El 'no' irlandés al Tratado de la UE hace tambalearse el plan para crear un Impuesto de Sociedades armonizado
La Comisión Europea prevé proponer en otoño una armonización parcial del Impuesto sobre Sociedades. Pero el Gobierno francés, que en la segunda mitad del año presidirá la UE, no impulsará el proyecto para evitar espolear el euroescepticismo en Irlanda, que se impone a la medida porque teme que sea el primer paso para armonizar o aproximar los tipos .
Bruselas plantea unificar el cálculo de la base imponible. Los Estados de la UE occidental gravan los beneficios con un tipo impositivo que ronda el 30%. Pero detrás de la regla, una maraña de excepciones genera realidades radicalmente diferentes.
Irlanda se opone. Teme que la base sea el primer paso para armonizar o aproximar los tipos. O para fijar un tipo mínimo. París y Berlín esperan que así sea, para erradicar lo que consideran competencia fiscal desleal. Otros sostienen que armonizar sólo la base destaparía la presión fiscal real, y las Haciendas más voraces deberían moderar los tipos para evitar fugas de empresas.
La adopción de medidas fiscales en la UE exige la unanimidad de sus 27 países. Como hay opositores, Bruselas reclama una cooperación reforzada: los Estados que estuvieran de acuerdo participarían, y los que quedaran aislados podrían reengancharse si cambian de opinión.
El milagro económico irlandés
Las multinacionales utilizan Irlanda como sede para operar en Europa porque su población es joven, bien formada y habla inglés. Porque al pertenecer a la UE, las exportaciones de la isla viajan al continente sin aranceles aduaneros. Y porque el tipo impositivo del Impuesto sobre Sociedades es tan sólo el 12,5 por ciento.
Uno de los argumentos de los irlandeses que han hecho campaña contra el Tratado de Lisboa es que si entra en vigor, les obligará a elevar la presión fiscal y equipararla con la de sus vecinos. El mensaje caló y el ciudadano de a pie votó hace una semana, vía referéndum, no ratificarlo. Con Lisboa, la UE pretendía facilitar la toma de decisiones. Su rechazo empuja al club a una nueva crisis política.
Cumbre en Bruselas
La cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países de la UE debate ayer y hoy en Bruselas cómo salir de la crisis. La opción que, ayer al cierre de esta edición, reunía más apoyos era evitar precipitarse para no agravar la situación. España y los otros seis países que aún no han ratificado el Tratado, deberían hacerlo siguiendo el ejemplo dado por Reino Unido el miércoles. Si el euroescepticismo checo y polaco no resurge, Irlanda quedará aislada en otoño.
Dublín debería, mientras tanto, hacer propósito de enmienda. Los Tratados de la UE necesitan de la ratificación unánime de todos los países para entrar en vigor. Y aunque nadie quiere echar a Irlanda, casi nadie desea renunciar al impulso que Lisboa daría al desarrollo de políticas comunes en inmigración, exteriores o defensa.
Una de las soluciones más evocadas es que el Gobierno irlandés convoque un nuevo referéndum sobre exactamente el mismo Tratado. Los otros 26 Ejecutivos nacionales añadirían una andanada de protocolos para desmontar los argumentos de los partidarios del No.
Poder de veto en fiscalidad
Uno de estos protocolos explicaría que Lisboa no altera la toma de decisiones sobre política fiscal en el seno de la UE, que seguirán siendo adoptadas por unanimidad. Es decir, basta el veto de un país para bloquearlas. De modo que Irlanda podría resistir a las presiones de países como Francia o Alemania.
Estos protocolos podrían no bastar para que los irlandeses cambien de opinión, porque con Lisboa seguirá abierta la puerta trasera para colar el Impuesto sobre Sociedades armonizado. Así que la UE se plantea congelar la armonización o, incluso, darle carpetazo.
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