Dime cómo tratan a los emprendedores y te diré en qué clase de país vives
Por Eduardo Bonilla
Fundación Ecuador Libre
“La visión gubernamental de la economía puede resumirse en unas cortas frases: si se mueve, póngasele un impuesto, si se sigue moviendo, regúlese, y si no se mueve más, otórguesele un subsidio”.
Ronald Reagan
Hace un par de meses me encontraba en una reunión de amigos, en una de las tantas noches gélidas de invierno en Washington DC. Vivía en aquella ciudad, a propósito del programa al que estaba asistiendo en la Universidad de Georgetown, llamado Liderazgo para la Competitividad Global.
El objetivo del Programa era conocer y aprender qué hicieron los países del primer mundo para volverse competitivos y dejar el subdesarrollo. Nuestra misión ulterior: replicar este conocimiento en nuestros respectivos países, creando así un efecto multiplicador positivo, que genere los cambios que tanto necesitamos.
Aquella noche, decidimos aplacar nuestro apetito haciendo un pedido de comida China. Como el restaurante era cercano, decidimos, junto a dos amigos, ir a retirar personalmente el pedido. Al llegar al lugar, nos recibió un señor de aspecto evidentemente asiático, que parecía ser el administrador del lugar. “Estábamos por cerrar pero siempre estamos ahí cuando un cliente lo necesita, pasen adelante”, nos dijo.
Mientras esperábamos, aquel personaje nos invitó a pasar a la barra y nos brindó algo de beber. No vale detallar cómo, pero decidimos nombrarlo entre risas “Chinito Uno“. Por alguna razón, ese nombre le fascinó y no paraba de repetirlo con su acento poco acostumbrado al español. Chinito Uno nos contó que había llegado a Estados Unidos en su afán de huir del régimen Comunista de Mao Zedong, pues ya desde joven había sentido en carne propia la falta de libertad, “siempre quise tener mi propio restaurante, en un país donde la palabra ´propio´ carecía de significado“.
Es así, que después de superar innumerables obstáculos, Chinito Uno logró abrir no sólo un restaurante, sino más de treinta. Ofreciéndoles trabajo a más de 300 personas y generando el suficiente capital para invertir en otros negocios. Hoy en día, Chinito Uno tiene el dinero suficiente para vivir el resto de su vida sin trabajar, pero sigue atendiendo personalmente a sus clientes, pues cree que el éxito de su negocio se debe al servicio personalizado que se ofrece en sus restaurantes.
Esta historia me dejó muchas lecciones, entre ellas entender, que nuestro país necesita más emprendedores. La pobreza material, que implica el no tener acceso a determinados bienes y servicios, solo puede ser combatida cuando sus ciudadanos tienen un ingreso. Para tener un ingreso necesitan un salario y para tener un salario se necesitan más empresas creando puestos de trabajo. Es decir, para que se reduzca la pobreza deben existir más emprendedores nacionales o extranjeros dispuestos a invertir en el país.
Pero para que esto suceda se necesita crear un ambiente próspero que garantice el surgimiento de toda actividad productiva. Países como Chile, Irlanda, Nueva Zelanda o Corea del Sur, han entendido esto muy bien y han logrado índices de desarrollo económico impresionantes.
Sin embargo, en nuestro país aún no hemos comprendido que la falta de derechos de propiedad privada, la estatización de industrias, los controles de precios, el aumento de impuestos, no solo que son medidas obsoletas y atrasadas sino que son políticas “Espanta Inversiones” como las llama Andres Openheimer.
El reciente caso de revisión de la concesión de las compañías de telefonía celular y la amenaza pública de expulsión, no sólo demuestra que vivimos bajo las garras de un neopopulismo carnívoro que desemboca en un caudillismo extremo (creer que el caudillo está por encima de las instituciones lleva a una masiva pérdida de la libertad de los ciudadanos. Ahora resulta que todos los que quieran invertir tendrán que darle una visita al Presidente en Carondelet), sino que además nos enseña que vivimos en un ambiente muy poco propicio para la inversión y, por ende, para el surgimiento de nuevos emprendimientos.
En conclusión, el modo en que tratemos a nuestros emprendedores definirá el tipo de país que legaremos a nuestros hijos. Si queremos un país próspero debemos liberalizar más espacios para el desarrollo de la creatividad de todo ciudadano, especialmente los más pobres. Como lo resume mi buen amigo Pablo Arosemena Marriott: “El hábitat natural del emprendedor es la Economía de Mercado en el marco de un Estado de Derecho”. Chinito Uno entendía muy bien aquello, “El problema no es la falta de creatividad o ganas de trabajar de las personas, el problema es el Gobierno cuando atenta contra la libertad” nos decía una y otra vez con mucho entusiasmo. Gracias Chinito Uno, así se lo haré saber a mis compatriotas.
Eduardo Bonilla es Becario Banco de Guayaquil del Programa "Liderazgo para la Competitividad Global", Georgetown University 2008.
