Élmer Mendoza Especial para BBC Mundo |
La ropa da pertenencia y jerarquía al interior y al exterior de la tribu. Entre los grupos delincuenciales, el traje es mensaje.
Un revólver con incrustaciones en oro incautado a un narcotraficante en México. |
Los primeros narcotraficantes eran campesinos. Llegaron a la ciudad con sus pantalones de mezclilla liváis y sus camisas cuadradas de lana o franela.
Calzaban huaraches o zapatos de cuero crudo y llevaban sombreros de palma y tal vez una pequeña cadena de la Virgen de Guadalupe para la protección. Las mujeres, faldas floreadas.
Con los años, e integrados a la ciudad, su imagen se modificó abruptamente. Porque como te ven, te tratan.
Diseñadores avezados se aventuraron entre la sobriedad de "El Padrino" de la película ocupándose de su huerto de tomates y las camisas cubanas de "Scarface", resultando pantalones de tela fina en colores caqui u oscuros, camisas desde lisas hasta las estampadas tipo Miami, botas de pieles exóticas como avestruz y cocodrilo, gruesos cinturones de ostentosas hebillas de cuero trabajado a mano (pitiado) y joyas gruesas, aderezadas con esmeraldas y brillantes.
Ellas, ahora, se visten en las casas más prestigiosas. Y ambos prefieren los jeans de marca, con incrustaciones o bordados y sombreros de US$10.000 dólares.
Los narcos son protagónicos. A pesar de que les convendría pasar desapercibidos, ocurre todo lo contrario, les encanta llamar la atención y en esto su indumentaria cumple un papel significativo.
Vestidos a su manera manifiestan su pertenencia a un grupo poderoso, que el resto imita con asombrosa felicidad.
De esa realidad de la sociedad mexicana de hoy, surge este relato de ficción.
LENNON ANTE UN PIANO
El Zurdo Mendieta es un policía que vive en la Col Pop, en Culiacán, un barrio bravo donde han vivido boxeadores, artistas, guerrilleros y narcos. Hubo un tiempo en que los jóvenes decían que sólo tenían dos opciones: la guerrilla y el narco, y como la guerrilla fue aniquilada demasiado pronto, gastaron sus sueños transportando maletas con droga, o camiones o lanchas a la frontera con Estados Unidos.
Algunos narcos utilizan la imagen de la Virgen de Guadalupe como protección. |
En efecto, el Roñas quitó unos periódicos del sofá y se sentó. Lucía botas de piel de avestruz amarillas, jeans negros y camisa de seda estampada. Se aderezaba con una esclava de brillantes en cada brazo y un Cartier en la izquierda. Colocó un paquete a su lado.
Ya pinche Zurdo, deja de mirarme como si no me conocieras. Es que, no entiendo qué haces aquí, a esta hora, vestido como si fueras a una de tus fiestas. Qué, no me ofendas cabrón, si me atreviera a ir a una fiesta así no me dejarían entrar, a eso se va bien línea o no se va. No me digas. Las botas, por ejemplo, deben costar el doble, y bueno, para eso tengo mis esclavas de esmeraldas. O sea que ahora vienes de pobre. Pues sí, no quiero que la raza hable de mí, que soy presumido y eso; además sólo es una visita, mi Zurdo, pero vamos a estar bien. ¿Quieres una raya? No. No imaginas lo que te pierdes y te repito lo que te dije hace varios años, lo que necesites, no se me olvida que fuiste el único cabrón que me echó el guante. No me lo recuerdes, casi me matan tus enemigos por dejarte libre. Ah, eso es otra cosa: pero me gustó que no olvidaras que somos del mismo barrio y que crecimos juntos.
¿Quieres saber dónde vivo? No. Haces bien, desde que el presidente nos declaró la guerra esta ciudad es un desmadre, no se puede vivir aquí, mi Zurdo, no me gusta aquí para que crezcan mis nietos |
Mendieta le abrió otra cerveza, él apenas había probado la suya. Sé que te estás matando por saber a qué vine, no digas que no. No tengo la menor idea y si lo quieres saber, ya me relajé, mintió. El Roñas era uno de los narcos más buscados, su cabeza tenía el precio más alto fijado por la DEA. Después de todo tienes razón, nos conocemos desde chiquitos. Sí, pero tú saliste loco, es lo único que explica que te hayas metido de placa y que sigas en la miseria; oye, y tú carnal. En el otro lado. ¿Se casó con aquella nalguita de la otra calle? Lo puso quieto. Ese cabrón era hombre no pedazo. Mendieta encendió un cigarrillo y bebió.
¿Quieres saber dónde vivo? No. Haces bien, desde que el presidente nos declaró la guerra esta ciudad es un desmadre, no se puede vivir aquí, mi Zurdo, no me gusta aquí para que crezcan mis nietos; qué es eso mi Zurdo, han llenado la ciudad de sardos y federales, varios de ellos se han alocado y ya ves los muertos por día, pero qué te cuento yo a tí, eres placa, cabrón, el único que me detuvo.
En este paquete hay ropa para que te disfraces de gente decente, porque a tus colegas, ahora mismo los están matando, será una masacre, pero nosotros no tenemos la culpa; lo que te traje te va a gustar, te vestirás como si fueras a una fiesta, salvo la camisa que es igual a la mía |
Dos días después, la prensa reportó 52 policías muertos esa noche.
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