07 julio, 2008

Patricio Navia
La verdadera victoria de Uribe

La liberación de los rehenes constituye una victoria personal de Uribe. Nadie gana más que él. Sus adversarios han sido debilitados. Sus críticos han sido acallados.


La liberación de Ingrid Betancourt y de otros 14 rehenes en manos de las FARC constituye una gigantesca victoria para la democracia colombiana y para su presidente Álvaro Uribe. Pero el presidente colombiano se puede anotar una victoria todavía más espectacular si resiste a la tentación de perpetuarse en la presidencia.

Precisamente porque ha logrado triunfos que facilitan la consolidación de una democracia segura y libre de la guerrilla, Uribe debiera coronar sus logros con su salida voluntaria del poder cuando termine su segundo mandato en 2010.

Las ya debilitadas FARC sufrieron una aplastante derrota militar y estratégica con la liberación de los rehenes sin que se disparara un solo tiro.

Después del certero ataque por parte del ejército colombiano que costó la vida al guerrillero Raúl Reyes, luego de la muerte del histórico cabecilla Manuel Marulanda y producto de una serie de otros reveces recientes, las FARC están en una posición de dramática fragilidad. El acucioso trabajo de las fuerzas armadas colombianas y la activa colaboración de los Estados Unidos en la lucha contra la guerrilla han contribuido al éxito de la política de seguridad democrática de Uribe. El pueblo colombiano así lo ha reconocido, al votar mayoritariamente a favor de la re-elección del presidente y al otorgarle niveles de aprobación altísimos durante todo su mandato. A menos de dos años del fin de su segundo periodo presidencial, Uribe goza de los niveles de aprobación más altos en cualquiera de los países grandes de América latina.

Justificadamente, Uribe celebró la liberación de los rehenes como una victoria personal. Después de haber sido cuestionado-incluso por las propias familias de Betancourt y de otros rehenes-Uribe ha demostrado que su política de tolerancia cero con la guerrilla ha producido resultados. Hoy Colombia es un país más seguro, más democrático y más estable gracias al liderazgo de su popular presidente. Es cierto que persisten problemas en el país. Las FARC todavía cuentan con miles de guerrilleros armados. La pobreza y la desigualdad todavía amenazan la estabilidad del país. La violencia parece endémica en algunas regiones.

Los ataques contra periodistas, líderes sindicales y otros activistas son todavía un fenómeno recurrente. Las conexiones de algunos políticos con grupos paramilitares producen justificadas críticas. La influencia de grupos criminales asociados a la producción de drogas sigue siendo demasiado grande en la política y la sociedad. Pero Colombia ha dado pasos gigantescos en la dirección correcta de más consolidación democrática, mayor seguridad y superior imperio del estado de derecho. El activo papel que ha jugado el poder judicial en perseguir casos de corrupción e investigar conexiones de políticos con grupos paramilitares demuestra que hay instituciones independientes que cumplen sus tareas. Aunque su estilo y liderazgo ha sido cuestionado por buenas razones, el presidente Uribe ha sido un líder a favor de la consolidación democrática.

La liberación de los rehenes constituye una victoria personal de Uribe. Nadie gana más que él. Sus adversarios han sido debilitados. Sus críticos han sido acallados. En tanto demuestre entender que la democracia está por sobre los liderazgos personales, Uribe podrá seguir cosechando victorias. Si en cambio permite que la estabilidad y la paz en Colombia queden asociadas a su persona, la democracia saldrá debilitada.

Enfrentado a la tentación de promover una reforma constitucional que le permita buscar un tercer periodo presidencial, Uribe debe saber resistir.

El fallecido jefe guerrillero Manuel Marulanda nunca supo aprovechar las oportunidades que le brindó la historia para negociar la paz y retirarse. Por eso, su nombre estará por siempre asociado a la ignominia. Las FARC tampoco supieron cuando deponer las armas. Ahora, su derrota militar es inminente. Algunos de sus líderes deberán enfrentar a la justicia por sus crímenes contra la humanidad. Es de esperar que el Presidente Uribe aprenda de los errores de sus enemigos. Uribe debe demostrar que en democracia todos, incluso los más exitosos, saben retirarse a tiempo.

La liberación de los rehenes y la derrota de las FARC son una buena noticia para Colombia y para toda América latina. Las FARC son una herencia dolorosa de la guerra fría. Hay que celebrar que su fin ya parezca una realidad cercana. La democracia nunca debe ser puesta en peligro por grupos guerrilleros. La justicia social a la que aspiran millones de personas debe ser buscada sólo por la vía democrática, no por la vía de las armas. Pero la democracia también se sustenta en instituciones y no en personas. Ahora que está en el pináculo del poder y justificadamente goza de altos niveles de aprobación, Uribe debe entender que su mayor triunfo no será derrotar a las FARC y garantizar la seguridad democrática. Su victoria será retirarse a tiempo y convertirse así en el padre de esta nueva democracia colombiana, pujante y entusiasta, libre de la guerrilla y libre también de líderes políticos que busquen perpetuarse en el poder. La victoria de Uribe no será solo la derrota de las FARC. También será la consolidación de las instituciones por sobre las personas. Así, el presidente colombiano podrá hacer realidad la arenga de uno de los padres de la independencia de su país, Francisco de Paula Santander: "las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad."

Fuente: Cadal

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