22 septiembre, 2008

El narcotraje es el mensaje
Narcomoda

Élmer Mendoza
Élmer Mendoza
Especial para BBC Mundo

La ropa da pertenencia y jerarquía al interior y al exterior de la tribu. Entre los grupos delincuenciales, el traje es mensaje.

Revólver con incrustaciones en oro
Un revólver con incrustaciones en oro incautado a un narcotraficante en México.
Humprey Boggart idealiza la imagen del mafioso que se simbiotiza con él, y no pasa mucho tiempo cuando todos visten trajes elegantes con esas estupendas camisas blancas. El atuendo es un importante elemento de integración.

Los primeros narcotraficantes eran campesinos. Llegaron a la ciudad con sus pantalones de mezclilla liváis y sus camisas cuadradas de lana o franela.

Calzaban huaraches o zapatos de cuero crudo y llevaban sombreros de palma y tal vez una pequeña cadena de la Virgen de Guadalupe para la protección. Las mujeres, faldas floreadas.

Con los años, e integrados a la ciudad, su imagen se modificó abruptamente. Porque como te ven, te tratan.

Diseñadores avezados se aventuraron entre la sobriedad de "El Padrino" de la película ocupándose de su huerto de tomates y las camisas cubanas de "Scarface", resultando pantalones de tela fina en colores caqui u oscuros, camisas desde lisas hasta las estampadas tipo Miami, botas de pieles exóticas como avestruz y cocodrilo, gruesos cinturones de ostentosas hebillas de cuero trabajado a mano (pitiado) y joyas gruesas, aderezadas con esmeraldas y brillantes.

Ellas, ahora, se visten en las casas más prestigiosas. Y ambos prefieren los jeans de marca, con incrustaciones o bordados y sombreros de US$10.000 dólares.

Los narcos son protagónicos. A pesar de que les convendría pasar desapercibidos, ocurre todo lo contrario, les encanta llamar la atención y en esto su indumentaria cumple un papel significativo.

Vestidos a su manera manifiestan su pertenencia a un grupo poderoso, que el resto imita con asombrosa felicidad.

De esa realidad de la sociedad mexicana de hoy, surge este relato de ficción.


LENNON ANTE UN PIANO

El Zurdo Mendieta es un policía que vive en la Col Pop, en Culiacán, un barrio bravo donde han vivido boxeadores, artistas, guerrilleros y narcos. Hubo un tiempo en que los jóvenes decían que sólo tenían dos opciones: la guerrilla y el narco, y como la guerrilla fue aniquilada demasiado pronto, gastaron sus sueños transportando maletas con droga, o camiones o lanchas a la frontera con Estados Unidos.

Policía
Algunos narcos utilizan la imagen de la Virgen de Guadalupe como protección.
Tocan. El Zurdo, que vive solo, abre. Se encuentra viendo "Expiación" y no le agrada la interrupción. Qué onda, le sorprende el visitante y sobre todo a media noche. El único placa que me atrapó, dice el Roñas, un narco del barrio. ¿Puedo pasar? Ya estás adentro.

En efecto, el Roñas quitó unos periódicos del sofá y se sentó. Lucía botas de piel de avestruz amarillas, jeans negros y camisa de seda estampada. Se aderezaba con una esclava de brillantes en cada brazo y un Cartier en la izquierda. Colocó un paquete a su lado.

Ya pinche Zurdo, deja de mirarme como si no me conocieras. Es que, no entiendo qué haces aquí, a esta hora, vestido como si fueras a una de tus fiestas. Qué, no me ofendas cabrón, si me atreviera a ir a una fiesta así no me dejarían entrar, a eso se va bien línea o no se va. No me digas. Las botas, por ejemplo, deben costar el doble, y bueno, para eso tengo mis esclavas de esmeraldas. O sea que ahora vienes de pobre. Pues sí, no quiero que la raza hable de mí, que soy presumido y eso; además sólo es una visita, mi Zurdo, pero vamos a estar bien. ¿Quieres una raya? No. No imaginas lo que te pierdes y te repito lo que te dije hace varios años, lo que necesites, no se me olvida que fuiste el único cabrón que me echó el guante. No me lo recuerdes, casi me matan tus enemigos por dejarte libre. Ah, eso es otra cosa: pero me gustó que no olvidaras que somos del mismo barrio y que crecimos juntos.

