Sin beneficios no hay petróleo El petróleo es un negocio de ciclos. En ocasiones los beneficios se disparan. En ocasiones no hay beneficios. El barril de crudo refinado hoy supera los 125 dólares, pero no hace mucho que el precio se desplomaba por debajo de los 20 dólares -- con, para muchos, resultados agónicos. Por Jeff Jacoby | ||
Con los norteamericanos echando humo por la gasolina a 4 dólares el galón (3,8 litros) y ExxonMobil informando de ingresos de casi 10.900 millones de dólares en el primer trimestre del año, la tentación de hablar de manera ostentosa sobre beneficios “obscenos” y compañías petroleras “codiciosas” es algo a lo que muchos políticos no pueden resistirse. El lunes de la semana pasada, siete Senadores Demócratas presentaban la “Consumer-First Energy Act of 2008,” piedra angular de la cual es un impuesto del 25 por ciento sobre a los ingresos imprevistos de las compañías petroleras norteamericanas. Esto, afirmaban los Senadores en un comunicado, “tratará las causas raíz del elevado precio de la gasolina.” Exactamente cómo va a hacer esto no lo dejan muy claro, quizá porque ponerse a sonar los tambores de la lucha de clases aparece antes en su lista de prioridades. “Las compañías petroleras están sacando beneficios obscenos a diestro y siniestro mientras las familias americanas se aprietan el cinturón al límite por los disparados precios de los combustibles”, resuna el senador Charles Schumer, por Nueva York. “Es hora de que las petroleras paguen su parte justa para que los americanos puedan tener algo de alivio.” También a bordo del tren de los beneficios imprevistos se encuentran los aspirantes presidenciales Barack Obama y Hillary Clinton. "Tenemos que seguir de cerca a las compañías petroleras y examinar su especulación", proclama Obama. "Tenemos que seguir de cerca los beneficios imprevistos". Clinton atacaba los beneficios de las petroleras como “Dick Cheney en el país de las maravillas” y evidencia que "hay algo que va seriamente mal en nuestra economía". Hay algo que va mal, de acuerdo -- la ignorancia económica de los políticos que piensan que cuando las petroleras prosperan deben ser penalizadas. O que imaginan que la forma de bajar los precios de los combustibles es disparar los impuestos de la industria petrolera. O que piensan de verdad que ingresos de 8,1 centavos de dólar por venta -- los beneficios de las petroleras durante los cinco últimos años, exactamente el equivalente a la media de fabricación norteamericana total (excluyendo los automóviles) -- constituyen un “beneficio imprevisto”. El petróleo es un negocio de ciclos. En ocasiones los beneficios se disparan. En ocasiones no hay beneficios. El barril de crudo refinado hoy supera los 125 dólares, pero no hace mucho que el precio se desplomaba por debajo de los 20 dólares -- con, para muchos, resultados agónicos. “Trabajé para una gran petrolera a comienzos de los años 80,” me escribía un lector la última vez que Congreso y medios hacían piña con motivo de los ingresos de las petroleras. “Perdí mi puesto de trabajo, junto a 150.000 ingenieros y geólogos más, cuando el precio del petróleo bajó de los 36 dólares el barril a los 10 dólares el barril en seis meses.” La esperanza de recoger grandes beneficios es el incentivo que invita a Exxon, Chevron y las demás petroleras a asumir riesgos enormes y gastar inmensas sumas de dinero -- una sola plataforma de extracción en mar abierto puede costar hasta mil millones de dólares -- para descubrir, extraer y refinar nuevos yacimientos de petróleo. Los beneficios ingresados en los años de expansión hacen posible que la industria persevere durante los años de vacas flacas. Reduzca esos beneficios y estará reduciendo esa perseverancia -- las petroleras no invertirán tanto, no realizarán tantas prospecciones y no extraerán tanto. Hemos recorrido antes este camino. Bajo un impuesto a los beneficios imprevistos introducido en vigor por Jimmy Carter, la producción petrolera nacional se desplomó en alrededor de 795 millones de barriles, al tiempo que las importaciones de crudo exterior se elevaron portentosamente. El Congreso había anticipado ingresos fiscales por el impuesto a los beneficios imprevistos de 393.000 millones de dólares. La recaudación real: apenas 80 mil millones de dólares. Al igual que tantas otras cosas de la era Carter, el impuesto a los beneficios imprevistos fue un fiasco contraproductivo. ¿De verdad piensan los demócratas que una nueva dosis de Carter-economía va a reforzar la economía de hoy en día? Si usted quiere ver un verdadero beneficio imprevisto, eche un vistazo a lo que las petroleras pagan en impuestos. Las 27 compañías energéticas norteamericanas más grandes entregaron en total más de 48 mil millones de dólares en impuestos sobre la renta en 2004, 67 mil millones en 2005, y más de 90 mil millones en 2006 -- un incremento del 87 por ciento. Desde 1981, la Tax Foundation calcula que la industria petrolera ha acumulado en total 1,12 trillones de dólares -- pero pagó en total 1,6 trillones en impuestos (hay que añadir otro medio trillón a las cuentas en concepto de impuestos pagados a gobiernos extranjeros). Durante la mayor parte de los 25 años entre 1981 y 2006, afirma el presidente de la fundación, Scott Hodge, los impuestos recaudados a las petroleras por los gobiernos federales, estatales y locales fueron casi del doble de los beneficios de la industria en cualquier año dado. A pesar de todo el parloteo a causa de los 10.900 millones de dólares de ExxonMobil en beneficios el último trimestre, se presta poca atención a su factura fiscal total durante el mismo período: más de 29.000 millones de dólares. ¿De manera que quién es aquí “el que se lucra” -- las petroleras o el gobierno? ¿Y quién es más probable que mantenga abundante la energía -- los empresarios que en busca de beneficios la extraen del suelo, o los políticos que les demonizan cuando tienen éxito? |
17 junio, 2008
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