Los dividendos de los líderes europeos crecerán un 10% el próximo ejercicio
Los grandes valores de la zona euro están inmersos en una carrera, a pesar del deterioro de la economía, la crisis financiera y la moderación del crecimiento de los resultados, para impulsar sus políticas de remuneración. Algo que es clave para demostrar su fortaleza en tiempos difíciles e intentar, de paso, retener a los accionistas y mantener la confianza de los analistas.
El EuroStoxx 50, índice compuesto por los valores más relevantes de la zona euro, es un gran ejemplo de esa tendencia. Se espera que los dividendos repartidos con cargo a los resultados de 2009, se incrementen de media un 9,74% respecto a los que repartirán por los beneficios de este ejercicio.
En total, de acuerdo con los datos que recoge FactSet, los pagos percibidos por los accionistas de los pesos pesados de la Eurozona serán un 25,6% más elevados el año que viene que en 2007. En el grupo de quienes más mejorarán su remuneración respecto a la del año pasado se destacarán la italiana Assicurazioni Generali, la española Telefónica y la germana Deutsche Boerse, cuya remuneración crecerá más de un 50% entre 2007 y 2009.
Société, el campeón
Más podría dar de sí el banco Société Générale (GLE.PA ) -la entidad francesa más castigada por la crisis-, que se prevé que mejore su dividendo más de un 300% en ese mismo periodo -con cargo a 2007 repartió 0,90 euros por acción y el consenso de analistas estima que el que provenga de las ganancias de 2009 ascenderá a 4,32 euros- será el pichichi de la liga.
Su compatriota Alcatel-Lucent (CGE.PA ) también protagonizará un salto cualitativo. Esta empresa gala fue la única del principal índice europeo que no se gastó ni un céntimo de los beneficios de 2007 en remunerar a sus accionistas -está en pleno proceso de ajuste tras la fusión-. No obstante, los expertos esperan que eso no se repita con los de 2008. Se prevé que de ellos saque 0,10 euros por título para como dividendo y que eleve esa cifra hasta los 0,13 euros el siguiente.
Si las previsiones de los expertos no se equivocan, la mejora en la política de retribución de Société Générale (de un 22,7% entre 2008 y 2009) y de Alcatel-Lucent -de un 35% en el mismo periodo- permitirá a la selección francesa llevarse el trofeo al mayor incremento de dividendo el año que viene.
En el EuroStoxx 50 entre los cinco países que tienen equipo para disputar el campeonato europeo de dividendos -Finlandia sólo cuenta con un representante, Nokia, y lo mismo ocurre con Bélgica, que sólo coloca a Fortis-, la victoria, por el momento, es para los galos.
Subcampeonato español
En el índice cotizan 19 empresas francesas que, de media, se espera mejoren su retribución un 10,93% en 2009. Ese aumento les daría la victoria, aunque de manera no muy cómoda. España, que ahora sería la subcampeona en mejora del dividendo está al acecho, con un incremento medio de la remuneración del 10,83%.
Cinco son las compañías que defienden los colores nacionales en el europeo - Santander, BBVA, Iberdrola, Repsol y Telefónica- y todas mejorarán su retribución más de un ocho por ciento.
Así, la española es la selección más equilibrada, ya que ni Alemania ni Francia ni Italia puede presumir de que todos sus valores vayan a impulsar su remuneración al accionista en ese porcentaje. En el grupo de españolas, se espera que sea Telefónica (TEF.MC ), con un aumento del dividendo del 15%, quien más lo eleve.
En el otro lado, se colocaría BBVA (BBVA.MC ), que sería el colista español, con un incremento del dividendo previsto para 2008 del 8,81 por ciento.
La selección italiana y la alemana ocuparían el tercer y cuarto puesto, respectivamente. La holandesa sería la última, con una mejora del seis por ciento.
Biocarburantes, veredicto... ¿Culpables?