¿Quieres saber dónde vivo? No. Haces bien, desde que el presidente nos declaró la guerra esta ciudad es un desmadre, no se puede vivir aquí, mi Zurdo, no me gusta aquí para que crezcan mis nietos
Tenían más de 40 años y ambos acusaban la edad. ¿Tienes algo de beber? Agua. Me oxido, sonrió. Cerveza. Viene. Mendieta se sentó frente al visitante. Qué diferente, 14 años atrás, cuando lo apañó, vestía mezclilla y una playera con la efigie de John Lennon. Era admirador del Beatle y le gustaba que se supiera. No lo soltó porque fuera del barrio o por ser ex condiscípulos, sino porque meses atrás, le había avisado a su hermano que la policía política iba por él. En la Col pop todos se cuidaban la espalda y él no iba a regarla. De verdad, qué diferente. Con esa ropa de seda y ese aire triunfal. Puso atención y vio en el estampado de la camisa al hombre de Liverpool. Veo que sigues fiel a tu ídolo. Hay amores eternos, mi Zurdo, y éste es uno de ellos. Sé que aún vives con la Concha. Vieras a mi vieja, ya no es la flaca que conociste. Ahora se viste de marca, tiene sus buenas joyas y la verdad le engordaron tan bien las nalgas que cuando se viste de jeans casi la mato a la cabrona, o a los pendejos que se le quedan viendo; es un cuero, mi Zurdo.

Hombre con una franela con la imagen de Malverde. (Foto: Watchavato)

Mendieta le abrió otra cerveza, él apenas había probado la suya. Sé que te estás matando por saber a qué vine, no digas que no. No tengo la menor idea y si lo quieres saber, ya me relajé, mintió. El Roñas era uno de los narcos más buscados, su cabeza tenía el precio más alto fijado por la DEA. Después de todo tienes razón, nos conocemos desde chiquitos. Sí, pero tú saliste loco, es lo único que explica que te hayas metido de placa y que sigas en la miseria; oye, y tú carnal. En el otro lado. ¿Se casó con aquella nalguita de la otra calle? Lo puso quieto. Ese cabrón era hombre no pedazo. Mendieta encendió un cigarrillo y bebió.

¿Quieres saber dónde vivo? No. Haces bien, desde que el presidente nos declaró la guerra esta ciudad es un desmadre, no se puede vivir aquí, mi Zurdo, no me gusta aquí para que crezcan mis nietos; qué es eso mi Zurdo, han llenado la ciudad de sardos y federales, varios de ellos se han alocado y ya ves los muertos por día, pero qué te cuento yo a tí, eres placa, cabrón, el único que me detuvo.

En este paquete hay ropa para que te disfraces de gente decente, porque a tus colegas, ahora mismo los están matando, será una masacre, pero nosotros no tenemos la culpa; lo que te traje te va a gustar, te vestirás como si fueras a una fiesta, salvo la camisa que es igual a la mía
Se bebió su cerveza de un trago. Y vine a eso mi Zurdo, a prevenirte, cabrón. Se van a ir contra los polis. En este paquete hay ropa para que te disfraces de gente decente, porque a tus colegas, ahora mismo los están matando, será una masacre, pero nosotros no tenemos la culpa; lo que te traje te va a gustar, te vestirás como si fueras a una fiesta, salvo la camisa que es igual a la mía. ¿Cómo sabes eso? Nada se me oculta, mi Zurdo. Se miraron. La ropa es un salvoconducto. Nunca fui fan de Lennon. Lo sé, rompió la bolsa y sacó una camisa donde Lennon está ante un piano. Pero da buena suerte. Las esclavas y el reloj me los devuelves, ya te diré cómo. Roñas, no voy a huir. Sé que te sobran huevos, mi Zurdo, y no te estoy diciendo que huyas, vístete como nosotros para que salgas de aquí. Se quitó las botas. Tal vez son de tu número y no trates de entender, en una semana nos vemos en el Jardín Botánico, a las seis de la tarde, ahí me regresas las joyas, la ropa, como te va a encantar y te va a quedar pintada, puedes quedarte con ella. Pero por qué de John Lennon, me hubiera gustado algo de Mick Jagger. Deja de repelar o te meto un tiro aquí mismo, cabrón. Se puso de pie sonriendo.

Dos días después, la prensa reportó 52 policías muertos esa noche.

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