25 junio, 2008

LA SALUD ENFERMA

Por un saludable comercio de salud


por Fredrik Erixon y Lucy Davis

Fredrik Erixon es director del Centre for International Political Economy (ECIPE), basado en Bruselas.

Lucy Davis es analista de política comercial del Centre for International Political Economy (ECIPE), basado en Bruselas.

Mientras el precio de los alimentos y del petróleo se disparan en todo el mundo, los consumidores reciben un curso intensivo de economía: cuando la demanda sube, los precios suben. A pesar de que los alimentos y el petróleo predominan en los titulares, otros esenciales también obedecen esta ley de hierro, incluyendo la salud, que amenaza con acabar con los presupuestos de los gobiernos alrededor de todo el mundo. Así como con la comida, parte de la solución está en abrirse al comercio y a la competencia.

La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) estima que el promedio del gasto mundial en salud en el 2007 fue de 9% del PIB, aumentando en relación a poco más del 5% en 1970. EE.UU. actualmente gasta más de 2 trillones de dólares al año en salud, 8 veces más de la cantidad que se gastaba en 1980. Los costos de salud en EE.UU. actualmente están subiendo a una tasa que duplica la de la inflación general, lo cual es una tendencia común en los países ricos.

Como las poblaciones van creciendo y volviéndose más exigentes, estas presiones inflacionarias van a ir aumentando. Los políticos encuentran que los votantes con un bolsillo apretado cada vez más no están dispuestos a pagar las altas cantidades en impuestos necesarias para financiar los sistemas de salud estatales, lo que obliga al sistema a negarles tratamientos a los pacientes en un intento de cubrir los costos. En EE.UU., el gasto para en atención médica se ha vuelto uno de los asuntos más importantes en las elecciones presidenciales.

En la década anterior, por el contrario, se vio una baja inflación en otros productos, en parte debido al incremento masivo del comercio global. La entrada al mercado mundial de China e India como mayores exportadores ha significado que muchos países han sido capaces de importar productos baratos manteniendo precios bajos.

Mientras el papel del libre comercio de manejar precios bajos y calidad alta ha sido bien aceptado por los economistas (y, en cierto grado, por políticos), la salud ha sido un área en la cual casi no ha habido comercio internacional. Es tiempo de que esto cambie.

La tecnología de la comunicación permite cada vez con más facilidad que los hospitales externalicen sus servicios tales como los diagnósticos a laboratorios en el extranjero, disminuyendo costos y tiempo de tratamiento.

Los pacientes pueden también recibir tratamientos en el extranjero donde los costos son más bajos. Una cirugía de corazón abierto en India, por ejemplo, cuesto solo un sexto del precio de una en los Estados Unidos incluyendo el viaje, alojamiento y medicinas. Una cadera puede ser reemplazada en Tailandia por solo un octavo de lo que costaría en el Reino Unido. Si solo el 10% de los pacientes norteamericanos se fueran al extranjero por 15 tipos de tratamientos, los pacientes y las compañías de seguros pudieran ahorrar $1.500 millones al año, incluyendo los costos de viaje en el cálculo.

Los pacientes están votando con los pies: en el 2006 solamente, Singapur atendió a 500.000 pacientes extranjeros, India a 600.000 y Tailandia a alrededor de 1,2 millones. Entre los destinos favoritos también están Malasia, Sudáfrica y Cuba.

Mientras los beneficios del libre comercio en la salud son claros para los países ricos, los países en desarrollo también tienen las de ganar. Los más evidente es que hay oportunidades para la muy necesaria inversión de capital extranjero. Solamente por el turismo médico India podría generar $2.200 millones al año para el 2012, de acuerdo a un estudio realizado por la dirección de consultores McKinsey y la Confederación de la Industria India.

Esta oportunidad financiera también le daría a los mérdicos de los países en desarrollo un mejor incentivo para permanecer en casa, reduciendo la famosa “fuga de talentos”. Mientras más dinero entre al sector de salud, se reducirá parte de la carga que lleva el gobierno en dicho sector.

A pesar de los significantes beneficios, solo dos países desarrollados han ratificado el acuerdo de comercio de salud de la Organización Mundial del Comercio: Islandia y Noruega. Mientras los países en desarrollo como Gambia, Jamaica, Malawi y Sudáfrica están preparados para liberalizarse, los países más ricos parecen inclinarse hacia el proteccionismo.

Este rechazo se debe en gran parte a la influencia de grupos de interés en los países desarrollados. Los sindicatos del sector público procuran proteger a sus miembros e industrias de la competencia extrajera. Las organizaciones no gubernamentales activistas se oponen a comercializar la salud, reclamando que solo los gobiernos pueden asegurar “la equidad” y el tratamiento “universal” —aunque la atención de la salud pública sea un fracaso en la mayor parte del mundo.

Se trata de una excelente oportunidad perdida. El libre comercio de la salud podría ayudar a los países ricos a mantener la lucha contra la inflación de la salud mientras que ayudan a los países pobres a mantener inversiones, habilidades y a retener en casa médicos profesionales muy calificados.

Para que esto suceda, los países desarrollados deben alentar a las aseguradoras para que cubran tratamientos en el extranjero y abran sus servicios médicos a la competencia internacional. Los países en vías de desarrollo necesitan estandarizar los requerimientos de licencias y calificaciones para atraer clientes y mejorar habilidades.

La salud no debe de ir por el mismo camino que los precios de los alimentos. Los países ricos y pobres deberían ignorar los llamados al proteccionismo y liberalizar la salud por el bien de los pacientes a nivel mundial. El turismo médico puede ser saludable para todos.

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