27 julio, 2008

REFLEXIONES LIBERTARIAS
SEGUNDA FASE DE LA REFORMA MEXICANA II
Ricardo Valenzuela

La riqueza y el progreso de las naciones es consecuencia de una serie de elementos que, al mezclarlos, producen los resultados con los que los pueblos tienen que vivir, o, sobrevivir: El primer elemento son los individuos quienes, en ejercicio de su plena libertad, pueden llegar a constituir saludables sociedades civiles. El segundo son las instituciones que, dependiendo de su estructura, amalgaman, separan u oprimen a esa sociedad. Finalmente, el elemento vigilante, estabilizador y corrector son sus sistemas legales.

Muchos ciudadanos en nuestro país están familiarizados con “common law”—la ley importada originalmente de Inglaterra y que gradualmente se adaptó a las condiciones americanas. Gran parte de este sistema legal ha sido traducido al español durante los últimos ciento cincuenta años. La “ley común” pude ser una herramienta muy poderosa para combatir esos cánceres mexicanos; la corrupción, la falta de respeto para la propiedad privada, los monopolios públicos y privados etc. Sería muy interesante llevar a cabo un experimento a través del cual, uno o varios estados fronterizos pudieran adoptar un sistema legal creado a semejanza de la ley común anglo americana.

Los mexicanos de alguna manera conocemos algunos conceptos de esta ley como el juicio con jurado, la presunción de inocencia, el requerimiento a la policía de presentar causa válida para retener a un prisionero antes del juicio, y demás elementos que forman la base de esta pirámide legal tan probada. Esta reforma promovería de una forma muy importante la inversión al reducir a la incertidumbre que promueve un sistema legal corrupto, la nebulosidad en los conceptos de propiedad, borraría del mapa al empresario estatista que en EU no existe, y refundiría en la cárcel a delincuentes como ALMO que hoy día goza de impunidad.

Los japoneses en el siglo XIX, después del arribo del Comodoro Perry a la bahía de Tokio, estudiaron cuidadosamente las instituciones del mundo occidental, después importaron aquellos rasgos que ellos encontraron les servirían para adaptarlo a su realidad. McArthur, después de la segunda guerra mundial, moldeó el sistema legal japonés a la imagen y semejanza del americano, le creó una constitución, e inclusive democratizó al país destruyendo los últimos vestigios de aquel imperialismo belicoso, el estado feudal armado con el divino poder del Emperador. Los resultados están a la vista. Japón emergió de sus escombros para convertirse en la segunda economía del mundo.

Uno de los secretos del novedoso éxito de la India en su transitar hacia el primer mundo, es que, como todas las colonias de Inglaterra, heredaron no sólo el idioma sino sus sistemas parlamentarios y, más importante, sus sistemas legales lo que ha permitido que las reformas implementadas durante los últimos veinte años, hayan sido exitosas encontrando poca resistencia de parte de una vigorosa sociedad civil. Ello ha permitido que su constitución se respete, las elecciones han continuado llevándose a cabo con sus resultados respetados, y el ejército ha permanecido bajo el control de los civiles. La India, por otra parte, con base a sus instituciones ha desarrollado un ejemplar sistema educativo que sobresale en ciencia e ingeniería convirtiéndose en líder mundial en el área de información tecnológica.

Otra de las recientes historias de éxito es China. Los chinos, de forma muy sabia iniciaron la implementación de una serie de “zonas” que cincelaban a la imagen y semejanza de Hong Kong utilizando las mismas instituciones y el sistema legal heredado de Inglaterra. El experimento fue bautizado como el de Las Dos Chinas y, con paciencia y persistencia, han estado ampliando dichas zonas llevándolas cada vez más agresivamente hacia el interior del país, lo que les ha permitido crecer su economía en 12% anual y rescatar un promedio de 50 millones de chinos cada año de las garras de la miseria heredada del comunismo. China se prepara en estos momentos para, en sus olimpiadas, mostrar al mundo la grandeza de su reforma.

La ley mexicana es herencia de las leyes civiles españolas—la ley que los conquistadores usaron para subyugar a la población indígena de México. La revolución mexicana debería de haberla reemplazado con una más justa y más apropiada para el espíritu empresarial de los mexicanos, pero no lo hizo y, por el contrario, en gran parte empañó aun mas los conceptos básicos de la convivencia requerida por una sociedad tratando de, para “lograr el bien común,”—cosa que nunca se ha logrado— aniquilar los derechos individuales estableciendo la rectoría económica del estado, el aniquilamiento de la propiedad privada, la santidad de los sindicatos y un gran campo para la impunidad. En este sentido, la revolución falló miserablemente.

México es una república federal. Una de las grandes fortalezas del sistema federal, es la habilidad que concede para experimentar estado por estado con alternativas y reformas. Tal vez los estados fronterizos con EU deberían de ser el campo experimental de una serie de reformas creativas, agresivas, y valientes. Tal vez los estados fronterizos deberían ser nuestro Hong Kong en donde se establecieran paraísos de libertad, legalidad y progreso, de la misma forma que ya China tan exitosamente ha mostrado al mundo.

Los veinte millones de mexicanos y descendientes de mexicanos que viven en los EU, anualmente crean y consumen más riqueza que los ciento diez millones viviendo en Mexico. El ingreso per cápita de esos veinte millones es cinco veces superior al de los mexicanos residiendo en el país. Su poder de compra se aproxima al trillón de dólares, sus negocios cada dia florecen mas. Sue niveles educativos cada dia se incrementan preparándose para la competencia global que nos arropa. Si a esos veinte millones de mexicanos residentes en EU se les considerara como una nación soberana, su PIB sería superior al de Mexico como verdadero país soberano y sus ciento diez millones de habitantes.

Si esos resultados son logrados por nuestra misma gente a unos cuantos kilómetros al norte de Tijuana, Nogales o Cd. Juarez, no hay motivo por el cual el México no deba experimentar con un sistema que millones de mexicanos al otro lado de la frontera han usado para su beneficio y prosperidad por más de un siglo y medio.

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