Comenzó como un come come al que apenas se le daba importancia y ya está acaparando la atención de los grandes organismos mundiales como la ONU o la Organización Mundial de Comercio (OMC). El caso es que la relación entre el aumento de los precios de los alimentos y el incremento de la demanda de biocombustibles ha comenzado un camino tortuoso en el que, por suerte para algunos y por desgracia para otros, están condenados a ir de la mano durante las próximas décadas.
Pero ¿cuánto hay de mito y cuánto de cruda realidad entre una y otra circunstancia? Lo que es un hecho consumado es que los precios de alimentos básicos para países del Tercer Mundo como el trigo o el arroz han entrado en una dinámica de ascenso que está poniendo a los países subdesarrollados al borde del abismo.
Por poner un ejemplo, durante el último año el maíz se ha encarecido hasta un 130% y el arroz -básico para la dieta alimentaria de economías del sudeste asiático- ha visto aumentar su precio un 87 por ciento. A finales de abril el precio de este cereal marcaba récords históricos, hasta cotizarse la tonelada a la friolera de 1.000 dólares (unos 645 euros). Las protestas han empezado a correr como la pólvora en países como Filipinas, cuya dieta depende directamente de los cereales.
La definición
Es necesario explicar qué son exactamente los biocombustibles y para qué se utilizan. Hay dos clases de biocarburantes de este tipo: biodiésel y bioetanol, compatibles con el gasóleo y la gasolina, respectivamente. El primero se obtiene mediante un proceso químico que separa la glicerina del petróleo utilizando como materia prima aceites vegetales o animales. El segundo, aplicable a los motores de gasolina, utiliza como base el alcohol obtenido de la fermentación de una biomasa con altos contenidos en hidratos de carbono.
Actualmente, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el etanol se elabora sobre todo a partir de almidones y azúcares procedentes de cultivos como la caña de azúcar.
Pero los ciudadanos no están viendo sólo cómo se dispara el precio de los cereales, sino que detrás de ellos van otros alimentos básicos como la carne, los huevos y la leche. El programa mundial de alimentos de la ONU acusa directamente a los biocombustibles, que se obtienen de los mismos aproductos con los que se alimenta buena parte de la población mundial.
Impacto real
De este modo, la demanda de cereales aumenta y los piensos para el ganado -que también se obtienen a partir de estos productos- disparan su precio; algo que al final pasa factura al productor, que tiene que subir el precio, y al consumidor, que se ve obligado a pagar más por el mismo producto.
William Ramsey, director ejecutivo de la AIE, explicaba, en declaraciones a elEconomista, que "las circunstancias pueden crear un mercado con dificultades, los alimentos ahora tienen un alto componente energético y es cierto que hay un impacto real en algunos precios como el del maíz. Tenemos que solucionar un problema, pero tendremos que valorar las consecuencias económicas".
No es para menos: tal es la escalada de precios que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya se refiere a la situación como "tsunami silencioso". Una catástrofe que, según indica la organización, amenaza con dejar en manos de la hambruna a 100 millones de personas.
La producción crece
Mientras, la producción de biocombustibles sigue creciendo, alentada también por las directrices medioambientales que llegan tanto desde la Unión Europea como desde los diferentes acuerdos internacionales que pretenden reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Por ejemplo, en Brasil, principal productor mundial de etanol, se prevé que la producción de este tipo de biocarburante (suplemento de la gasolina tradicional) alcance los 44.000 millones de litros en 2013, frente a los 21.000 millones que se están produciendo en la actualidad.
En Estados Unidos, donde también la gasolina es el combustible más empleado y, por extensión, el etanol es el que está teniendo más salida, la producción de este carburante verde se duplicará durante los próximos ocho años.
El caso de Estados Unidos es además especialmente llamativo, ya que el Gobierno de la Casa Blanca aporta importantes incentivos fiscales a las plantas productoras de bioetanol, que están copando el mercado mundial con sus exportaciones. Desde la ONU calculan que en 2016 se destinarán a la producción de biofuel 110 millones de toneladas de maíz estadounidense, un 32% de su producción total.
