Venezuela: ¿Sin combustible para el crecimiento?
Por Leonardo V. Vera
Infolatam
Caracas - Hace unas semanas atrás la Comisión para el Crecimiento y el Desarrollo, liderada por el Premio Nobel de Economía Michael Spence, dio a conocer a la opinión pública mundial los resultados de un trabajo mancomunado donde se recogen las enseñanzas recojidas en las últimas dos décadas en torno a las fuentes del crecimiento global.
El informe es cauteloso en sus recomendaciones. No suscribe recetas genéricas, desconoce las exageradas bondades del fundamentalismo de mercado y pone en relieve más bien el carácter estratégico, cambiante y complejo del fenómeno del crecimiento, pero destaca la singular importancia de lograr elevadas tasas de inversión y de identificar a tiempo otras “restricciones” al crecimiento. Estos son justamente parte de los desafíos que se posan hoy día sobre las economías latinoamericanas.
La economía argentina, por ejemplo, con un crecimiento del PIB por encima del 8% en los últimos 3 años, tiene una tasa de inversión cercana al 25% del PIB (el informe Spence recomienda tasas por encima de 30%); pero su restricción más apremiante para sostener el crecimiento en el futuro quizás sea la oferta de energía. Colombia con tasas de inversión cercanas al 28% del PIB, ha crecido en los últimos dos años a tasas superiores al 6%; pero debe incentivar aún más las entradas de capital así como las exportaciones para solventar la restricción externa y mantener el ritmo cosechado.
Otras economías como en caso de Venezuela, no sufren de restricción energética; tampoco de restricción externa (pues sus saldos comerciales son superavitarios), pero para seguir creciendo necesitan ahora mayor inversión doméstica. La tasa de inversión en Venezuela apenas llegó en el año 2007 a 5 puntos del PIB. Con el desorbitado incremento del gasto público y del consumo, la economía venezolana parece estar copando su potencial productivo y sin un esfuerzo sostenido de más inversión (pública y privada) la desaceleración es inminente. Con los mayores precios del petróleo de su historia, la contracción de la inversión privada en el primer trimestre del año en Venezuela ha dado un aviso contundente al Presidente Chávez, quien vislumbra para sus agremiados una difícil prueba electoral en pocos meses.
En un giro estratégico, Chávez llamó hace varios días al sector privado a una "alianza productiva" y puso sobre la mesa un fondo de mil millones de dólares para financiar proyectos conjuntos de inversión así como la autorización para que el sector privado importe maquinaria y equipos hasta por un valor de cincuenta mil dólares, sin pasar por la escabrosa empresa de CADIVI –una alcabala pública a cargo de la distribución divisas petroleras. Desde luego, el anuncio no ha sido más que eso, un gesto, que aunque bien recibido por el mermado capital doméstico, pone en evidencia el escaso entendimiento de la naturaleza y las dimensiones del problema productivo en Venezuela.
Un fondo que escasamente representa el 2% de la inversión global del país del año 2007, y cincuenta mil dólares para traer, por así decirlo, una silo-cosechadora y dos tractores por solicitud, difícilmente puede tener algún impacto significativo en la economía. Lo peor ha sido mecanismo institucional para disponer de los recursos. Según el Presidente, todo aquel interesado deberá pedir una cita con el Vice-presidente de la República, un coronel retirado del ejército, plantear sus ideas y disponerse a emprender. De manera que para invertir en Venezuela sólo se requiere una cita y cierta dosis de buena voluntad. Desde esta perspectiva, pareciera entonces que la economía venezolana constituye un atractivo ejemplo de estabilidad institucional, política y macroeconómica, donde la seguridad jurídica es la regla y donde impera el respeto al patrimonio. Desafortunadamente, como bien sentenciara el celebre pretor romano: las vanas pretensiones caen al suelo como las flores y lo falso no dura mucho.
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