16 julio, 2008

La victoria definitiva de Uribe

por Juan Carlos Hidalgo

Juan Carlos Hidalgo es Coordinador de Proyectos para América Latina del Cato Institute.

El presidente colombiano Álvaro Uribe está montado en una ola de apoyo sin precedentes tras el rescate de Ingrid Betancourt y 14 rehenes. Las FARC han sufrido otro golpe demoledor en un espacio de 3 meses, incluyendo la muerte de su legendario líder “Tirofijo”. Uribe cuenta con un nivel de aprobación que ronda el 91% según una encuesta reciente.

Ahora el presidente colombiano enfrenta una de las trampas de su propio éxito: Debe continuar fortaleciendo la democracia de su país y salir del poder cuando su período presidencial culmine en el 2010.

Hace tan solo seis años, muchos temían que Colombia se encontraba a un paso de convertirse en un Estado fallido. Las guerrillas marxistas que habían luchado contra el gobierno durante casi 40 años controlaban un área del tamaño de Suiza. Miles de secuestros y asesinatos hacían de Colombia uno de los países más violentos del mundo. Cientos de miles de colombianos huyeron de su país. Otto Reich, antiguo Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, afirmó el año pasado en un testimonio ante el Congreso que “apenas hace cinco años, el gran debate dentro del gobierno estadounidense se centraba en cuánto tiempo el gobierno de Colombia podía sobrevivir”.

La promesa de Uribe de erradicar la violencia le significó una inusual victoria como candidato independiente en un país con un fuerte sistema bipartidista. Colombia lo juramentó como presidente en el 2002 bajo el fuego de cohetes de las FARC.

Uribe procedió inmediatamente a fortalecer la presencia del ejército en las zonas rurales y sacó a la guerrilla del centro de Colombia, donde habían amenazado a las ciudades más grandes. Uribe también implementó un plan controversial para convencer a los grupos paramilitares de desarmarse a cambio de sentencias reducidas e incentivos para incorporarse de nuevo en la fuerza de trabajo.

Los resultados hablan por sí solos. El crimen ha caído dramáticamente en la presidencia de Álvaro Uribe. Desde el 2002 los homicidios han caído un 40%, los secuestros un 82% y los ataques terroristas un 77%. Medellín, la ciudad más violenta del mundo hasta hace unos pocos años atrás tiene ahora una tasa menor de homicidios que Baltimore. Gracias al incremento de la seguridad y la estabilidad, Colombia es hoy un país con una economía fuerte y próspera que ha crecido a un promedio del 5,4% en los últimos cinco años. La inversión extranjera directa se ha disparado de $2,100 millones en el 2002 a $9,000 millones en el 2007. La pobreza ha caído un 11,9%.

En meses recientes los rumores han venido creciendo en cuanto a que Uribe quiere postularse por tercera vez a la presidencia. Si así lo hace, no hay duda de que será elegido fácilmente. Pero aquí es donde debe quedar su legado: Uribe debe salir del poder.

A pesar de que Uribe ha guardado silencio al respecto, sus aliados en el Congreso han estado presionando para que un referendo cambie la Constitución y así se permita una segunda reelección presidencial. El tema fue agravado por la convicción de una ex congresista por haber aceptado sobornos para votar a favor de la enmienda constitucional que permitió la primera reelección. Con el fin de acabar con el escándalo, Uribe ha llamado a un referendo que serviría como una repetición de la elección del 2006. La oposición lo ha acusado de ser un “dictador populista” y de querer perpetuarse en el poder, sin embargo, cualquier resistencia que había a una segunda reelección de Uribe, será ahora aplacada por la ola de apoyo generada por el reciente rescate de los rehenes.

No obstante, cambiar las reglas a la mitad del juego no es bueno para la democracia, sin importar si el que lo hace es Hugo Chávez en Venezuela con sus prácticas sumamente cuestionables o por Álvaro Uribe en Colombia siguiendo la letra de la ley.

El presidente Uribe es una rareza en la política latinoamericana: un hombre serio, pensante y de principios. Sus políticas han generado más libertad, seguridad y oportunidades económicas a sus ciudadanos. Sin embargo, Uribe debe reconocer que las instituciones importan y que la democracia debe trascender las virtudes de cualquier líder, no importa cuán formidables sea éste. Si decide abandonar el poder en el 2010 en lugar de presionar por un nuevo cambio constitucional y así postularse por tercera vez, Álvaro Uribe estará consumando la victoria definitiva para el futuro de Colombia.

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