Gran mercado en la UE
A esto hay que añadir que, en sólo ocho años, la cantidad de maíz destinada a la producción de etanol en los Estados Unidos ha crecido nada menos que un 533%. Con estos datos sobre la mesa, es comprensible que desde las Naciones Unidas alerten de que los precios podrán mantenerse en máximos históricos a lo largo de la próxima década.
En el caso de la Unión Europea, el uso de biocarburantes , partiendo de 2006 y tomando como horizonte el año 2010, habrá crecido un 170%. Para 2016, el Viejo Continente utilizará 18 millones de toneladas de trigo para producir este tipo de carburantes verdes.
En la Unión Europea es especialmente relevante el mercado de biocarburantes, ya que la directiva de renovables pendiente de aprobación propone que en 2020 un 10% del consumo final de combustibles en los países de la Unión Europea corresponda a este tipo de carburantes verdes.
La otra versión
Tsunami silencioso, hambruna, escalada imparable de los precios... no todos hablan en estos términos o, al menos, no todos se lo achacan a los biocombustibles. Desde la Asociación de Productores de Energías Renovables (APPA) denuncian que se ha venido haciendo una campaña de desprestigio contra los biocombustibles, dado que su impacto real sobre el mercado de alimentos es reducido. Para ello aportan datos como que sólo el 20% del incremento experimentado en el consumo mundial de aceites entre 2004 y 2007 se ha debido al biodiésel. En la Unión Europea, además, sólo el 1% de la producción de cereales se destinó al bioetanol, mientras que en España el 75% de los cereales se destina a la alimentación animal.
Hay que tener en cuenta un factor importante que no se puede dejar de lado: el aumento brutal de la demanda de alimentos en países como China e India. El poder adquisitivo de sus miles de millones de habitantes ha aumentado, por lo que el acceso a los alimentos es mayor y afecta a nutrientes de más calidad, como la carne y el pescado.
En cualquier caso, en un mundo en el que tienen que convivir el bienestar social y la lucha contra el cambio climático y los gases de efecto invernadero, una de las mejores soluciones será, sin ninguna duda, apoyar la investigación. Éste es el camino que hará posible el desarrollo de biocombustibles de segunda generación que no necesitarán alimentos como el maíz o el trigo para su producción.
Este tipo de carburantes, cuya puesta en marcha avanza día a día, se basa sobre todo en la celulosa y hemicelulosa que se obtiene a partir de plantas no aptas para el consumo. De este modo, materias primas tales como los cereales podrían seguir aplicándose a sus usos tradicionales, bien para pienso o para alimento humano. Pero para eso es necesario un mayor respaldo inversor.
Carlos Alberto Montaner Hugo Chávez va a estatizar las siderúrgicas y las grandes fábricas de cemento de Venezuela. En lugar de hacer una revolución comunista, la está comprando a plazos con su río particular de petrodólares. No se propone fusilar a los capitalistas sino, simplemente, comprarles sus propiedades. Ya lo hizo con la electricidad de Caracas y la compañía de teléfonos, y planea repetir el ejemplo con todos los sectores importantes de la economía. El ecuatoriano Rafael Correa y el boliviano Evo Morales, cada uno a su ritmo, van por el mismo camino. Esta gente es incapaz de aprender de la experiencia ajena. En las veinte sociedades más prósperas del planeta todo el aparato productivo cae dentro del ámbito privado. Son países permanentemente estimulados por la competencia y regidos por el imperio de la ley. En este tipo de sociedad el rol del Estado es clarísimo: no es un jugador, sino un árbitro justo y un factor de estímulo que crea las condiciones para que surjan empresas cada vez más sofisticadas y complejas que le agreguen valor a la producción. ¿Cómo logran esos objetivos? Hay cinco tareas básicas: Generando un marco legal que atraiga a los inversionistas y favorezca la supervivencia de las empresas. Perfeccionando