Obama apoya una nueva alianza con América Latina
Obama mira hacia la región. (Fotomontaje: Gustavo Poletto)
Aunque todavía está lejos de la Casa Blanca, el precandidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Barack Obama, ya delinea parte de su estrategia si logra ganar las elecciones. Prometió cambiar radicalmente la política de Washington hacia América Latina, incluyendo una nueva agenda con Cuba que alentará la "diplomacia directa", autorizando los viajes de familiares y el envío de remesas sin límites, aunque sin alterar el embargo contra la isla.
Durante una visita a Miami, Obama también advirtió que no tolerará que las Fuerzas Armadas Republicanas de Colombia (Farc) reciban ayuda de los gobiernos "de países vecinos", un tiro por elevación al presidente Hugo Chávez, a quien Bogotá acusa de apoyar a la guerrilla. También enfatizó que la seguridad regional será una de sus prioridades si llega a la Presidencia.
Favorito a hacerse con la candidatura presidencial demócrata, Obama criticó duramente la política del gobierno del presidente George W. Bush hacia Latinoamérica y la posición del virtual candidato republicano a la presidencia, John McCain.
En un almuerzo organizado por la influyente Fundación Nacional Cubano Americana (www.canf.org), Obama manifestó que su gobierno se comprometerá de manera directa con el hemisferio americano para alentar la democracia y lanzará una iniciativa regional de seguridad para combatir el narcotráfico, la corrupción y la delincuencia. "Es hora de una nueva alianza de las Américas", dijo Obama. "Es hora de que los Estados Unidos vuelva a extender una mano de ayuda y sea un rayo de esperanza", consideró.
"Después de ocho años de políticas desastrosas de George Bush, ha llegado la hora para avanzar la diplomacia directa, con amigos y enemigos, sin precondiciones", manifestó el senador de Illinois, que concluyó el viernes una visita de tres días por la Florida. "Jamás dejaré de defender la libertad", aseveró. Para Obama, que supera a su rival demócrata Hillary Clinton en número de delegados y en voto popular, "es hora de ir más allá de la retórica dura que no trae resultados. Es hora de una nueva estrategia".
El senador dijo que de llegar a la presidencia, de inmediato autorizará los viajes de familiares y el envío de remesas a Cuba sin límite. "Es hora de permitir a los cubano-americanos ver a sus madres y padres, sus hermanas y hermanos. Es hora de dejar que el dinero cubano-americano disminuya la dependencia de sus familiares del régimen de Castro", sostuvo.
Sobre la guerrilla colombiana Obama advirtió que su gobierno llamará la atención "a cualquier apoyo que reciban las Farc que provenga de gobiernos vecinos" y dijo que ese tipo de comportamiento debe ser denunciado internacionalmente, "aislado al nivel regional (...) porque esta situación no puede seguir así". Pero el senador fue más allá: dijo que antes de cualquier discusión diplomática, pedirá una "rendición total de cuentas" de la relación que mantiene el gobierno de Chávez con las Farc.
Respecto de la Iniciativa Mérida que procura combatir el narcotráfico, el crimen organizado y la violencia en México y Centroamérica, admitió que no se dedican suficientes recursos, y destacó que Estados Unidos tiene que trabajar "aún más al sur". En ese sentido, dijo que destinará más recursos económicos a la región para combatir la pobreza.
La Casa Blanca -dijo Obama- no puede "ignorar el sufrimiento a nuestro sur, ni permitir la globalización de los estómagos vacíos", consideró, y anunció que entre sus planes figura el de aumentar "de manera significativa nuestra ayuda para las Américas".
Las declaraciones del precandidato, pronunciadas ante líderes de la comunidad cubana y dirigentes latinos de Miami, ocurren en medio de una carrera por la Casa Blanca en la que los colectivos afroamericanos e hispanos tienen especial relevancia. Mientras los latinos han respaldado mayoritariamente a Hillary Clinton, los afroamericanos han dado su apoyo a Obama. El senador trata ahora de ganar terreno entre los hispanos.
Su opinión importa. ¿A quién prefiere como presidente de Estados Unidos en relación con su política hacia América Latina?
Decadencia en 7 lecciones
La crítica conservadora sí se atreve a hablar de decadencia, aplicada a este lento proceso que sufre Occidente mediante el cual su moral, sus costumbres y tradiciones se diluyen en el indiferentismo.
Desde que Spengler popularizó el concepto de decadencia a principios del siglo pasado, para muchos es una palabra prohibida. Su uso por parte de las ideologías totalitarias como coartada para justificar los abusos de poder sobre los que se sustentaban, ha hecho que muchos, ahora, sientan recelos a la hora de utilizarla. Además, la izquierda ha usado siempre la palabra decadencia aplicada al sistema capitalista o a la sociedad burguesa, como dos conceptos emparejados, paralelos y mutuamente necesarios. Por tanto, desde la derecha liberal, socialdemócrata o corporativa, la palabra decadente ha sido apartada del lenguaje político.
