirve el objetivo político porque une a la gente, al menos en el corto plazo, en apoyo a la bandera. Y como el gobierno siempre entona cantos de sirenas, esa constante propaganda cala, especialmente cuando se logra asustar a la gente y se utiliza a los medios de comunicación para lograrlo.

La llamada “guerra contra el terrorismo” ha disparado el crecimiento de ciertas industrias en Estados Unidos. Entre 1999 y 2006, el número de empresas contratistas del Departamento de Seguridad Nacional se disparó de nueve a 33.890 compañías. Y lo menos que los buitres quieren es que disminuya el miedo, lo cual terminaría con sus negocios que dependen totalmente del dinero proveniente de los impuestos.

¿Qué chance tiene la paz cuando tantos oportunistas dependen de la “guerra contra el terrorismo” para su éxito financiero? Para el Congreso, el Departamento de Seguridad Nacional se ha convertido en la principal fuente de prebendas políticas y de coimas. Todos están felices, con excepción del ciudadano común y corriente, a quien le meten la mano en el bolsillo y le coartan su libertad.

Un Estado pacífico es una virtual imposibilidad. Cuando no pelea con extranjeros, pelea con su propia gente, para mantenerla bajo control. Nunca gozaremos de una paz duradera mientras nuestra lealtad sea a un rey, que en nuestro caso es ese conglomerado de explotadores institucionalizados que llamamos Estado.

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