Peloton: el espectacular ascenso y caída de un fondo
Por Cassell Bryan-low, Carrick Mollenkamp y Gregory Zuckerman
The Wall Street Journal
Cuando sus inversiones en hipotecas empezaron a hundirse, Ron Beller, el jefe de un fondo de cobertura estadounidense, experimentó en carne propia la rudeza con la que funciona Wall Street. Banqueros que le habían prestado dinero cerraron sus líneas de crédito y tomaron los activos del fondo. En cuestión de días, Peloton Partners LLP, uno de los operadores de fondos de cobertura de mejor desempeño, perdió alrededor de US$17.000 millones.
En un momento durante su calvario, Beller, de 46 años y con dos décadas de experiencia en las altas finanzas, colapsó por agotamiento, según personas cercanas al asunto.
De Estados Unidos a Europa, las turbulencias de los mercados financieros están dejando atrás historias como la de Beller. La crisis ya ha cobrado víctimas como el banco de inversión Bear Stearns Cos (comprado por J.P. Morgan Chase & Co.) y provocó pérdidas de miles de millones de dólares en bancos, fondos de cobertura y sus inversionistas.
Por su velocidad, la caída de Peloton muestra un ejemplo de las delicadas relaciones sobre las que se construye la industria financiera, y el ritmo frenético con el que se puede deshacer.
En el mundo de los fondos de cobertura hay debilidades por todos lados: los gestores más ambiciosos a veces se olvidan de considerar algunos riesgos más amplios, como cuando los bancos en problemas piden de vuelta el dinero que muchos fondos necesitan prestar para hacer sus inversiones. Peloton fue especialmente vulnerable porque había acumulado mucha deuda con la meta de incrementar sus ganancias. Por cada dólar captado de sus clientes, Peloton había pedido prestados al menos otros nueve dólares para comprar algunos bonos.
"Si se queda sin dinero, ya no puede seguir jugando", dice Chris Jones, de Key Asset Management Ltd., un gestor de fondos de cobertura que invirtió inicialmente en Peloton.
Beller, que perdió de su propio bolsillo más de US$60 millones, cree que Peloton fracasó no porque hizo las inversiones equivocadas, sino porque los bancos que le prestaban dinero no se mantuvieron a su lado cuando los precios de sus inversiones se desestabilizaron, según fuentes cercanas al fondo.
"Lamentamos profundamente lo que ha ocurrido", dijo Beller en su última conferencia telefónica con inversionistas, a principios de marzo.
Nacido en Long Island, en el estado de Nueva York, Beller inició su carrera en Goldman Sachs Group Inc., ascendiendo al puesto de alto ejecutivo en la oficina de Londres. Su esposa, que también trabajó en Goldman Sachs, es consejera del primer ministro británico, Gordon Brown. En Londres, los Beller fueron blanco de la prensa, que suele enfocarse en el estilo de vida opulento de los banqueros estadounidenses.
En 2005, Beller y su socio Geoffrey Grant, quien ganó US$150 millones para Goldman en 2001, lanzaron Peloton. Un socio minoritario, William Gilbert, ex director gerente de opciones sobre divisas en J.P. Morgan Chase, compartía con Beller la pasión por el ciclismo: de ahí surgió el nombre "Peloton", que es el término francés para el grupo principal de ciclistas en una carrera.
Peloton presentó sus planes a inversionistas potenciales en una conferencia de fondos de cobertura organizada por Goldman Sachs en un resort costero en España. Su estrategia en ese momento decía: ganar dinero con las tendencias económicas globales a través de apuestas en una variedad de activos, desde bonos a divisas.
Los socios pusieron US$30 millones para ayudar a empezar en el fondo. El brazo de gestión de fondos de Goldman aportó otros US$50 millones, según fuentes al tanto. La división de corretaje y banca de inversión del banco se anotó para proveer la intermediación y los préstamos.
A mediados de 2005, los activos de Peloton sumaban US$1.000 millones. Sus operadores se reunían todas las semanas en el llamado salón de "relajación" de la oficina de Londres, decorado con divanes de colores y temas marroquíes. Grant se sumaba a las reuniones por videoconferencia desde Santa Barbara, California, a donde se había mudado casi al mismo tiempo del lanzamiento del fondo.
La intensa personalidad de Beller causaba fricciones. Humillaba públicamente a secretarias y a operadores de mal desempeño, según fuentes cercanas. Maxwell Trautman, un socio fundador, renunció en enero de 2006 debido a conflictos personales y diferencias de estrategia con Beller.
Tras un comienzo errático, Beller adoptó una estrategia promisoria: apostar fuertemente contra el mercado inmobiliario de EE.UU. El momento era el correcto: en julio de 2007, el fondo ABS, de Peloton, había crecido 34,45%, a medida que los deudores de alto riesgo dejaban de pagar sus hipotecas. Al mismo tiempo, Beller hacía una apuesta opuesta: que los valores ligados a hipotecas, que se vendían a sólo 90 ó 95 centavos por dólar, finalmente serían repagados completamente, aún en medio de las cesaciones de pago.
A algunos inversionistas, la jugada no les agradaba nada. En agosto, Goldman Sachs le aumentó a Peloton el requerimiento de garantías para seguir prestándole dinero. En los meses siguientes, la situación se complicó y, aun a pesar de los enormes rendimientos mostrados a fines de 2007 (para noviembre de ese año, las ganancias de Peloton alcanzaron un sorprendente 87,6%), la caída se hizo difícil de detener. En febrero de este año, UBS AG rebajó el valor de buena parte de los títulos hipotecarios de su portafolio, parecidos a los que tenía Peloton. A medida que el valor de sus inversiones caía, los bancos empezaron a exigir a Peloton garantías más altas para respaldar el dinero prestado, algo que en el sector se conoce como "margin calls".
Beller creía que aún tenía apoyo de los bancos para seguir operando, pero las caídas del mercado del 25 de febrero descartaron cualquier rescate. Tres días después, debió entregar sus activos a los bancos y cerrar el fondo.
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