18 septiembre, 2008

Un encuentro con el presidente Lugo

Cuando entrevisté al presidente paraguayo Fernando Lugo esta semana, mi primera pregunta fue la que está en el centro de las discusiones políticas en este país: si el nuevo mandatario seguirá los pasos del presidente populista radical venezolano Hugo Chávez, o por el contrario seguirá el modelo de sus colegas más moderados de Chile, Uruguay y Brasil.

Desde que asumió el gobierno hace un mes como el primer mandatario de oposición después de seis décadas de gobierno del Partido Colorado, Lugo ha mantenido a todo el mundo en la duda. El ex obispo católico --conocido como ``el Obispo de los pobres''-- nombró al respetado economista graduado en Estados Unidos, Dionisio Borda, como ministro de Hacienda, y dio varias señales de procurar la estabilidad económica, pero al mismo tiempo se apresuró en firmar 13 acuerdos de cooperación con Venezuela y coquetea con el gobierno de Chávez.

El día que lo entrevisté, el principal periódico paraguayo, ABC Color, había publicado un artículo sobre un misterioso encuentro entre Lugo y el ex ministro del Interior venezolano, Nicolas Maduro, quien días antes había sido acusado formalmente por Estados Unidos de haber entregado armas a la guerrilla colombiana de las FARC. Según algunos periodistas paraguayos, la presencia de Maduro en Paraguay podría deberse a un plan de entrega de armas venezolanas a milicias progubernamentales en Bolivia, a espaldas del ejército boliviano.

Otro periódico, Ultima Hora, señalaba ese mismo día que ``alguna vez el presidente [Lugo] dijo que su modelo a seguir era el gobierno del [presidente uruguayo] Tabaré Vázquez. Pero se lo ve más afin con Hugo Chávez''.

Cuando le leí en voz alta ese párrafo del periódico, Lugo se rio y exclamó: ''¿Parecido en qué?'' Yo sigo sosteniendo que los gobiernos que nos pueden dar cierta iluminación son los de Tabaré [Vázquez, en Uruguay] y el de Chile. Yo considero que son gobiernos serios. Con eso no quiero decir que los demás no lo sean, pero son gobiernos que han tomado ciertas medidas económicas y políticas que pueden servir de ejemplo''.

Preguntado sobre la crisis política en la vecina Bolivia, Lugo dio su apoyo contundente al presidente boliviano Evo Morales, y pareció echarles la culpa del conflicto a los prefectos de oposición, que están resistiendo lo que ven como medidas inconstitucionales de Morales para imponer por la fuerza su ``revolución socialista''.

Pero, por otro lado, Lugo tomó distancia de las aseveraciones de Chávez y Morales según las cuales el ''imperio'' norteamericano estaría apoyando las protestas de la oposición boliviana.

''Muchos se han quedado en el análisis de la década del setenta: ver un poco el imperio en cualquier acontecimiento pequeño que pasa en el país,'' me dijo Lugo. ``Por lo menos yo no lo considero así''.

Sobre la visita del ex ministro venezolano Maduro a Paraguay el domingo, Lugo dijo que fue para adelantar acuerdos pendientes. Si no fuera por la ayuda petrolera venezolana, Paraguay se hubiera quedado sin energía en el mes de agosto, señaló.

En cuanto a los ejercicios militares conjuntos con tropas de Estados Unidos en Paraguay, dijo que ``los vamos a evaluar en su momento. Yo estoy abierto a que otros países puedan ofrecer la misma cooperación que tenemos con Estados Unidos. No nos queremos casar con un solo país''.

¿Tratará de cambiar la Constitución, introducir la reelección, crear un nuevo partido y buscar un nuevo mandato, como Chávez y sus seguidores?, le pregunté. Lugo contestó ''Sí'' a las primeras dos preguntas y ''No'' a las dos segundas.

''No, no'', dijo sobre si buscará un segundo mandato. ``Yo no tengo la idea de la reelección, no tengo la idea de fundar un partido. Yo creo que esa es la diferencia con quienes dicen que soy igual a Hugo Chávez. Yo suelo decir que Fernando Lugo es apenas una golondrina en la historia política de este país''.

Mi opinión: El coqueteo de Lugo con Chávez puede ser en parte un esfuerzo por conseguir subsidios petroleros venezolanos, en parte una estrategia para asustar a Brasil, país al que Paraguay está exigiendo una cuota mayor de los ingresos de la represa de Itaipú, y en parte una vaga afinidad ideológica.

Sin embargo, más que un líder mesiánico que quiere perpeturarse en el poder, Lugo da la impresión de ser el mismo obispo conciliador que fue hasta hace poco: un sacerdote que camina hacia el altar por el pasillo de la iglesia, dando bendiciones con una sonrisa hacia la izquierda y hacia la derecha, literalmente y políticamente hablando.

En la mayoría de los otros países, esta ambigüedad sería una receta para la parálisis. Pero con suerte, si logra evitar quedar empeñado con Chávez como algunos de sus vecinos, este ex obispo sonriente --aunque no haga mucho-- podría representar una transición necesaria que permitiría el nacimiento de una nueva clase política, más moderna y menos corrupta que la anterior.

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