La Fed a América Latina: Pongan el freno
por Mary Anastasia O'Grady
Mary Anastasia O’Grady es editora de la columna de las Américas del Wall Street Journal.
Durante décadas, América Latina ha sufrido devaluaciones, inflación y un crecimiento anémico. Pero justo cuando algunos de los países más importantes de la región toman en serio la estabilidad de precios y empiezan a cosechar los frutos del crecimiento, la región enfrenta una nueva amenaza económica: la Reserva Federal.
La Fed está exportando la inflación al resto del mundo, de la mano del aumento de precios de las materias primas denominadas en dólares. Los países latinoamericanos que anclaron sus divisas al estándar extra oficial del dólar ahora son testigos del desplome de ese estándar.
No ha sido fácil, pero en los últimos años la mayoría de bancos centrales de Latinoamérica, excluyendo Venezuela y Argentina, han combatido la inflación de modo diligente, a pesar de que eso ha requerido tasas de interés más altas de lo deseado. Para restringir el crédito más, el Banco Central de Chile aumentó el viernes su tasa de referencia en 50 puntos base para dejarla en 7,25% y se espera que la tasa en México llegue a 8% antes de fin de año. Brasil ya ha elevado su tasa de referencia en 100 puntos base en los últimos meses recientes para ubicarla en 12,25%. Perú y Colombia también han adoptado posturas agresivas.
Estas impopulares medidas, sin embargo, tienen poco efecto sobre la inflación importada. Los precios del combustible y las materias primas están denominados en dólares y, como el dólar se sigue devaluando, los precios de estos productos comprados y vendidos globalmente sólo pueden ir hacia arriba. No hay formas que los bancos centrales puedan evitar los efectos sobre los precios en sus países.
Hace dos semanas el mundo supo que con toda probabilidad la Fed no se responsabilizará por la inflación provocada por el dólar en un futuro cercano. Aún peor, ahora pretende culpar a las víctimas, las economías emergentes, del problema del alza en los precios de los alimentos y el combustible. Las acusaciones ocurrieron el 26 de junio en Francfort, Alemania. El dedo acusador lo apuntó Don Kohn, vicepresidente de la junta de gobernadores de la Fed.
En un discurso pronunciado ante el International Research Forum on Monetary Policy, Kohn presentó su visión del problema: "Es claro", manifestó, "que el gran aumento de los precios de muchos commodities ha causado incrementos coincidentes en los índices de inflación en todo el mundo".
¿Coincidencia? Tal vez no. Siguió así: "En las economías industrializadas, como la de Estados Unidos, el aumento de la inflación es un reflejo principalmente del aumento de los precios de la energía, mientras que en los países en desarrollo, donde la comida representa un mayor porcentaje del presupuesto de los hogares, el incremento del precio de los alimentos ha sido el culpable más importante". En otras palabras, las causas de la inflación son los estadounidenses que conducen sus todoterrenos y las masas en el resto del mundo que tratan de alimentarse. Pero el fenómeno no es atribuible al manejo irresponsable del dólar por parte de la Fed.
La persistencia de la inflación a pesar de que la economía global ya no está en pleno auge es, aparentemente, un misterio para la Fed. O, tal y como lo describió un perplejo Kohn, "las razones de la trayectoria y persistencia del incremento en los precios de los alimentos y la energía este año, al mismo tiempo que el crecimiento global se ha moderado, no están del todo claras".
Sin embargo, el vicepresidente aventuró una hipótesis. "La tendencia alcista de los precios de los alimentos y la energía en los últimos años refleja de manera importante la presión causada por el crecimiento acelerado de la demanda en las economías emergentes sobre un suministro global de materias primas relativamente inelástico". Traducción: los países en vías de desarrollo están consumiendo demasiado y no hay suficiente para todos. Kohn no mencionó otra metedura de pata estadounidense además de la del dólar: el gigantesco programa para convertir el maíz en etanol, que ha aumentado la presión sobre el suministro de granos.
"Por el momento", continuó Kohn, "los altos índices de inflación sólo han mostrado señales tentativas de trasladarse a la inflación subyacente o a las expectativas inflacionarias a largo plazo". En otras palabras, no cree que tengamos un problema.
Por otra parte, para ir sobre seguro, no le importa si otros resuelven la situación. "En los países donde la fuerte demanda de materias primas está asociada con un crecimiento acelerado de la demanda agregada que sobrepasa el potencial suministro, las acciones para contener la inflación al restringir la demanda agregada contribuirían a la estabilidad global de precios".
Tenía entendido que la "Curva de Phillips", que sostiene que la inflación es un producto del crecimiento, había quedado desacreditada hace 30 años. Pero aparentemente en la Fed mantiene su vigencia. Un lugar donde ha quedado desacreditada es Brasil, sin embargo, donde la mayor inversión y el crecimiento de la economía han sido consecuencia del éxito del país en la estabilización de su divisa.
Resulta desalentador escuchar que un alto funcionario de la Fed cree que la inflación global es consecuencia del crecimiento y no tiene nada que ver con la debilidad del dólar. El mundo sabe que no es tan así. Sabe que la Fed está respondiendo una vez más a la crisis del sector financiero estadounidense que contribuyó en gran medida a crear mediante sus políticas laxas.
El mundo también sabe que la Fed le ha dado prioridad a las presiones de Wall Street y el Congreso sobre su responsabilidad de manejar la divisa más importante del mundo. Si a los bancos centrales de América Latina les molesta que un alto funcionario de la Fed los culpe del alza de la inflación, están en todo su derecho.
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