Castro ve una oportunidad en el daño de los huracanes
Por Mary Anastasia O'Grady
El huracán Gustav y el huracán Ike causaron daños y miseria a millones de cubanos. Pero cuando la dictadura de Castro contempla esta devastación, lo que ve es una oportunidad.
Fidel Castro y su hermano Raúl, quien asumió el liderazgo del país en febrero, han estado pidiendo por años que termine el embargo estadounidense que, según ellos, está haciendo que Cuba se muera de hambre. No obstante, Cuba ya puede comprarles a los productores estadounidenses toda la comida y medicina que pueda pagar. Lo que el dúo totalitario realmente quiere es el fin de la prohibición de los créditos del sector privado al gobierno cubano.
Su petición no ha prosperado en Washington, debido a las objeciones morales de hacer negocios con tiranos y debido a que los hermanos Castro nunca jamás han cumplido con sus deudas. No han pagado miles de millones de dólares de deuda al resto del mundo y desean crédito del "imperio" (es decir EE.UU.) sólo porque sus opciones para tomar prestado en otras partes se han reducido significativamente.
Ahora están usando la reciente tragedia cubana para incrementar la presión en Washington a través de la prensa internacional. En vez de aceptar una oferta de US$5 millones en ayuda humanitaria de EE.UU., el régimen está solicitando que se levante la prohibición al crédito.
Fidel escribe en el periódico Granma, propiedad del estado, que la dignidad cubana está en juego si se acepta la ayuda. Mientras tanto, algunos informes sugieren que el régimen está totalmente abrumado por el desastre. Raúl no fue visto en la primera semana después del paso de Ike y sólo emergió hace algunos días para decir a los cubanos que deberían ser optimistas.
Dadas las condiciones de la infraestructura de transporte y comunicación después de la tormenta, es difícil valorar apropiadamente los daños. Sin embargo, hasta donde pueden asumir los extranjeros, la magnitud de la destrucción no tiene igual en la historia cubana.
He aquí algo de lo que se ha reportado: En la isla de Youth (de 86.000 habitantes), el 90% de los hogares ha sido aniquilado. En el extremo nororiental de Cuba, la provincia de Holguín también fue afectada y hay informes en la prensa española que aseguran que el 50% de las viviendas allí están dañadas más allá de cualquier reparación. La provincia occidental de Pinar del Río también sufrió enormes pérdidas. Granma reportó que cerca de 26.000 toneladas de cultivos fueron aniquiladas. Según el Miami Herald, "más de 3.000 cobertizos para secar hojas de tabaco y 8.600 hogares de trabajadores de tabaco en la región también fueron destruidos".
El martes, Granma dijo que 444.000 casas a lo largo de Cuba habían resultado dañadas y más de 63.000 fueron destruidas. Fidel, en una columna semanal en Granma, que supuestamente escribe, dijo que la tormenta era el equivalente a una explosión nuclear con un costo de US$5.000 millones.
Cuba ya enfrentaba racionamiento de alimentos antes de los huracanes. El mes pasado, Alfredo Jam, un analista del ministerio de economía, le dijo al diario Financial Times que el sistema, que "sobreprotege a los cubanos con alimentos subsidiados a la vez que limita los ingresos", está causando escasez de trabajadores en algunos sectores de la economía. La semana pasada, el régimen dijo que aceleraría una de sus "reformas", permitiendo que los campesinos cultivaran tierra del estado y obtuvieran ganancias. El colectivismo puede seguir siendo la doctrina oficial del régimen, pero Ike los hizo enfrentar la realidad.
Mientras tanto, los efectos de los huracanes requieren una acción inmediata y Cuba no podría pararse de nuevo sin ayuda extranjera. Jorge Sanguinetty, presidente de la Asociación para el Estudio de la Economía de Cubana le dijo al Miami Herald la semana pasada que "el peligro inminente son los focos de hambruna y emergencias epidémicas". Estos riesgos, junto al potencial de otro éxodo masivo de cubanos, representan amenazas inminentes. "Si yo fuera Raúl, aceptaría ayuda del extranjero", dijo Sanguinetty.
Cuba ha recibido ayuda de aliados como Rusia y España, pero ninguno tiene los amplios recursos humanitarios que puede aportar EE.UU. Sin embargo, Fidel desea las líneas de crédito de EE.UU., que lo ayudarán a mantenerse en el poder, y sin esto dice Yankees go home.
Esto es principalmente una postura bravucona para los cubanos. El gobierno estadounidense está aportando US$1,65 millones a organizaciones no gubernamentales que están trabajando en las zonas de desastre y ha autorizado más de US$5 millones en donaciones privadas a las ONG, ese total podría alcanzar US$10 millones. Nada de esto está fuera de lo ordinario. Los estadounidenses son los principales proveedores de ayuda humanitaria a Cuba. En 2007, las donaciones privadas alcanzaron los US$240 millones.
Fidel no desea que EE.UU. sea reconocido por su ayuda. Sin embargo, ese no es su único problema con el status quo. Lo más urgente para él es que los esfuerzos humanitarios provengan del régimen, el cual, cuando no está sumergido en tales trabajos de buena fe, está ocupado torturando a prisioneros políticos. Para manejar hacer uso de tal tipo de poder necesita tomar dinero prestado, que probablemente no devolverá. Los estadounidenses han mostrado que están dispuestos a ayudar a las victimas del huracán, pero los préstamos que prolongan el poder de un régimen déspota e incompetente no aliviarán la miseria cubana.
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