Auge del crudo hace que la predicción de US$200 el barril no sea tan descabellada
Por Neil King Jr.
El histórico ascenso del petróleo de US$100 a casi US$150 el barril en apenas seis meses está haciendo más plausible una predicción mucho más sombría: el crudo podría alcanzar los US$200 antes de que acabe el año.
Precios de ese calibre causarían estragos aun mayores en las mayores aerolíneas y automotrices del mundo. Encarecerían más la gasolina, obligando a los conductores a alterar drásticamente sus hábitos de conducción. En Europa, causaría más inestabilidad política e intensificaría los pedidos de recortar los inflexibles aranceles petroleros. En Asia y América Latina, aumentaría la presión para que los gobiernos reduzcan sus subsidios al combustible y se arriesguen a sufrir las reacciones violentas de la población.
Pese a que pocos expertos están dispuestos a apostar a que el petróleo romperá la marca de US$200 por barril para fines de 2008, casi ninguno no se atreve a predecir cuándo y cómo se revertirá el auge del crudo.
Lo que hace que el mercado sea tan impredecible, según los analistas, es que hay una amplia variedad de factores que están empujando los precios al alza, mientras que no ha surgido ninguno con el potencial de bajarlos. "El crudo está subiendo", dice Dave Pursell, analista del sector de Tudor Pickering, "porque aún no hay nada lo suficientemente fuerte para contenerlo".
La semana pasada, el petróleo de referencia de Estados Unidos dio un salto de 3,6%, cerrando el jueves antes del feriado del 4 de julio con un récord de US$145,29 el barril. Los precios han subido 50% desde el 1 de enero y 100% frente al mismo período del año pasado.
La lista de fuerzas que se han unido para catapultar los precios es larga. Entre ellas figuran un dólar débil que está dirigiendo al capital golondrina hacia los mercados de materias primas; la tensión en torno a un posible conflicto armado con Irán; costos cada vez mayores y retrasos crónicos en los proyectos petroleros más grandes del mundo; preocupaciones por la posible escasez de reservas y un declive en la producción a largo plazo; y un crecimiento estable y continuo en la demanda en gran parte del mundo emergente.
Los ministros de energía y los ejecutivos del sector también han aportado su grano de arena para encender las alarmas. Paolo Scaroni, presidente ejecutivo de la mayor petrolera de Italia, Eni SpA, declaró la semana pasada a un periódico italiano que no le sorprendería ver cómo los precios superan los US$200 el barril antes de fin de año. Chakib Khelil, presidente de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), predice que el crudo podría ascender a los US$170 el barril dentro de unos meses.
El ascenso aparentemente imparable del petróleo también ha ahuyentado a algunos de los numerosos jugadores financieros que podrían calmar el mercado. Los productores de crudo que normalmente asegurarían precios altos con operaciones de cobertura en los mercados de futuros, ahora han dado marcha atrás, asumiendo que los precios seguirán subiendo.
Los factores geopolíticos, especialmente los temores de que EE.UU. o Israel ataquen Irán, han resurgido como un temor significativo. Algunas firmas de inversión decían la semana pasada que las probabilidades de que hubiera una guerra con Irán superaban el 50%.
Con tantas fuerzas jugando a favor de la escalada de los precios, la gran pregunta es qué tendrá que pasar para que los precios bajen. Por ahora, la reducción del consumo de gasolina en EE.UU. no ha hecho mella, en parte debido a que el incremento de la demanda en otras partes del mundo ha logrado mantener la presión sobre los suministros globales. "La realidad es que los vaivenes en el consumo en EE.UU. ya no son tan importantes", explica Jeffrey Rubin, economista jefe de CIBC World Markets.
El único giro en la demanda que podría tener un serio impacto sobre los precios sería una señal de disminución en la sed de combustible de China. Durante meses se ha especulado que la demanda china ha visto un impulso artificial gracias a los Juegos Olímpicos de Beijing, a medida que el país ha optado por el petróleo en desmedro del carbón para generar electricidad y ha acumulado gasolina y diesel para evitar cualquier escasez.
"Si el consumo sigue aumentando incluso después de los Juegos, entonces la presión al alza sobre los precios durará bastante", pronosticó Stephen Brown, economista de energía en el banco de la Reserva Federal de Dallas.
Otra fuerza que calmaría los precios en un santiamén sería una señal de que EE.UU. ha incrementado significativamente sus inventarios de petróleo. Sin embargo, pese a que el consumo ha bajado en el país, sus reservas siguen siendo inusualmente escasas.
Alarmada por el impacto económico del auge en los precios, Arabia Saudita intentó el mes pasado controlar el mercado elevando su producción mensual y prometiendo un drástico aumento a largo plazo en su capacidad de bombeo. Ni siquiera este anuncio por parte del mayor productor de petróleo del mundo logró tener un efecto perceptible.
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