17 junio, 2008

El Gobierno destruye la economía

Por Llewellyn H. Rockwell
Libertad Digital, Madrid

Estamos a la espera del anuncio oficial de que Estados Unidos está en recesión. Durante meses han caído las inversiones, el desempleo aumenta y todo recuerda a lo sucedido en anteriores recesiones. Y aunque se tenga un puesto de trabajo seguro y no tenga dinero en la bolsa, la inflación sí que nos afecta a todos.

Y ¿qué esta haciendo Washington? Está actuando con increíble estupidez. El Congreso acaba de legislar una extensión de los subsidios a desempleados, ignorando que cuando se paga por algo se obtiene más de ese algo. Así pues, tendremos más desempleados y se prologarán los problemas.

La lógica económica nos explica por qué será así. En medio de una recesión se necesita un mercado laboral más libre, no más intervenido. Cuando el desempleo está aumentando, las empresas deben poder emplear gente a menores costes. Pero el Congreso está impidiendo que mucha gente logre emplearse. Esto no es sólo estúpido, sino muy peligroso. Gran Bretaña trató de hacerlo en los años 30 y fue la principal razón de las altas tasas de desempleo, que a su vez llevaron a muchos a apoyar políticas socialistas que terminaron destruyendo su economía. Lo mismo puede pasar en Estados Unidos.

Por su parte, la Reserva Federal sigue pensando que la mayor amenaza es la caída de los precios y se dedican a combatirlo justo en el momento en que eso sería lo mejor para el país. Y ¿por qué esa obsesión del Banco Central de Estados Unidos? Por su equivocada creencia de que fue eso lo que causó la Gran Depresión. Al igual que Franklin Roosevelt y sus asesores, los funcionarios de la Reserva Federal están convencidos que la causa de la Gran Depresión fue la caída de los precios de todo. Pero los bajos precios fueron lo mejor de la década de los 30; imaginemos el horror de esa depresión con inflación.

La actual política monetaria no tiene sentido, pero a la Reserva Federal no se le ocurre nada mejor que inventar nuevas maneras de influenciar a los bancos para que presten más dinero, como si el dinero y el crédito fuesen la salvación. Debieran ver lo que está sucediendo en países africanos con inflaciones de más de 1000%.

Es fácil olvidar que el presidente Bush tiene mucha culpa de lo que está sucediendo. Su guerra ha drenado capital, reducido el suministro petrolero y afectado a la inversión privada. No ha hecho nada por mantener el precio de la gasolina a un nivel razonable y rechazó propuestas que reducirían los precios de los combustibles. Más bien ha estimulado la política inflacionista de la Reserva Federal, dando prioridad absoluta a sus aventuras militares. Aunque no deje de ser una simplificación, el Estado guerrero es la causa de la actual recesión.

¿Cuál es la respuesta apropiada en una recesión? Lo primero es no hacer más daño y, cuando hablamos del Gobierno, eso ya es mucho. Luego, en un mundo ideal, debiéramos acabar con la Reserva Federal, reducir el coste de contratación, bajar los impuestos y eliminar los controles ambientales a la exploración y refinación petrolera. Así la recesión duraría poco. De lo contrario, podríamos encarar una larga y dañina recesión.

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