09 junio, 2008

Medellín: del miedo a la esperanza

Luis Carlos Velásquez, un empleado retirado de obras públicas en Medellín, dice que la muerte de Pablo Escobar trajo la tranquilidad a su ciudad. "La era de la Mafia se acabó. Medellín está 100 por ciento mejor'', aseguró.
TYLER BRIDGES / MIAMI HERALD
Luis Carlos Velásquez, un empleado retirado de obras públicas en Medellín, dice que la muerte de Pablo Escobar trajo la tranquilidad a su ciudad. "La era de la Mafia se acabó. Medellín está 100 por ciento mejor'', aseguró.

El barrio de Santo Domingo Savio de Medellín estaba considerado tal vez el vecindario más violento de toda América Latina.

La policía entraba a esa zona junto a una colina solamente en grupos muy numerosos. Los jóvenes delincuentes mantenían un estricto control vigilando desde una elevación con binoculares en una mano y subametralladoras en la otra.

Ahora hay una biblioteca de cinco pisos que ocupa el lugar. La biblioteca, que desde el llano se asemeja a tres enormes peñascos negros, se escogió el mes pasado como la mejor obra de nueva arquitectura urbana en países de habla hispana y portuguesa. A diario, más de 1,000 personas usan las computadoras de gratis, además del parque infantil y las clases de educación para adultos.

Santo Domingo simboliza el renacimiento de Medellín, que se cree fue la ciudad más violenta durante el apogeo del cartel de cocaína de Pablo Escobar en los años 80 y durante unos años después de su muerte en 1993, cuando los escuadrones de matones derechistas se desenfrenaron.

Unas cuantas estadísticas hablan por sí mismas. En 1991, en Medellín hubo 6,349 homicidios, 381 por cada 100,000 habitantes, o casi 18 por día.

En el 2007 el conteo fue de 653, o 26 homicidios por cada 100,000 habitantes, no exactamente dos al día.

"Medellín pasó del miedo a la esperanza'', dice Sergio Fajardo, que fue al alcalde durante cuatro años, hasta el pasado 1ro de enero, y a quien se le acredita mucho por el renacimiento de la ciudad.

Pero Medellín no está sola. La seguridad en gran parte del país ha mejorado desde que e presidente Alvaro Uribe asumió su cargo en el 2002. Uribe ha puesto en fuga a las guerrillas de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ha desmantelado a la mayoría --aunque no a todos-- los grupos paramilitares derechistas y ha controlado algunos de los peores abusos de derechos humanos de las tropas gubernamentales.

"Medellín es emblemática de la transformación de Colombia'', dijo John Negroponte, subsecretario de Estado de Estados Unidos, en una reunión reciente de la Organización de Estados Americanos (OEA). "Es un testimonio del cambio que se ha operado en Colombia''.

En todo Medellín la gente habla ávidamente de la "transformación'', de lo drásticamente que ha cambiado esta ciudad de 2.1 millones de habitantes.

Pero son los residentes de Santo Domingo, a 10 millas del centro de la ciudad, los que cuentan los relatos más asombrosos.

Lourdes Medina dice que a sus dos hijos los asesinaron.

A uno lo mataron hace 19 años cuando se negó a darle mercancía gratis en su tienda a un individuo que se la exigía.

Al otro lo mataron hace seis años cuando no pagó para que lo protegieran.

"Eso les pasó a muchas familias'', dijo Medina, que estaba vendiendo empanadas de papa en una feria.

"Ahora la comunidad ha renacido. Es completamente diferente'', dijo. "La gente mala se ha ido. Ya no temo salir a la calle''.

Un funicular que lleva a los residentes de Santo Domingo colina arriba representa la transformación. Unas 30,000 personas la usan a diario, y hay un llamado "Metrocable'' que la conecta con los trenes de Medellín.

Consuelo Zea la usó recientemente.

"Ahí fue donde mataron a mi padre'', dijo señalando a su derecha.

Y después, señaló a la izquierda:

"Y ahí fue donde mataron a mi hermano''.

"Antes uno tenía miedo de salir a la tienda'', dijo Zea, que trabaja vendiendo dulces en un carrito. "Se veían muertos en las calles. Los tiroteos duraban horas. Ahora salgo de mi casa a las 4 de la mañana y no me preocupa subirme al Metrocable.

Los asesinatos en Medellín disminuyeron constantemente de 1991 hasta 1997, momento en que aumentaron ligeramente cuando los grupos paramilitares empezaron a intervenir en el tráfico de drogas.

Pero han disminuido de nuevo comenzando en el 2002. El presidente Uribe limpió los grupos paramilitares y las guerrillas que ocupaban el peligroso barrio Comuna 13.

Después consiguió que los paramilitares de todo el país entregaran las armas, entre ellos 4,200 que operaban en Medellín y sus contornos. Medellín es la segunda ciudad más grande de Colombia y es ciudad hermana de Fort Lauderdale.

Con Fajardo, Medellín comenzó un singular programa de asesoramiento sicológico, dándoles a los paramilitares diplomas de secundaria y entrenamientos de trabajo. El gobierno también les ha estado dando estipendios para ayudarlos.

Esa es la clase de cambios progresistas propugnados por Fajardo, un profesor universitario con un doctorado en Matemáticas de la Universidad de Wisconsin que iba mucho a su oficina con el pelo largo y pantalones de mezclilla.

Reformó a la policía, construyó otros cuatro parques con bibliotecas además del de Santo Domingo, añadió otro Metrocable en otro barrio pobre, amplió las aceras en los distritos comerciales para que la gente caminara más, hizo un museo interactivo de ciencias, eliminó la burocracia que obstaculizaba las inversiones, construyó 10 escuelas nuevas y arregló el Jardín Botánico.

Antes, 100 personas podrían haber visitado el Jardín Botánico algún día de fin de semana. En un domingo reciente, había 100 personas participando en una clase de yoga, mientras otros cientos estaban caminando por los jardines y otras 300 veían programas de teatro callejero con un mensaje social: Que las mujeres pobres tienen que dejar de tolerar abusos sexuales.

Medellín sigue siendo una ciudad violenta para los criterios de EEUU. La tasa actual de asesinatos es comparable a la de Detroit o Washington, según reportan las autoridades colombianas.

Alrededor de 10 por ciento de los paramilitares han regresado a sus hábitos criminales. Y muchos temen que el nivel de crímenes aumente de nuevo cuando las pandillas rivales empiecen a luchar por su porción del tráfico de cocaína después de la extradición A EEUU en mayo del principal dirigente paramilitar de Medellín.

Pero nadie espera que vuelvan los días de terror.

Una discreta casa de tres pisos en una zona residencial al oeste de la ciudad sirve de recordatorio de los cambios de Medellín. Fue allí que agentes colombianos colaborando con agentes de EEUU atraparon a Escobar en 1993 y lo mataron en el techo cuando trataba de escapar.

"Gracias a su muerte, Medellín ha cambiado'', dice Luis Carlos Velásquez, un empleado retirado de obras públicas, que estaba pasando por la casa vacía. "La era de la Mafia se acabó. Medellín está 100 por ciento mejor''.

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