el Poder Judicial para que los inevitables conflictos que surgen en el curso de las relaciones humanas puedan solucionarse rápida y razonablemente conforme al derecho. Favoreciendo el desarrollo general de la educación y la salud para propiciar la disponibilidad de un robusto capital humano capaz de sostener un aparato productivo de complejidad ascendente. Manteniendo los equilibrios macroeconómicos con una prudente política fiscal y monetaria. Concesionando o ''tercerizando'' todos los servicios que puedan realizarse en el ámbito de la empresa privada. Le corresponde al gobierno decidir cuáles son las infraestructuras que se necesitan construir o los servicios que se deben poner en marcha. Sin embargo, la experiencia nos enseña que la manera más eficiente y económica de convertir estas necesidades en obras duraderas es adjudicar su ejecución, manejo y mantenimiento a empresas surgidas en el seno de la sociedad civil. ¿Por qué? Hay, por lo menos, cinco razones que explican por qué el Estado es un pésimo empresario: Porque siempre es más costoso e ineficiente. Las empresas públicas, en general, son enormes focos de corrupción. En el peor de los casos, los políticos y funcionarios venales se apoderan de tajadas sustanciales de los presupuestos. En el mejor, convierten a las empresas públicas en sitios dedicados a contratar y favorecer amigos y partidarios, sobredimensionando las plantillas con trabajadores innecesarios. En las empresas públicas no es posible establecer fórmulas de incentivar a los buenos trabajadores o de penalizar a los incompetentes. Como nadie se beneficia o perjudica directamente con los resultados de la gestión de los trabajadores, se destruyen los fundamentos de la meritocracia. La empresa pública es mucho más vulnerable que la privada cuando surgen conflictos laborales. Despedir a un mal trabajador del sector público suele ser un calvario. Corregir su indisciplina es punto menos que imposible. Dado que cualquier enfrentamiento entre el empleador y el empleado tiene un costo político, la tentación de la administración pública es siempre a ceder, incluso ante las situaciones y demandas más injustas. La empresa privada tiene incentivos positivos y negativos para cumplir las metas pactadas en los contratos (el lucro si hace bien su trabajo y multas que pueden llegar a la pérdida de la concesión si defrauda a los usuarios), mientras que el Estado carece de esos mecanismos de recompensa o punición. Cuando un Estado es el responsable directo de brindar cierto servicio y no cumple o cumple mal sus objetivos, pareciera que nadie es responsable de esos fracasos. En cambio, si esos servicios se pactaron con una empresa privada a la que le fueron adjudicados mediante un contrato transparente y detallado, cualquier incumplimiento tiene nombre y apellido e inmediatas consecuencias negativas. Si partimos de la base de que uno de los objetivos clave de los gobiernos es estimular la creación y sostenimiento de un tejido empresarial denso y creciente, una de las vías para lograrlo es concesionar, ''tercerizar'' todo aquello que pueda realizarse en el ámbito privado. Esto, además, tiene otro componente adicional muy beneficioso: una parte de los beneficios del concesionario regresa al tesoro público por la vía de los impuestos. Hoy sabemos, en fin, cómo se alcanzan la prosperidad y el progreso colectivos. Chávez, Correa y Morales van en dirección contraria. Por el camino que han elegido van a hundir más a sus pueblos. El camino del desastre
La otra China
Alvaro Vargas Llosa
Washington, DC—El paso de la antorcha olímpica ha galvanizado a la opinión pública internacional en contra de Beijing. No está mal, si se piensa que el mundo ha pasado más tiempo festejando los deslumbrantes logros de la economía china en los últimos años que recordando que los hombres a cargo de esa burocracia son responsables de la supresión de las libertades civiles y políticas de una quinta parte de los habitantes del planeta.
