07 julio, 2008

La espiral de Zimbabwe


por Marian Tupy

Marian L. Tupy es analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.

La situación política y económica en Zimbabue se está volviendo cada vez más crítica pero el gobierno de ZANU-PF parece determinado a mantenerse en el poder pase lo que pase. Ya es hora de imponer un embargo de armas al régimen asesino de Robert Mugabe. Para que éste funcione, no obstante, se requiere de más presión para que sea aplicado también en los estados sudafricanos, y en Sudáfrica en particular.

Las noticias de Zimbabue se vuelven peores cada día. El gobierno ha soltado a la armada y a la policía en contra el Movimiento por el Cambio Democrático (MCD). Decenas de activistas del MCD han sido asesinados, torturados, o asaltados. El control estatal de la prensa y la prohibición de reuniones públicas hicieron imposible que el candidato del MCD, Morgan Tsvangirai, ganara la segunda ronda de la elección presidencial. Como consecuencia, se retiró de la contienda y Mugabe ganó automáticamente.

En el frente económico, la situación es terrible. La crisis económica, que surgió a raíz de la expropiación de las haciendas comerciales efectuada por Mugabe en el 2000, ha dejado a cuatro de cada cinco ciudadanos sin trabajo. El ingreso tributario del gobierno colapsó así como muchos de los servicios públicos. Se le ordenó entonces imprimir dinero al Banco de Reserva de Zimbabue para compensar el déficit en el presupuesto, generando la primera hiperinflación del siglo XXI.

Para finales de junio, la tasa de inflación anual alcanzó 3.140.335%. Eso hará que la inflación total durante el período de hiperinflación en Zimbabue llegue a la impresionante cifra de 366.386.083.683 %. Esto es aproximadamente 36 veces más que la inflación total que enfrentó la República de Weimar en Alemania a principios de la década de los veinte. Un dólar estadounidense que compró 50 centavos zimbabuos cuando Mugabe asumió el poder en 1980 se vendió por 25.000 millones de dólares zimbabuos el 9 de junio de este año.

Muchos zimbabuos, especialmente aquellos que viven en zonas rurales, sobreviven gracias a las remesas de sus parientes en el extranjero y a los alimentos que llegan de ONGs y agencias gubernamentales de Occidente. A las agencias les preocupa que con la llegada del invierno se agrave la falta de alimentos. El régimen, sin embargo, usa la escasez de alimentos como un arma política contra los partidarios de la oposición—se les proporciona alimentos solamente a aquellos que tienen la tarjeta de membrecía al partido ZANU-PF.

Al principio de esta década, las naciones occidentales impusieron sanciones contra los más altos representantes gubernamentales de Zimbabue. Ya es hora de prohibir que el ejército y la policía adquieran las armas que necesitan para acabar con el descontento interno. Un embargo de armas no ha sido considerado seriamente en el pasado por dudas acerca de que su implementación tenga éxito.

Para ser exitoso, un embargo de armas ebe tener el apoyo de los estados sudafricanos en general, y de Sudáfrica en particular. La cooperación de los estados sudafricanos ahora parece más probable. Líderes regionales, como los de Angola y Zambia, quienes anteriormente han permanecido en silencio con respecto a la crisis en Zimbabue, han ido incrementando sus críticas hacia Mugabe.

Ellos y otros líderes africanos talvez estén dispuestos a implementar un embargo de armas, especialmente si Sudáfrica cambia su política de apoyar a Mugabe. Tal como en la década de los setenta, Sudáfrica tiene en sus manos la solución de la crisis en Zimbabue. En ese entonces, el gobierno del apartheid juzgó que el costo de ayudar a un gobierno blanco en Rhodesia era muy alto. Cuando Sudáfrica interrumpió su apoyo al régimen de Salisbury, el gobierno de Ian Smith colapsó y fue sustituido por el obispo Muzorewa.

De manera similar, hoy el objetivo debería ser que el apoyo de Sudáfrica a Mugabe se vuelva cada vez más costoso para Sudáfrica. El gobierno de Thabo Mbeki, actualmente en el Consejo de Seguridad de la ONU, debería ser inhabilitado y forzado a votar sobre el embargo inmediato de armas.

Además, los sudafricanos deberían estar informados que la ambición de su país de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU seguirá siendo un sueño imposible de alcanzar mientras que sus gobiernos continúen apoyando a los dictadores de Birmania, Cuba, y Zimbabue. Finalmente, los sudafricanos deberían escuchar que la controversia con Mugabe amenaza el éxito de la Copa Mundial de FIFA 2010, de la cual Sudáfrica será el país anfitrión.

Nunca fue probable que la elección presidencial trajera una solución a la crisis en Zimbabue. Robert Mugabe, después de todo, dijo claramente que no va a dejar el poder mientras él viva. Como tal, una presión internacional intensa aplicada al gobierno de Zimbabue nunca había sido tan necesaria o más probable de tener éxito que hoy.

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