07 julio, 2008

Ricardo López Göttig
Las apuestas de Evo Morales

Una mujer indígena de orígenes humildes y que hizo su carrera política en el MAS, le ha asestado una dura derrota al presidente Morales, cuyo candidato recogió un magro tercio de los votos.
El presidente boliviano Evo Morales está jaqueado por sus propias iniciativas políticas. Ya desde las primeras deliberaciones de la Asamblea Constituyente, Morales, su gobierno y su partido político han entrado en un ciclo de desgaste que han llevado al presidente a doblar apuestas sumamente riesgosas, debilitando su popularidad y exacerbando a la oposición. En las cuatro regiones de la Media Luna (Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija) la oposición autonomista ganó por amplio margen los referéndum para otorgar más poderes a sus gobiernos locales, aun cuando fueron severamente cuestionados por el gobierno nacional y sufrieron boicots de los masistas.

El domingo 29 de junio, la ex masista Savina Cuéllar ganó con 64% de los sufragios la gobernación de Chuquisaca, apoyada por la mayoría de las fuerzas opositoras y basándose en el reclamo de la "capitalidad plena" para Sucre. Una mujer indígena de orígenes humildes y que hizo su carrera política en el MAS, le ha asestado una dura derrota al presidente Morales, cuyo candidato recogió un magro tercio de los votos.

Pero el presidente boliviano juega su continuidad en el referéndum revocatorio del 10 de agosto, jornada en la que también se decidirá el futuro de ocho prefectos. Convencido de que la confrontación lo llevará al éxito –esa fue su arma política para socavar a los presidentes anteriores- también juega la carta externa, y ha cuestionado la política exterior del primer magistrado Alan García, del Perú, acusándolo de favorecer la presencia de bases militares de los Estados Unidos en el país vecino.

Evo Morales, como tantos otros líderes latinoamericanos, ha caído en la tremenda ingenuidad de suponer que la raíz de los problemas y la solución de los mismos se hallan en quién gobierna. Probablemente suponía –y así lo acompañan sus seguidores- que bastaba con que un indígena pobre llegara a la presidencia, para que comenzara el camino de la prosperidad para los más necesitados. En América latina hemos visto este error en varias oportunidades, suponiendo que la legitimidad de origen era suficiente para desempeñar un gobierno exitoso, dejando a un costado la legitimidad del ejercicio.

A la pregunta de ¿quién gobierna?, se la debe acompañar por la de ¿cómo se gobierna? Y allí, entonces, se encuentra la clave de la limitación al poder, del Estado de Derecho y de la vigencia del pluralismo, que estimula el disenso y lo institucionaliza. Ante el fracaso de los partidos políticos tradicionales en varios países del continente, la respuesta no se halla en el mero reemplazo de un líder por otro, sino por el establecimiento de reglas de juego claras para todos los actores. En este sentido, los reclamos autonomistas de las regiones del oriente boliviano pueden ser el camino hacia una mayor responsabilidad fiscal por parte de los gobiernos locales. De este modo, se desata el entramado de subvenciones y clientelismo de un gobierno centralista, que hasta hace pocos años atrás designaba a los prefectos a su antojo.

¿Estaremos asistiendo en Bolivia al doloroso pero feliz parto de un nuevo sistema de partidos políticos, fundados en la vigorosa defensa del federalismo?

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