05 mayo, 2008

Perú toma el otro sendero


Por Mary Anastasia O'Grady

Iquitos, Perú

El vuelo entre Lima y esta metrópolis en la selva de 400.000 habitantes dura 90 minutos. Pero la vida diaria está a años luz de la capital peruana.

Luego de casi dos décadas de reformas paulatinas hechas por el gobierno central, ahora Lima tiene servicios de primera clase, empresas competitivas a nivel global, centros comerciales, supermercados y una naciente clase media. Pero aquí en el centro de la Amazonia peruana, los estándares de vida son muy similares a los de hace 30 años.

La diferencia entre ambas ciudades ilustra uno de los mayores retos para el gobierno del presidente Alan García, quien fuera un socialista renombrado pero que ahora enarbola las banderas del capitalismo democrático.

Perú ha experimentado un crecimiento acelerado, más de un 6% anual durante casi siete años, y ese crecimiento ha ocurrido en su mayoría en la costa y en la capital. Pero las regiones montañosas y selváticas del país no han gozado del mismo crecimiento y siguen siendo vulnerables al populismo de izquierda.

Esto es lo que convierte a Perú en la zona cero de la lucha continental entre la modernidad y el socialismo atávico. Hugo Chávez está rondando como un buitre sobre las regiones más pobres del país, esperando añadir al cotizado país andino a su colección de aliados revolucionarios en América del Sur. Mientras tanto, los reformistas intentan presionar para una liberalización más profunda.

Las buenas noticias son que los buenos están en racha. Es cierto que las zonas remotas como esta ciudad son vulnerables a incursiones ideológicas de la izquierda autoritaria, pero también es cierto que buena parte del resto del país comienza a pensar y actuar más como empresarios chilenos que como socialistas cubanos. Entender el motivo es crucial para el progreso futuro.

Un cambio fundamental que ha sumado partidarios a las filas del libre mercado en las pasadas dos décadas es la estabilidad de precios. En 1990, la inflación alcanzó 7.000%, pero en los últimos seis años ha promediado 2,3%. Eso significa que, incluso antes de cualquier otro cambio en las políticas gubernamentales, cada peruano ha disfrutado de una reducción de impuestos y un impulso a su capacidad de ahorro.

La estabilidad de precios por sí sola, sin embargo, habría dejado al país muy por debajo de su potencial. Mucho más impresionante es la reestructuración de la economía, que ha conducido a un crecimiento más acelerado y a una distribución más equitativa de las oportunidades. Mientras que la explosión de los precios de las materias primas ha impulsado el desarrollo últimamente, en Perú también están surgiendo rápidamente empresarios en diversas industrias no tradicionales. Y esos innovadores se están abriendo paso en el escenario global.

La reforma clave que ha hecho todo esto posible es la apertura de la economía, la cual hasta 1990 tenía elevados aranceles diseñados para proteger a las industrias locales.

El periodista peruano Jaime Althaus documenta los efectos de la apertura en su libro de 2007 titulado La revolución capitalista en el Perú. Lejos de "desindustrializar" al país, Althaus dice que la liberalización del comercio ha fortalecido la manufacturas peruanas. Con los aranceles altos, el sector industrial funcionaba principalmente como un ensamblador de autos y productos electrónicos, usando insumos del extranjero. Pero cuando la protección terminó, las empresas locales empezaron a descubrir sus ventajas comparativas.

Había muchas. Altas tasas de crecimiento, promediando 11% al año entre 1990 y 2002, se han dado en sectores que producen vajillas, porcelana, tejidos, productos plásticos y químicos básicos, por mencionar algunos.

La historia de esta aglomeración de pequeñas compañías metalúrgicas en un cluster que ha surgido en Lima es especialmente atractiva. En los últimos años, estos empresarios han sido competitivos a la hora de conseguir contratos antes reservados para importantes firmas extranjeras. También se han convertido en grandes exportadoras.

El sector agrícola en la costa también ha revivido, en parte debido a que los derechos de propiedad privada ahí (no así en el interior del país) han reemplazado los sistemas colectivistas de los años 70. Como resultado, he llegado la inversión. La agricultura moderna ha puesto a la costa en el mapa como un proveedor global de espárragos, uvas, cebollas, mangos y plátanos orgánicos. Todo esto ha sido apoyado por la desregulación y privatización de sectores clave como telecomunicaciones y la banca. Los principales beneficiarios de esta apertura han sido los consumidores.

Entonces, ¿cuál es el problema con Iquitos?

No, como podría suponer, su aislamiento. García me dijo que cree que el problema real es que sus recursos más valiosos (la caoba y el cedro) crecen en tierras que no tienen derechos de propiedad. Hay algunas concesiones a largo plazo, pero dice que le gustaría ver muchas más para que aquellos que cultivan y talan los árboles tengan los incentivos adecuados para que cuiden más los bosques.

¿Ve lo que digo respecto del cambio de mentalidad? Ahora si tan solo el presidente aprovecha el tiempo, los chavistas de Caracas empezarán a verse sólo como notas al pie de página de la historia peruana.

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