La cuestión que sacó a los manifestantes a las calles –de París a San Francisco— fue la represión de las manifestaciones tibetanas por parte del gobierno de Beijing. El blanco inmediato de la furia de los manifestantes, por tanto, fue el nacionalismo chino, no el socialismo chino. Muy apropiado para un gobierno que se despojó hace largo tiempo de su reivindicación socialista y la reemplazó con un discurso nacionalista que lo presenta como único garante de la integridad de la nación. Resulta también profundamente irónico que el Partido Comunista de China, que llegó al poder en 1949 tras una guerra civil contra el nacionalismo del Kuomintang, se haya metamorfoseado en un partido nacionalista que no difiere mucho del que huyó a Taiwán tras la victoria de Mao.
Esa no es la única metamorfosis destacable sufrida por el comunismo chino. La otra tuvo lugar en diciembre de 1978, en el Décimoprimer Congreso del Comité Central, cuando se anunció el comienzo de la liberalización económica que, excepto por un breve período tras la masacre de la Plaza de Tiananmen, ha continuado sin interrupción hasta hoy. Bajo Deng Xiaoping, los comunistas chinos se volvieron travestis políticos, adoptando los ropajes de la derecha asiática: la combinación de dictadura política y empresa privada que Corea del Sur, Singapur y Taiwán habían experimentado bajo Park Chung-hee, Lee Kuan Yew y Chiang Kai-Shek respectivamente.
Es indudable, como quiera medírselo, el auge económico que la fórmula mercado-dictadura ha gatillado en China. En 1978, el sector privado representaba menos de un tercio de la producción industrial de China, mientras que hoy día representa dos tercios de la producción total. Considerando los precios relativos entre los Estados Unidos y China, el ingreso per capita de China, medido en dólares, se multiplicado diez veces.
Muchas áreas de la economía permanecen bajo un control sofocante, particularmente los mercados de capitales y el sistema bancario, razón por la cual el 70 por ciento de los préstamos otorgados por los bancos estatales se destina a las empresas del Estado aun cuando producen sólo un tercio de los bienes y servicios. Y existen grandes diferencias en cuanto a libertad de mercado —y desempeño económico— entre provincias como Guandong y Zhejiang, situadas a lo largo de la costa, y Xinjiang en el noroeste. Pero, así y todo, se estima que las reformas inauguradas en 1978 han sacado a cientos de millones de chinos de la extrema pobreza.
El despertar económico de China ha generado sentimientos encontrados alrededor del mundo. Por una parte, ha servido para colocar al tema de la reforma política y los derechos humanos en un segundo plano. Por otra, ha generado temor a la competencia, tanto económica como militar, particularmente en los Estados Unidos, donde hay incesantes presiones para que se adopten medidas contra las importaciones chinas y donde el último presupuesto militar, un tercio del cual está pensado para contrarrestar el gasto chino en materia de defensa nacional, pone gran énfasis en la “modernización estratégica”.
Ambas actitudes —la omisión moral de parte de quienes creen que la liberalización económica es suficiente y la paranoia de parte de quienes no comprenden los saludables poderes de la competencia— son erradas. El primer grupo está en lo correcto al creer que la creciente prosperidad china beneficia a todos; sin embargo, bajo las actuales condiciones, su actitud ayuda a reforzar la perniciosa idea de que la libertad puede ser rebanada convenientemente para satisfacción de quienes pretenden perpetuarse en el poder. El segundo grupo acierta al tender una mirada crítica hacia la burocracia de Beijing, pero se equivoca al pensar que China es esencialmente una amenaza económica o militar contra el resto del mundo: como lo indica cada acto de represión, el gobierno chino es una amenaza mucho mayor para el propio pueblo chino.
Mucha gente asume que, tarde o temprano, la liberalización económica y el surgimiento de la clase media conducirán a una reforma política en aquel país. Pero la lección del siglo 20 no fue que el cambio económico desova automáticamente un cambio político. La lección fue que la libertad sólo se da cuando la gente lucha por ella y que la libertad política y económica son dos caras de la misma moneda. Recordarle al Partido Comunista de China que ya es hora de respetar los derechos humanos y las libertades civiles, como lo hicieron los manifestantes de tantos lugares recientemente, es un hecho saludable.
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