Sin embargo, la crítica conservadora sí se atreve a hablar de decadencia, aplicada a este lento proceso que sufre Occidente mediante el cual su moral, sus costumbres y tradiciones se diluyen en el indiferentismo.
Hace ahora treinta años, en
Según Parkinson, la decadencia es un proceso según el cual coinciden en el tiempo una serie de fenómenos que cada uno individualmente aporta su contribución al proceso total.
El primero de esos fenómenos es un exceso de centralización, como históricamente le ha pasado a las metrópolis de Babilonia y Roma, París y Londres. En segundo lugar, un incremento de los impuestos más allá de los límites razonables, lo cual “siempre ha sido un signo de decadencia y un preludio del desastre”. A esto se añade un tercer factor, el crecimiento de la administración de lo público, hasta tal punto que los políticos que se supone que la controlan acaban siendo controlados por ella. Es la friedmaniana “tiranía del status quo”. Es la imposibilidad de llevar a cabo reformas estructurales porque el entramado de los poderes públicos es tan complejo que impide que se vayan haciendo reformas sectoriales necesarias para la modernización u optimización de los recursos públicos.
En el cuarto lugar aparece un factor que al español actual no le sorprenderá en absoluto: la promoción de la gente más incapaz a los altos puestos de gobierno; fenómeno por el cual las nuevas ideas son un impedimento para el éxito en vez de ser su natural modo de promoción. El mérito se sustituye por la capacidad servil al poder. Es la tiranía de los serviles.
El quinto fenómeno parece la consecuencia lógica de todo lo anterior: la necesidad de un incremento del gasto público. Este factor, al juntarse al del nivel máximo de imposición por la vía de los impuestos, lleva a un incremento de la deuda pública, único modo de financiar el gasto inmediato, trasladando el problema a una generación posterior. De todos es sabido que la deuda pública es una realidad tangible en las economías socializadas, no solo por la mala administración de la cosa pública, sino por el aumento continuado de la intervención pública aun en momentos de crisis.
El último de los fenómenos que invitan a la decadencia es el buenismo, lo que Parkinson define en inglés como “liberal opinion”, una tendencia al sentimentalismo, al predominio del sentimiento sobre la razón por un lado y, por otro, un interés único por vivir en el presente.
Si pasáramos este test de decadencia a los países que conforman Occidente, seguro que muchos puntuarían bastante alto y España batiría marcas, ya que parece estar instalada en los seis factores.
Sin embargo, como apunta el título de este artículo la decadencia se alcanza en siete pasos y hemos dicho seis. Fue Rusell Kirk quien añadió a estos seis el séptimo y definitivo: el olvido de la moral. En realidad, la enmienda de Kirk a Parkinson es consecuencia del buenismo apuntado en el sexto fenómeno. Ambos fenómenos, buenismo y falta de moral van de la mano. El valor ha sustituído a la virtud. El buenismo no exige virtud, o sea, vivir uno mismo el valor, sino la “creencia” en el valor. La virtud exige compromiso, pero los psiquiatras americanos ya hablan de commitment panic syndrome, una especie de proceso depresivo en el que entra el individuo cuando se le plantea un posible compromiso, por ejemplo, la decisión de contraer matrimonio.
La crisis de la persona que estamos viviendo es una crisis de personas, de personas individuales, de muchas personas individuales. El buenismo, como es sabido, rechaza la moral porque en su divinización del Estado, el buenista habermasiano le otorga la increíble capacidad de convertirse en legislador moral, convirtiendo en religión la mera administración del Estado.
La asunción de responsabilidades por parte del legislador es imprescindible para frenar el proceso de decadencia. Los problemas técnicos económicos son también problemas morales. Dejarle a las próximas generaciones un problema de deuda es, en el fondo, un problema moral. Entender que los mejores son los que deben estar en las más altas responsabilidades es también un problema moral. Así sucesivamente.
Ante la decadencia hace falta un desprendimiento de las ideologías, sistemas de ideas que aspiran a controlarlo todo con el único fin de ofrecer paraísos terrenales, sean estos igualitarios, mercantilistas o “democráticos”. El conservador no apuesta por la ideología porque sabe que es falsa. Es necesario que el hombre descubra su condición de persona, persona varón y persona mujer, con las implicaciones morales que esto supone; es necesario ser consciente de que los procesos históricos que nos llevan cuesta abajo se pueden invertir cuando se deja actuar a la sociedad, como conjunto de personas, a través de sus instituciones naturales con la colaboración de las estructuras e instituciones propias de la administración del Estado. Estas, necesarias pero reducidas y bajo control, al servicio de las instituciones naturales, lejos de fomentar un proceso de decadencia, ayudan a impulsar a la sociedad para que dé lo mejor de sí.
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